Este artículo se escribió para ser la introducción de este maravilloso episodio del recomendadísimo podcast Una vida de cine, en el que se eligieron y desmenuzaron las diez mejores películas que se han hecho sobre béisbol.
Una de las teorías más populares sobre los orígenes del béisbol relata cómo fue un deporte que los colonos ingleses llevaron en una forma primigenia a Estados Unidos, donde evolucionó hasta lo que hoy conocemos. Pero la realidad es que juegos con un bate y algo que se parezca a una pelota, en las diferentes culturas del mundo, son tan antiguos casi como la humanidad en si. Seguramente es más probable que en realidad el béisbol sea un desarrollo natural de la fusión de varios de esos juegos con los que, a mediados del siglo XIX, Alexander Cartwright y su club deportivo formalizaron en New York las primeras reglamentaciones de las que se tiene registro.
Durante treinta años no pasó de ser un deporte amateur, primero con un impacto local solamente. En el transcurso de la guerra civil muchos soldados expandieron la práctica al estilo de New York por todo el territorio del país. El crecimiento cuando finalizó el conflicto se hizo notar y ya entonces los periódicos denominaban al béisbol el pasatiempo nacional, calificativo que se mantiene hasta hoy en día, aunque en gran parte por motivos nostálgicos. En aquella época los bates y las pelotas eran de mil formas, materiales y colores, normalmente los fabricaban los propios jugadores. En 1870 la cosa se pone sería y nacen los primeros equipos profesionales y una liga, conocida como la Liga Nacional, se establece con unas normas más pulidas, las cuales no distan mucho de las que tenemos hoy en día. Un tal Albert Spalding se retiraba después de jugar cuatro años cómo pitcher de éxito y llevaba su pequeño hobby de hacerse sus propias pelotas un paso más allá. Durante más de cien años las ligas profesionales han utilizado su producto desde entonces de manera exclusiva.
El juego en aquel entonces era algo más rudo que el de ahora, el equipamiento era más tosco y se practicaba un béisbol más agresivo. Los campos de juego y los guantes, los bates y las bolas de la época fomentaban lo que luego pasó a conocerse como la era de la bola muerta. Prácticamente no había home runs y las estrategias se basaban en poner la bola en juego y correr las bases de manera inteligente.
Vistoso, fácil de empezar a practicar y con pocos requisitos para crear el escenario y las herramientas de juego, el béisbol rompió fronteras y se empezó a extender por países como Cuba. Un emigrante cubano que estudió en Estados Unidos se trajo consigo para la Habana el incipiente deporte y pronto triunfó en la isla. Más aún cuando los colonos españoles intentaron acabar con el, para imponer las corridas de toros en su lugar. En el periodo de la independencia cubana cobró entonces el sentido de reivindicación patriótica y ganó si cabe más popularidad. Sin embargo y debido al régimen político desde la revolución, el béisbol nunca ha adquirido el grado de profesionalidad. Donde si es desde hace mucho tiempo profesional es en República Dominicana. Un cubano a su vez se llevó el deporte de la pelota para allí a finales del siglo XIX y ahora es el deporte número uno en Dominicana. País donde muchos de los equipos actuales tienen escuelas y acuerdos para desarrollar nuevas estrellas del béisbol.
Otros países donde es el deporte número uno es Venezuela. En los albores del siglo pasado, coincidiendo con la explotación petrolífera por parte de empresas americanas, el béisbol caló perfectamente y como en dominicana, tienen una liga profesional muy importante desde hace mucho tiempo. En Japón, un profesor americano de inglés introdujo el deporte en 1870 y también enraizó, de tal manera que no solo es el deporte más importante allí actualmente, sino que además organizan el torneo nacional que se considera más cercano a los niveles de las ligas estadounidenses.
Mientras tanto, en el lugar de origen, a principios de siglo XIX los cimientos habían solidificado. Varias ligas más se crearon y desaparecieron para rivalizar con la Liga Nacional, hasta que se creó una nueva en 1901, la Liga Americana, que vino para quedarse. En 1903 entre las dos firmaron un pacto que les permitía mantener el statu quo y además enfrentar a los ganadores de ambas en lo que fue el origen anual de las actuales Series Mundiales.
En aquella época las dos ligas profesionales eran un deporte por y para blancos en una sociedad segregada. Además, todos los equipos estaban exclusivamente en las grandes ciudades de la zona atlántica o el medio este del país. Otra característica de este periodo fue el vinculo habitual con las apuestas deportivas. Fue muy famoso el incidente de las finales de 1919 donde se acusó a buena parte de los Chicago White Sox de amañar los partidos. Fueron condenados a no volver al jugar al béisbol profesional por cobrar una buena prima procedente del crimen organizado y dejarse ganar por los Cincinnatti Reds. Es curioso como las casas de apuestas que en el presente sponsorizan las grandes ligas, durante casi toda la historia del béisbol profesional fueron reprobadas y perseguidas.
Los felices años 20 fueron un boom económico, una época de florecimiento para la sociedad estadounidense en la que no faltó el béisbol. Los tiempos del juego de “pelota pequeña” dejaron paso a la espectacularidad de los home runs, sobre todo de la mano de una de las mayores figuras del deporte durante aquellos años y los que vendrían después. Se trataba de George Herman “Babe” Ruth, el aún considerado por muchos como el mejor jugador de toda la historia. Un tipo poco atlético y bebedor, que comenzó su carrera como un gran pitcher y en algún momento de esta se convirtió en el bateador de leyenda que la gente recuerda, con multitud de récords que se mantuvieron por décadas. Prácticamente él solo demostró que se podía jugar al mismo deporte de una manera muy distinta. Y esa manera, que consistía en sacar la pelota del campo, tenía el plus de que hacía las delicias de los aficionados.
Con la Gran Depresión la asistencia a los campos se desplomó, no había dinero para nada y menos para ir a ver un partido. Para mantener la afición los propietarios de los equipos idearon varias estrategias, cómo incluir espectáculos alternativos o radiar los encuentros. A finales de la década de los 30 todos los clubs emitían sus partidos por la radio. Una manera nueva de seguir a tu equipo que se popularizó rápidamente. En muchos hogares, el sonido del béisbol narrado ha sido la banda sonora de las tardes de verano y los locutores queridos como un integrante más del equipo. En 1935 se jugó el primer partido de noche, con focos, hasta entonces el béisbol era un juego para disfrutarlo exclusivamente a la luz del día. También llegaron antes de la guerra, el juego de las estrellas para el descanso a mitad de temporada o la creación del Hall of Fame, que encumbra a los jugadores que marcaron la historia.
La estrella de los New York Yankees en los años treinta fue el primera base Lou Gehrig, durante toda su carrera dejó ver claramente que desconocía que era imposible jugar bien todos los días. Pero en 1939 al iniciar la temporada se notaba que algo no iba bien, en mayo se retiró de un partido voluntariamente después de alcanzar un record de días consecutivos en el campo que se mantuvo durante más de cincuenta años. Gehrig anunció que estaba enfermo y lo tenía que dejar, dio un discurso para el recuerdo en el Yankee Stadium y nunca más se puso el uniforme. Falleció solo dos años después. Tenía Esclerosis Lateral Amiotrófica, pero aún hoy hay gente que sigue conociéndola como la enfermedad de Lou Gehrig.
Durante la segunda guerra mundial muchos jugadores se alistaron a filas, la liga siguió, pero no fue lo mismo. Muchos jugadores pasaron de batear en los campos a hacer exhibiciones en el ejército, otros pusieron las botas en el barro, al menos un par de ellos no regresaron. Mientras tanto, se creó la liga femenina para compensar la falta del gran béisbol. La gente echaba de menos a Joe DiMaggio, como decía la canción de Simon y Garfunkel. Antes de irse tres años a hacer la guerra, había conseguido mantener la atención con su récord de hits consecutivos. Regresó como un héroe y después del béisbol se casó con Marilyn Monroe.
El pasatiempo nacional siguió manteniendo la barrera racial hasta que en 1947 el director de los Brooklyn Dodgers se atrevió a firmar a Jackie Robinson. Desde que se establecieron las dos ligas imperantes, nadie que no fuera blanco había cogido un guante para participar en ellas. Pero el béisbol no quedó vetado para los jugadores de otras razas. Cómo la sociedad, estaban separados. Fruto de la segregación nacieron las Negro Leagues. De manera profesional durante treinta años existió esta “otra” liga de la vergüenza, donde se cuenta que había tanto o más talento que en la competición para blancos. De Josh Gibson contaban que era el Babe Ruth negro, pero a lo mejor hubiese sido más acertado decir que Ruth fue el Josh Gibson blanco. Recientemente la Major League Baseball ha reconocido a las Negro Leagues como parte de las Grandes Ligas a efectos estadísticos, con la idea de subsanar un error de hace ya setenta años. Un largo camino que comenzó Jackie Robinson aguantando con mucha cabezonería todos los insultos y maltratos que recayeron sobre él desde una sociedad racista aún no preparada para el cambio. La integración de hecho se tomó su tiempo, diez años más tarde del debut de Robinson aún había equipos que se negaban a admitir jugadores que no fueran blancos en sus filas. Y en los estados del sur aún así, los hábitos de la segregación se mantuvieron mucho tiempo, como los jugadores comiendo separados dependiendo de su raza. Desde entonces se han realizado multitud de homenajes para recordar lo que significó Jackie Robinson dentro y fuera del campo. En los noventa se retiró su dorsal de todos los equipos y unos años más tarde se instauró la celebración del día de Jackie Robinson el 15 de abril, en el que ahora todos los jugadores que están en el campo llevan el número 42 a la espalda en su honor.
Ya se habían televisado algunas series mundiales pero en los cincuenta llegó la tele para los partidos de liga regular también. Empezó otra batalla para el béisbol, que ahora competía en audiencias con otros deportes como el baloncesto o el futbol americano. En 1960 las Grandes Ligas solo incluían a 16 equipos, todos en la mitad este del mapa. Al año siguiente por fin llegó la expansión que llevaba tiempo gestándose. El béisbol de grandes ligas aterrizaba en California con tres nuevos equipos, dos de ellos eran franquicias ya existentes que se mudaban. Los Dodgers y los Giants dejaban huérfanos a muchos fans de New york para buscar un nuevo futuro a orillas del Pacífico. La idea de ampliar la liga triunfó y en menos de una década ya eran 24 los equipos que formaban la competición, diseminados a lo largo y ancho de Estados Unidos. En 1969 se traspasó la frontera con la creación de un equipo en Canadá, los Montreal Expos. Duraron 35 años hasta que los desmontaron, pero marcaron el camino para el equipo de Toronto, que en el presente luce más que saludable y atesora dos títulos en su haber.
Más allá de los hitos deportivos, en los setenta ocurrió algo que cambió el juego para siempre. El sindicato de jugadores, que se había creado en los cincuenta pero fue una marioneta de la competición en sus primeros años de existencia, contrató como director a Marvin Miller. Un tipo que provenía del sector del acero y aterrizó en el béisbol para ponerlo patas arribas. Desde el inicio de las ligas profesionales, los jugadores eran poco más que esclavos de sus equipos, firmaban un contrato que podía ser prorrogado unilateralmente por la franquicia y los fichajes no tenían cabida salvo expreso deseo de los propietarios. Miller jugó sus cartas y en 1972 llegó la primera huelga de jugadores. Tres años más tarde se creó la agencia libre, en la que después de un tiempo de servicio los jugadores eran dueños de su futuro. También se consiguieron otras muchas mejoras como el incremento de los salarios mínimos. Fue un periodo de disputas laborales entre la liga y los jugadores, que periódicamente regresan a la palestra para buscar un mejor reparto del gran pastel que son los beneficios que genera la competición a todos los niveles.
También en los setenta hubo otro avance no deportivo que marcaría el futuro hasta nuestros días, cuando un cirujano practicó un procedimiento experimental en el maltrecho codo de un pitcher llamado Tommy John. Se trataba de una reconstrucción de un ligamento del codo con el tendón de otra parte del cuerpo. Y después de rehabilitación se demostró exitosa. Desde entonces es raro el lanzador de Grandes Ligas que no pasa al menos una vez por ese procedimiento a lo largo de su carrera, debido en gran medida al desgaste que genera la complicada técnica de pitcheo, que genera en ocasiones un desgaste y una torsión en el brazo del lanzador que acaba pasando factura.
En el campo, la mayor hazaña fue la de Hank Aaron, que en 1974 superó el record aún vigente de Babe Ruth de número de home runs a lo largo de su carrera. Aaron también tuvo que sobreponerse a insultos y amenazas de muerte por parte de una deleznable parte de la afición que no querían que un negro superará a su querida leyenda blanca. En la temporada del 73 se quedó a uno de igualar la marca de Ruth, y se pasó todo el invierno encerrado en casa aguantando todas las cartas de odio que le llegaron. En el abril siguiente, una tarde ante más de cincuenta mil personas Hank Aaron hizo historia mandando la bola fuera del campo. Cómo en el caso de Jackie Robinson, su figura ha sido siempre ensalzada por la lucha en favor de la igualdad racial.
Los ochenta fueron unos años extraños, el espectacular juego ofensivo se tomó un respiro durante esta etapa. A ello contribuyeron los campos de césped artificial que se estaban poniendo de moda, casi la mitad de los equipos lo pusieron y las nuevas estrategias y calidad de los pitchers de relevo que entraban cada vez antes para sustituir al que abre el partido. Pero más alocado fue el destierro de por vida de la gran estrella Pete Rose, acusado de apostar en partidos en los que el participaba. Rose sigue a día de hoy manteniendo que no hay nada de malo en tener fe en uno mismo, pues según él apostaba siempre a que ganaba. E incluso más loco aún sería el juicio a varios jugadores de Pittsburgh por la venta y consumo de drogas duras o el terremoto de San Francisco en el 89, con 6.9 en la escala de Richter que interrumpió salvajemente el tercer partido de las Series Mundiales entre los Giants y los Athletics.
En 1994 Michael Jordan dejó el baloncesto para probar el béisbol, lo cual tuvo un impacto mediático descomunal. Probablemente porque no tenía más retos después de tres títulos NBA, o simplemente porque desde niño siempre le gustó balancear un bate. En cualquier caso, no demostró estar a la altura para jugar en un primer equipo a pesar de su esfuerzo y de ser un gran atleta. Seguramente hubiera podido progresar, pero entonces llegó la gran huelga. El convenio de los trabajadores había expirado y las negociaciones entre sindicato y liga fueron infructuosas, se comenzó la temporada pero los jugadores decidieron ir a la huelga. Por primera y única vez en la historia no hubo playoffs y el conflicto no se resolvió hasta 232 días después, cuando se comenzó una nueva temporada también recortada por los estragos del parón. Todo ello afectó de manera muy negativa en los aficionados, que culparon por igual a propietarios y jugadores de privarles de béisbol por unos cuantos dólares aquí o allá. Las audiencias habían crecido linealmente desde los setenta pero a partir de 1994 el fan dio la espalda decepcionado y el pasatiempo nacional pasó a segundo plano en beneficio del futbol americano o el baloncesto.
Pero no mucho después hubo una especie de redención. A finales de los noventa la explosividad de varios jugadores hizo tambalear todos los records. La carrera en 1998 entre Mcgwire y Sosa por batir el record de home runs en una sola temporada focalizó de nuevo la atención sobre el béisbol, recuperando en buena parte el favor de la grada. Pero sobre ellos destacó la figura de Barry Bonds, que superó más tarde a ambos y también el record de Hank Aaron del 74. Las dos marcas verán pasar muchos años venideros hasta que alguien se quede al menos cerca. Sin embargo, todo ha quedado un poco oscurecido por la sombra de algo que afecto a muchos deportes, el del uso de las sustancias “vigorizantes”. De hecho esta etapa es conocida vulgarmente como la era de los esteroides. Varios de los protagonistas de esos finales de los 90 y principios de 2000, han reconocido, o no desmentido, que usaban ayudas para mejorar su rendimiento. De cualquier manera, en gran medida el béisbol es un deporte con un nivel de técnica muy elevado y un desafío mental en el que nada puede mejorar el consumo de esteroides, pero para muchos aquel periodo ha perdido igualmente parte del valor que en su momento se labró.
En el año 2000, la Liga Nacional y la Liga Americana dejaron de ser entidades como tales, pasando a representarlas de manera conjunta la Major League Baseball. Ya hacía tiempo que tenían poco más sentido que a la hora de distribuir el calendario y para partir la clasificación en dos conferencias. Un par de años antes además, la liga incorporó dos nuevas franquicias más para redondear su número de equipos a 30, cuantía que se mantiene hoy en día con la misma estructura divisional.
En los últimos veinte años hemos entrado en la época de los partidos en streamming en cualquier parte del globo, de las redes sociales y de las mejoras técnicas con la ayuda de equipamiento tecnológico para medir cada aspecto de un swing del bate o de la mecánica del pitcher. Y también entramos en otra manera de entender el juego y de confeccionar un equipo con aspiraciones al título. El clásico ojo clínico de la figura del scout que indica lo que podría dar de si en un futuro a corto o medio plazo un jugador, se ha sustituido o complementado por la estadística avanzada. Estas estadísticas dan valores ponderados partiendo de los números conseguido por un jugador y por medio de elaboradas fórmulas, pretenden clasificar de manera adecuada lo que aporta un jugador en cada posición y en cada situación de juego. Con esa idea se busca poder cuantificar y comparar a los jugadores para poder observar las necesidades de un equipo y juntar las piezas adecuadas para hacerlo competitivo.
En la última temporada, casi un 30% de los jugadores que formaban parte de las plantillas eran internacionales. De ellos más de un tercio son dominicanos y un cuarto venezolanos. Los siguen por orden Cuba, Puerto rico, Mejico, Canada y Japón. En 2019 la MLB traspasó una frontera más y jugó un par de partidos de liga regular en Londres, conquistando también Europa después de haber hecho lo mismo en anteriores ocasiones en Japón especialmente, también en Mexico, Puerto Rico y Australia. Este 2021 ha significado la explosión del japones Shoehi Ohtani, una mega estrella que ha desafiado toda lógica siendo a la vez uno de los mejores bateadores y también un excelente pitcher, cosa que no se contemplaba desde los añejos tiempos de Babe Ruth. Con el grado de técnica que es necesaria ahora para triunfar en una sola de las dos facetas, es inconcebible que alguien lo haga, o lo sería de no existir Ohtani.