Dayton es conocida mundialmente por los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra de los Balcanes y por ser la cuna de los hermanos Whright, pioneros de la aviación, pero también debería ser conocida por ser el lugar de nacimiento de dos de los mejores jugadores de las grandes ligas en toda su historia, Roger Clemens y Mike Schmidt.
Y es que, de lo que no hay ninguna duda (más allá de aquellos que desempolvan números de jugadores amateurs que fumaban, bebían y malcomían cuando el béisbol se jugaba con palos y piedras, simplemente a los solos efectos de demostrar erudición) es que el considerado uno de los mejores bigotes de la historia de la MLB (Para Baseball-Reference el sexto, si bien para Blache Report no pasa del treinta y dos), es el mejor jugador de la historia de los Phillies y el mejor tercera base de todos los tiempos, y que cambió la historia del equipo de la ciudad del amor fraterno, consiguiendo tras un siglo de fracasos, por fin, un anillo; entrando en el Salón de la Fama en la primera inducción con un 96’5 % (afirmar esto no contradice que el Hall of Fame sea un circo, un fraude e indicativo de nada).
Su palmarés es impresionante, sobre todo para alguien que desarrolló toda su carrera en los Phillies. All Star en 12 ocasiones, Un campeonato de las World Series, 3 MVP de la Liga Nacional, 10 guantes de oro (8 consecutivos), 6 bates de plata, 8 lideratos de Home Runs de la Liga Nacional, 4 lideratos de la Liga Nacional en carreras impulsadas. De hecho, en los años 1980, 1981 y 1986 fue: All Star, MVP de la Liga Nacional, guante de oro, bate de plata, líder en home runs y en carreras impulsadas. En 1984, solo le faltó el MVP, y en 1983, además, el liderato en carreras impulsadas.
Pero es ese título de 1980 su gran gesta, no es bastante con destacar su MVP pues fue el artífice del mismo. Pero reiteremos, es difícil explicar la dimensión del título sin tener en cuenta que nadie dudaba que era imposible que la cenicienta de las grandes ligas durante un siglo alcanzase el anillo. De hecho, hasta ese 1980, la franquicia Pensilvania no había logrado no solo el anillo, sino que, únicamente, había alcanzado, dos títulos de su liga (1915 y 1950) y ello pese a tratarse de uno de los conjuntos fundadores. Además, Mike con anterioridad llevó a sus Phillies a alcanzar el título de división desde 1976 a 1978, lo que no deja de ser otro hito, así como también lo fue llevar a los Phillies a las Series Mundiales de 1983, en las que los Baltimore Oriols resultaron muy superiores a los de Filadelfia.
Fue el primer jugador en la historia del béisbol en alcanzar un contrato superior a 500.000 $, en concreto 561.000 $, en 1977, serían 2.398.015 $ de ahora, algo ridículo comparado con los salarios actuales.
Más allá de ser un grandísimo jugador tan en la ofensiva como en la defensiva nos encontramos ante tal portento físico, que, el tan importante en la explosión de Mike Schmidt, Pete Rose afirmó: “Por tener su cuerpo le daría el mío y el de mi mujer y además le pagaría dinero”. Un Pete Rose cuya rehabilitación siempre defendió Mike, así como también dejó claro que si él hubiese vivido la época de los esteroides hubiese sido uno más, como todos; aunque luego lo matizase, lo dijo. Y es que si algo resulta evidente es que Mike Schmidt jamás fue hipócrita, algo tan común en las Grandes Ligas, en que la necesidad de ser buenista va por delante de la de respirar.
Hijo de los gestores del Phillips Aquatic, –fundado por bisabuelo de Mike y aún abierto en la ciudad de Aurora- trabajó como socorrista en el mismo compaginándolo con sus estudios y su juego. Sus padres, Jack y Lois Jane, se obsesionaron en dar a su hijo una ética de trabajo por encima de famas y focos, ética que jamás abandonaría Mike. Su única gilipollez, integrar una fraternidad, de estas patéticas, en su época universitaria, en la que ya era un jugador de éxito, llevando a su Universidad de Ohio a las semifinales de las College World Series de 1970 y resultando elegido en el All-American Team de ese año, en su puesto de tercera base por supuesto.
Mike Schmidt Sería elegido en segunda ronda (elección 30) por los Phillies, no perteneciendo a ninguna otra franquicia (1972-1989), en su periplo MLB. Obviamente, su 20 se encuentra retirado (así como también lo está su número 10 en la Universidad de Ohio) y podemos encontrar una estatua suya a la entrada de la tercera base del coliseo Phillie. En esas 18 temporadas jugó 2.404 partidos, de ellos 2.324 como titular, 2.212 como tercera base, 157 como primera base, 24 como shortstop, 6 en segunda base, 56 como pinch hitter, y 4 como pinch runner.
Su vida tras colgar el bate fue muy discreta y apartada de los focos, no trasladándose a los banquillos, no pasando su relación con el béisbol de escribir algunos artículos e intervenir como comentarista ocasional o fijo discontinuo, incorporándose como entrenador en la estructura Phillie en 2002 en un breve periodo e interviniendo como entrenador de tercera base del combinado americano en la Clásico Mundial de 2009. Y es que en lo que ha destacado Mike Schmidt desde su retirada es en las obras benéficas, desde torneos de golf y pesca hasta vinos.
Para corazones sensibles, amantes de los libros de autoayuda, coleccionistas de sobres de azúcar con citas y demás Coelhitas, siempre quedará su discurso de retirada lleno de lágrimas y agradecimientos a Dios, así como su lucha victoriosa frente al cáncer.