A donde tú vayas Joe DiMaggio. Una nación voltea sus ojos solitarios hacia ti.
“Mrs. Robinson” – Paul Simon
Un acervo histórico exquisito sobre la vida de Joltin’ Joe durante los dos meses de su hazaña en 1941. Su personalidad, familia, aficiones, amistades, su estado de salud y otros detalles.
Algo era evidente en la personalidad de Joe DiMaggio, ese algo se conoce como: clase. Aunado a dignidad, grandeza, gracia para el juego de pelota y lo cotidiano, es reconocido como el Mejor pelotero de su época. Stan Musial declaró: “Él fue el orgullo Yankee y del béisbol.” Sus contemporáneos lo nombraban el Sinatra del béisbol, DiMaggio y el cantante fueron buenos amigos. Posee una de las hazañas más difíciles de superar o incluso alcanzar en este deporte, 56 juegos consecutivos bateando al menos un hit.
Su legado trascendió más allá del diamante, Ernest Hemingway lo refirió como el gran DiMaggio en su obra literaria El Viejo y el mar. The wide swing, un óleo de Harvey Dinnerstein donde aparece Joe con su clásica figura al batear, fue comprado por 95 mil dólares en una subasta. Qué decir de su célebre relación con la estrella de Hollywood Marilyn Monroe. La canción “Joltin’ Joe DiMaggio” de Les Brown obtuvo gran popularidad en aquellos días.
Lo recordamos rodeado de reflectores, se desenvolvía con naturalidad en ese ambiente. Aunque serio, formal y con tintes de timidez, prefería estar alejado de ellos. Trataba con gentileza a los medios y aficionados que lo abordaban, pero siempre abogó por la privacidad en su vida. Tantas cosas se han escrito de él y su entorno, otras tantas las desconocemos. Si estamos seguros de que fue, es y será un ícono del béisbol y de la cultura estadounidense.
De aquí en adelante ubiquémonos en 1941, todo era diametralmente opuesto a lo antes descrito. Pasó tiempos difíciles con burlas hacía su persona debido a su ascendencia italiana. Aún no era un inmortal del béisbol, ni mucho menos. Digamos que no tenía fama desmesurada. Con 26 años de edad era innegable que era un jugador especial, su talento lo llevó a ser el líder nato de los Yankees. Arribó a esa campaña respaldado por sus números al haber conseguido dos títulos de Champion Bat en la Liga Americana, sumado a una gran defensa en el jardín central, pero el reconocimiento total aún no llegaba.
Su vida personal era complicada, su matrimonio con la actriz Dorothy Arnold con quien contrajo nupcias dos años antes, sólo se mantenía llevadero para ambos. Ella contaba con unas cuantas semanas de gestación, para octubre serían padres por primera vez. Si abundaban las comodidades, Joe percibía un salario de 43,500 dólares al año y a estos se le sumaban los ingresos de la artista. Habitaban un apartamento amplio y confortable en el piso 20 de un lujoso edificio en Manhattan, NY. ubicado en 400 West End Avenue.
Pese a su vida sin carencias, Joe Dimaggio era noble y humilde. En un gesto de camaradería, compartía el automóvil con algunos jugadores del equipo para llegar a Yankee Stadium de la calle 161 East y River Avenue, todos ellos vivían por el mismo sector a 15 minutos del inmueble. Se alternaban el turno sobre quién sería el conductor en los días que tenían juego de local. El día que le correspondía esperar en su apartamento, Joe salía a su terraza y ondeaba una toalla blanca a manera de señal indicando que ya estaba listo, segundos después ellos arribaban. En general, se daba a querer entre sus conocidos, uno de sus mejores amigos era el lanzador Lefty Gomez. Por otro lado, Joe se sentía pleno yendo al cine a ver películas de John Ford, su cineasta favorito.
El Yankee Clipper, como también era conocido, aparentaba estar saludable. Pero para esas fechas ya padecía un dolor crónico en el epigastrio, creció débil y delgado a causa de este. Dos años después, sería diagnosticado con una úlcera gástrica, además tenía el hábito del tabaco muy arraigado. En ese entonces la industria tabacalera tenía libertades que ahora son impensables. Por ejemplo, en al área de New York se producían anuncios comerciales que anunciaban cigarrillos con “beneficios para la salud”, tales como: “disminuir la ansiedad, ayuda a bajar de peso, entre otras cosas”. El mismo Joe llegó a aparecer en esa publicidad. Fumaba demasiado, cuando lo hacía en público intentaba cubrir su cigarrillo para no hacerlo evidente.
En mayo DiMaggio estaba fuera de ritmo en la caja de bateo, atravesaba el slump más grande de su carrera. Una noche, durante la cena, Dorothy advirtió: “Hoy he visto algo diferente en tu swing”. Arnold acudía al estadio y se sentaba siempre en el mismo lugar detrás del home plate, un poco dirigida hacia el lado de la tercera base. Tras el comentario Joe se sorprendió un poco, colocó sus cubiertos sobre la mesa, no dijo nada y continuó escuchando a su bella esposa. Arnold prosiguió: “El número 5 que tienes en el jersey no se ve igual que antes, queda desalineado cuando terminas tu swing”. Joe entendió esas palabras como que, él había cambiado su postura en la caja de bateo y empezó a realizar ajustes en ello. Notó que abría mucho su zancada y por lo tanto giraba con menos fuerza, a la vez que quedaba fuera de balance. Su esposa sabía muy poco de béisbol, sin embargo, su capacidad de observación dio en el punto.
Para el 15 de mayo DiMaggio bateaba .304 de AVG. El mánager Joe McCarthy estaba muy molesto, con récord de 14-14 en ganados y perdidos no había buen augurio en el equipo. Ese día recibían a Chicago White Sox después de hilar 4 derrotas seguidas. Los aficionados exclamaron Booos cuando el equipo saltó al campo en señal de desaprobación por lo demostrado hasta ese momento. El escuadrón hizo muy poco para evitar la derrota, 1-13 en el score. DiMaggio, que la noche previa se había ido sin imparable, generó la única carrera al impulsar a Phil Rizzuto al home con un sencillo. No obstante, el disgusto de los fanáticos, algo hizo click en ese instante para el electrizante Joe. Se encendió el mechero, la pólvora dejó de estar mojada y uno de los más grandes logros de la historia de Grandes Ligas se estaba gestando. Fue el primer juego de tan insólita racha. Todo cambió para Joe a partir de aquel día. La secuela se abrió el 15 de mayo y cerró en julio 17. Dos meses de ensueño.
Durante esos memorables 56 juegos obtuvo un AVG de .408, producto de 91 hits en 223 turnos al bat, lo más impresionante para muchos fue que solo lo poncharon 5 veces. Al respecto de eso, hay un bar llamado JD’s en Fort Lee, New Jersey donde aún resuena esa anécdota entre los clientes asiduos al lugar, entre muchas otras. En las décadas de los 80’s y 90’s se podía ver al mismo DiMaggio contándolas de viva voz, ya que era uno de esos visitantes frecuentes. Se sentaba en la mesa 25 y degustaba unos camarones del menú.
En la actualidad, algunos comensales eligen el mismo asiento y platillo recordando a su ídolo. El regocijo de la gente al narrar esos hechos en el lugar es único, suelen acompañar sus relatos de una bebida refrescante. Una persona pregunta: “¿Cuándo fue la primera vez que se hizo alusión a la racha en la prensa escrita? y él mismo responde: “Fue el 2 de junio en el New York Times”. Joe se enfrentó al lanzador estrella Bob Feller, le conectó 2 hits. El popular periódico mencionó: “Joe DiMaggio ha bateado de hit durante 19 juegos”, eso generó la expectación entorno al jugador.
Por otro lado, había una dinastía DiMaggio jugando al mismo tiempo. La formaban tres hermanos, Vince el mayor, le seguía Joe y Dom era el menor. Vince alineaba en los Pittsburg Pirates y Dom en los Boston Red Sox. Vince tenía algo de poder y era un extraordinario outfielder. Dom, tenía grandes habilidades, decían que había poca diferencia entre Joe y él, a excepción del poder en el que destacaba más el hermano de los Yankees, en parte porque Dom era más bajito por 15 centímetros y pesaba 11 kg menos que el yankee. Cuando la racha surgió el 15 de mayo, Dom bateaba.380 de AVG, 76 puntos más que Joe. Todos ellos se veían poco fuera del terreno durante la temporada, pero se reunían cada que había oportunidad, como El 23 de mayo después de un juego ante Boston, Joe invitó a Dom a cenar en casa, Dorothy Arnold cocinó en esa ocasión. Una semana después, el 30 de mayo en una doble cartelera en Boston, Joe pegó 2 hits, pero sumó 4 errores. Todo quedó entre familia.
Para el 16 de junio, Joe DiMaggio empató la marca de los Yankees con 29 juegos consecutivos que compartían Earle Combs y Roher Pakinpaugh. Aquel día derrotaron a los Cleveland Indians, que contaban con un gran equipo, 6 carreras a 4. Joe cosechó solo 1 hit en cinco turnos. Esa victoria coronó el octavo triunfo consecutivo del equipo en el calendario en ese momento.
La gloriosa marca de 56 partidos nunca estuvo más en juego como aquel 24 de junio ante St. Louis Browns. Se hubiera truncado en 35 y nadie hablaríamos de Joe en ese sentido. Era el séptimo inning, él mánager de los Browns le ordenó a Bob Muncrief que cediera una base intencional a Joe, que hasta el momento no había podido pegar hit en tres turnos. Con esa acción, DiMaggio seguramente no tendría otra oportunidad de ir al bat, como así sucedió y todo hubiera finalizado ahí. Pero, Moncrief se negó y acto seguido DiMag envió la pelota de hit continuando así la seguidilla de forma milagrosa.
Nunca se le vio a Joe DiMaggio bajo presión, era parte de su temperamento innato. Además, por recomendación médica debía controlar su estrés para no afectar más su enfermedad péptica. Quizás, cuando estuvo más ansioso fue al llegar a los 40 juegos consecutivos, fue entonces que esbozó algún comentario acerca de la racha. Fuera de eso, él disfrutaba del juego y parecía que la presión era más para sus adversarios. Siempre estaba concentrado. El récord de 44 juegos impuesto por Wee Willie Keller en 1897 se percibía en el horizonte, ya lucía al alcance.
El 1 de julio se suscitó una de las historias más cómicas y peculiares de estos dos meses, fue en una doble cartelera de la rivalidad Yankees-Red Sox. “Tom, ¿tú tienes mi bat? cuestionaba DiMaggio a Tommy Heinrich, el entonces jardinero derecho del equipo. “Tengo uno tuyo, pero no es el que usas con regularidad”, respondió Heinrich. “Úsalo”, le recomendó al Yankee Clipper al ver su cara de interrogante. DiMaggio había utilizado solo un bat en la racha, era de la marca Louisville Slugger de 35 onzas y 36 pulgadas, el cual no aparecía por ningún lado. Joe lo sumergía en aceite de oliva por dos semanas al estilo de Ty Cobb para “hacerlo más ligero”. Algunas veces optaba por colocarle brea para tener mejor agarre.
Aquel día, al verse sin hit en dos turnos previos, le hizo caso a Tommy y recurrió al bat que él mismo le había prestado a su compañero. En su tercer turno consiguió el imparable que representó el juego 44 consecutivo y empató la entonces marca de Willie Keller. Lo hizo con un bat al que no estaba acostumbrado. Una semana después se supo que un chico de Newark había robado el famoso bat consentido y hasta entonces extraviado, Joe lo recuperó. Así continuó el resto del tiempo durante uno de los logros más grandes del béisbol. Ese mismo bat, posteriormente se lo regaló al comediante Lou Costello. Cuando le preguntaron por qué se lo entregaba a él, respondió: “Porque me hace reír.”
Y, ¿dónde está ese bat ahora? Nadie lo sabe, se volvió a esfumar. La hija de Costello declaró que tras la muerte de su padre obsequió el valioso objeto a Billy Martin, un ex-pelotero de los Yankees en los 50s y que fue campeón con ellos como mánager en los 70s. A Martin le gustaba la vida nocturna y tenía una personalidad polémica. Él aseguró que lo había perdido en uno de sus tantos cambios de residencia, la verdad acerca de esto no se ha confirmado y lo único que se sabe es que el bat no tiene un paradero conocido.
La pelota con la que consiguió batear de hit en 45 juegos seguidos, superando a Keller, fue subastada en el 2007 por un valor de $63,250 dólares. DiMaggio frenó en 56 su racha, existe el rumor de que perdió 10 mil dólares garantizados si hubiera llegado a 57, este dinero se lo había asegurado la marca “Heinz 57”, famosa por sus salsas cátsup. En esos juegos se enfrentó a cuatro lanzadores que en el futuro serían del Salón de la Fama, como: Lefty Grove, Hal Newhouser en un par de veces, Bob Feller y Ted Lyons.
En ligas menores, hilvanó 61 juegos consecutivos con al menos un hit. Después declaró: “Batear un hit, es lo más importante en mi vida”. Un logro de esa magnitud no era nada nuevo para él. Cabe señalar que en Ligas Menores no es ese el récord, el cual le pertenece a Riy Wilhoit con 69 juegos en 1919. La singular marca de Joe Dimaggio en Las Mayores, según estadistas, luce inalcanzable. De acuerdo con diversos análisis matemáticos es difícil de replicar. Se instaló en 56 juegos, aunque bien pudieron haber sido 73, ya que después de truncarla en el juego 57 logró hit en 16 juegos consecutivos más.
¿Cómo fue la noche en que todo terminó? Decidió caminar junto a Lefty Gomez las seis o siete cuadras que separaban al antiguo Cleveland Hotel del Cleveland Stadium. Algunas versiones dicen que se fueron en taxi, pero el mismo Joe desmintió esa aseveración. Él sabía que iba a enfrentar al zurdo Al Smith, al que conocía en juegos de Ligas Menores. No estaba demasiado preocupado. Tampoco estaba en el guion que no bateara ni un solo imparable, sin embargo, no pudo conseguirlo en tres turnos.
Smith fue el artífice, pero en gran medida se lo debió a la defensa estelar del tercera base Ken Keltner, quien mitigó sendo par de rodados a guante volteado y sobre la línea de foul que amenazaban con irse a lo profundo del jardín izquierdo, logrando hacer out a Joe en la primera base. El defensivo llegó al juego con una nota mental: “Debo de jugarle a Joe un poco más atrás y hacía la línea”. DiMag le preguntaría años después a Keltner sobre por qué había elegido jugarle de esa forma. Ken le contestó: “Sabía que no ibas a intentar ningún toque de bola y lo único que quería era proteger un posible extrabase.” Ese era un excelente análisis, DiMaggio nunca hizo un toque de pelota para intentar embasarse durante esa racha, además solía jalar demasiado la pelota ante las curvas de lanzadores zurdos.
Keltner salió del parque resguardado por la policía local, cuando al día siguiente preguntó: ¿Qué pasó anoche, por qué tanta seguridad a mi alrededor? Alguien le respondió: “Bueno Ken, debes de saber que tienes muchos amigos en Cleveland y sólo jugamos a lo seguro.” Dos meses muy especiales en la historia del deporte habían culminado. Joe tenía ya el respeto y la admiración bien ganados de parte de propios y extraños.
Joe DiMaggio les dijo a los periodistas: “No puedo decir que estoy agradecido de que haya terminado, por supuesto que me hubiera gustado seguir bateando tanto como pudiera”. Minutos después le pidió al entonces novato y futuro salón de la Fama Phil Rizutto que lo esperara, un guardia del estadio los sacó por una puerta lateral. Deambularon hacia el hotel, a mediación del camino Joe ingresó en un bar y le sugirió a Phil que siguiera solo a su destino. DiMaggio había olvidado su cartera, Rizutto le prestó 18 dólares y se marchó. Joe no era el tipo que se pudiera definir aficionado a la bebida, ese día quería solamente ahogar sus penas.
“Para Joe DiMaggio: de parte de sus compañeros del equipo New York Yankees, expresando nuestra admiración por tu récord obtenido con la racha más larga de juegos consiguiendo al menos un hit. 1941”. Era la nota en aquel paquete envuelto que Joe recibió como presente. Ya eran finales de agosto y sus compañeros lo abordaron en una habitación del hotel Shorehan de la ciudad de Washington. El coro de jugadores entonaba al unísono la melodía: “Porque es un buen compañero”, al abrir el empaque Joe se encontró con un humidificador de puros fabricado en plata especialmente para aquella ocasión por la joyería Tiffany. Por el lado frontal estaba grabado el número 56, correspondiente al total de juegos y en la parte trasera el número 91 que fue el total de hits obtenidos en ese segmento de juegos. Fue trabajo de Lefty Gomez llevarlo a ese dormitorio que compartían Johnny Murphy y George Selkirk. Una grata sorpresa. Este humidificador sería subastado y alcanzó un costo de $12,075 dólares después de la muerte de Joe. Ese obsequio lo mantuvo toda su vida como algo muy valioso para él.
La combinación de habilidad y gracia exquisita que Joe DiMaggio aportó al arte del juego fue algo que ninguna estadística del béisbol puede medir, debimos haberlo visto para creerlo y sobretodo para apreciarlo. El reconocimiento al fin llegó y a manos llenas.