El trece de mayo del año 2021 fue un día especial en la ciudad de Seattle, recogida con mucho cariño para los aficionados al béisbol de la urbe. El motivo, la noticia que saltó desde las oficinas centrales de los Mariners esa misma mañana: Jarred Kelenic, uno de los prospectos top de todo el país, formaría parte del roster de 40 jugadores de la plantilla de las grandes ligas.
A sus 21 años, debutaría esa misma noche en un partido ante Cleveland (con el nombre “Indians” dando sus últimos coletazos). La emoción y el absoluto hype creado por el ascenso de un chico tan prometedor en una afición tan necesitada de buenas noticias, se convirtió en una ilusión desmedida en medios locales y redes sociales. En su primer día, Kelenic hizo un lógico y evidente 0 de 5. En su segundo partido, mandó la bola a 403 pies de distancia para hacer su primer Home Run como profesional.
En su segundo partido. Wow.
Creo que en ese momento —a pesar de que el aficionado/a de este deporte sabe de sobra, que debemos medir desempeños largos y no momentos puntuales— la ciudad al completo vislumbró un futuro maravilloso para su equipo, con un rookie que sería clave en una mejora constante (irónicamente esto mismo pasaría un año más tarde con el ascenso de Julio Rodríguez).
Pero no fue así, más bien lo que pasó fue la ejemplificación deportiva del fracaso joven, de la compleja necesidad por ser relevante y ver que aún no estás preparado para ello. Y todo, te supera.
Lo que ocurre, es que el béisbol es un juego hijo de puta. Un trabajo consistente en ejecutar una de las acciones más difíciles que existe en el deporte mundial, golpear una bolita con un palo a una velocidad de vértigo. Perdonen la patética obviedad, pero es que hay que poner en valor lo que hacen estos tipos cada día.
La presión y el desarrollo de un pelotero depende de que haya tenido un tiempo muy alto recibiendo lanzamientos de muchos pitchers diferentes para conseguir mejorar y ampliar su gestión de bateo. Es un proceso lento, muy lento para al final conseguir ser alguien en las grandes ligas.
Y Jarred, no había tenido ese tiempo de manera natural, porque en 2020, con la pandemia en pleno auge, las ligas menores fueron canceladas y, por tanto, miles de beisbolistas no pudieron continuar con su plan de mejora continua que te exige un deporte tan difícil como este.