Anda el mundo beisbolístico muy alterado desde hace cuatro semanas por el mecanismo de robo de señales que parece que los Astros llevan utilizando desde hace algún tiempo. A través de una cámara de última generación conseguían grabar las indicaciones que el catcher le hacía al lanzador. Desencriptaban luego el código que permitía la comunicación y llega ahora lo más chusco; golpeando varias veces una basura de lata le indicaban al bateador si lo que le iban a lanzar era una recta, una curva o un cambio. Mu profesional…
Los Astros no han sido los primeros ni serán los últimos. Las trampas en el deporte son tan habituales como en la vida. El béisbol no es un excepción. En su larga historia ha visto como se hacían muescas a la bola, como se rellenaban bates huecos de corcho y como se tomaban esteroides como si fueran caramelos.
De hecho el artículo de The Athletic que destapó todo lo del robo de señales de los Astros, así como otros periodistas, sostienen que muchas franquicias hacen lo mismo que los de Houston. La utilización de distintos sistemas tecnológicos para “robar” las señas que el receptor le hace al lanzador es algo bastante extendido en la liga.
Durante los treinta y los cuarenta hubo otra trampa generalizada. Era habitual que las dimensiones de los distintos campos cambiaran de un día para otro para beneficiar al equipo que jugaba en casa. Las vallas que delimitan la profundidad de los jardines se movían para facilitar o dificultar la consecución de cuadrangulares.
Por ejemplo, si los que te visitaban eran los Yankees de Earle Combs, Mark Koenig, Babe Ruth, Lou Gehrig, Bob Meusel y Tony Lazzeri intentabas hacer los jardines todo lo grandes que se pudiera para que no te destrozaran. Si los adversarios eran los débiles St. Louis Browns movías las vallas lo más cerca posible para ser tú quien se hinchaba a pegar home runs.
En una suerte de sabermetría primitiva se llegaba a analizar si los bates de poder del rival eran zurdos o diestros. Si los visitantes tenían a un par de zurdos peligrosos pero a ningún diestro que asustara demasiado se dejaba la valla del jardín derecho lo más profunda posible pero se acercaba la del lado izquierdo.
Esta era una práctica tan extendida que en 1949 Frank Lane, General Manager de los White Sox, decidió ir un paso más allá. Se le ocurrió que podía instalar una valla retráctil en los jardines del Comiskey Park y moverla entre entradas para explotar al máximo las fortalezas y debilidades de su equipo y el contrario respectivamente.
El plan de Frank Lane era perfecto. Infalible. Digno del Profesor Fate en La Carrera del Siglo. Pero claro, el comisionado no lo permitió. Además empezó a controlar más los extraños movimientos de vallas que se producían de una partido para otro y acabó prohibiéndolos.
Los Astros, al igual que Frank Lane, se han pasado de listos. Por eso les han pillado y por eso van a pagar el pato. De poco sirve que lo intenten vender como una cosa aislada que llevaron a cabo un grupo de jugadores. Tampoco eso de “pero es que los demás también lo hacen”. Todo hace indicar que era un práctica auspiciada e incluso impulsada institucionalmente. Por eso van a pagar a nivel institucional.
El comisionado ya ha hablado de sanciones ejemplares que con casi total seguridad irán más allá de la simple multa económica. ¿Elecciones de draft? ¿Restricciones en la firma de agente libres internacionales? Habrá que esperar.
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