Este artículo es una continuación de Rickey Henderson. El ídolo (parte I).
Ahora que lo veo en retrospectiva, su fisonomía estaba diseñada para correr. Piernas y core de acero, músculos muy desarrollados, poca grasa corporal. Pese a su corta estatura, poseía una zancada larga. Todo en conjunto le permitiría tener gran potencia en el arranque, equilibrio, aceleración, mantenimiento de la carrera.
Su sprint más rápido registrado fue de 31 ft/s. eso es 9.44 m/s. Comparándolo con el pelotero más veloz del 2020, Roman Quinn de Philadelphia Phillies, Henderson es considerado más rápido que Quinn, ya que este último consiguió su carrera más rápida a una velocidad de 30.2 ft/s.
“Rickey fue una rareza genética”, así lo expresó José Canseco en su famoso libro delator donde aborda el tema de los esteroides. Además, agregó: “Rickey nunca uso drogas para mejorar su rendimiento (PED), era tan orgulloso que decidió demostrar sus habilidades de manera legítima para distinguirse de los demás”. Rickey Henderson siempre supo alejare y salir limpio de esa nube de PED que rondaba la MLB.
Con esos atributos físicos, Rickey fue un gran corredor de futbol americano, eso me remonta a su época de preparatoria en Oakland, donde fue uno de los jugadores más destacados de su generación en toda la nación junto a Dave Henderson y Ronnie Lott, quienes también jugaron en el área cercana a San Francisco. Dave, futuro compañero de Rickey en los Athletics y Ronnie, futuro Hall of Famer de la NFL. Tenía mucho talento para el emparillado, sin embargo, Rickey escuchando al consejo materno se decantó por el béisbol.
Otra rareza, si me permiten describirlo así, fue que Rickey aprendió a batear desde su infancia del lado de los diestros pese a lanzar con su mano izquierda. Solo han existido 6 peloteros, no lanzadores, con estas características en la historia del béisbol.
Cambiando de tema, su manera de capturar un fly enviado a su posición forma otro de los ritos icónicos con el que lo recuerdo. Calculaba el vuelo de la pelota que emprendía camino al jardín izquierdo, se colocaba debajo de ella con sus piernas semiflexionadas, golpeaba su muslo derecho en dos ocasiones con el guante de su mano ipsilateral y con displicencia máxima capturaba a una sola mano la bola, además agregaba un movimiento hacia afuera al momento de que hacía contacto con ella, en inglés fue conocido como “snatch” o arrebato, un ademán con el que daba a entender de que tenía todo bajo control.
Tocando este punto, hay una cosa de las que poco se habla sobre él, su defensiva. Sus logros ofensivos muchas veces opacan lo que él podía hacer con el guante. Su capacidad de atacar los batazos que iban de línea, capturarlos y después lanzar a la segunda almohadilla es de las más vertiginosas que se han visto en la historia. En 1981 se convirtió en el primer left fielder en ser líder de la MLB en outs conseguidos en una temporada desde 1920
Si algún día me dedicara a enseñar los fundamentos del béisbol, les diría con total convencimiento a mis pupilos que vieran jugar a Rickey, siempre se las ingeniaba para mantener un buen balance corporal en cada jugada que realizaba. Al momento de batear, de correr las bases, de fildear, siempre con equilibrio, permaneciendo con su centro gravitacional lo más bajo posible al suelo, en adecuada flexión de piernas.
Por otro lado, existe la contraparte a todo esto, una faceta de Rickey Henderson entre descriptiva-señaladora-mítica. De la misma forma que lo ha catapultado a ser un tipo trascendente, singular y divertido. Un Rickey que fue ególatra, radical, arrogante, excéntrico, bobo, raro, diferente, misterioso, antigregario, un tanto displicente, showman, que hablaba en tercera persona al referirse a sí mismo. La mejor forma de resumir todo esto es hacer referencia a Rickey, siendo Rickey, frase legendaria que tiene que ser evocada cada vez que se hace alusión a lo antes descrito.
A las nuevas generaciones les digo que, antes del “Manny, siendo Manny” por el que conocimos a Manny Ramírez o por el que hoy reconocemos a Manny Machado, existió el “Rickey, siendo Rickey” que también trae a colación a su instintiva y misteriosa habilidad para electrificar a las multitudes. Muy entusiasta, el showman se hacía notar en cada partido porque adoraba elevar las almohadillas entre sus brazos tras conseguir un robo de base o se regodeaba de manera jocosa al batear un jonrón y correr por el diamante, algo que hoy observamos en Fernando Tatis, jr, todo eso polarizaba a las multitudes.
Así mismo, su manera de conversar o recitar un discurso, con franco ileísmo. Es decir, refiriéndose a sí mismo en tercera persona, lo hacía diferente a todos. Su hablar, en ocasiones inocente, lo hizo proclive de que lo acusaran en innumerables oportunidades de ser indiferente a su entorno.
Como aquel día, cuando superó a Lou Brock como el máximo robador de la historia, mencionó un discurso en el que cerró diciendo: “Lou Brock fue el gran símbolo de los robos de base, pero hoy, yo soy el más grande todos los tiempos”, se le tachó de engreído. Poco después, el mismo Brock dijo que le sugirió a Rickey que escribiera dicho discurso para que lo leyera, a Rickey Henderson se le olvidó colocarlo en su bolsillo y tenerlo listo para ese momento, debió improvisar y resultó traicionado por los nervios de la ocasión.
Algunas veces, fue captado hablando solo y tenía fama de interactuar poco con sus compañeros en el juego. Desde mi punto de vista, esto tiene su justificación si partimos desde la perspectiva que Rickey era un genio y como tal, poseía la capacidad de ver las cosas diferentes a los demás. Esa manera de interpretar su entorno lo hacía actuar de esa manera.
Detrás del personaje excéntrico de “Rickey, siendo Rickey” nos encontramos a un hombre sensible, siempre agradecido con cada una de las personas que formaron parte de su vida y que lo ayudaron en su carrera. Empezando por su madre, su madrina quien lo incentivó a robar bases, ella lo motivaba dándole 25 centavos de dólar por cada base que se robara y por cada hit conectado.
A sus compañeros de equipo, también les tenía mucho aprecio y reconocimiento. Alguna vez se refirió a Don Mattingly, Dave Winfield y al mánager Bill Martín como unos maestros, ya que les aprendió muchas cosas del deporte, con ellos coincidió en los Yankees, Así mismo, a Tom Trobelhorn le reconoce el mérito de ser él quien lo ayudó a robar más bases estando en sus primeros años como profesional, él se tomó el tiempo para enseñarle. Al scout Jimmy Guinn siempre le agradeció haberlo llevado a los Athletics directamente desde la preparatoria.
Además, Rickey era un jugador con una ética de trabajo como pocas, con un gusto y respeto por el juego que elevaba su nivel de concentración a tal grado que lo hacían dedicarse solo a jugar, no había en él un espacio para las distracciones, no hacía otra cosa diferente en ese momento más que jugar al béisbol.
Un ejemplo de esto es que, a muchos peloteros les da temor lesionarse mientras corren las bases, Rickey era diferente, aún con sus hombros, cuello, muñecas o brazos lesionados, pocas veces se quejó, seguía jugando. Nunca cesaba su búsqueda por la siguiente almohadilla, era común verlo en los entrenamientos con alguna articulación vendada y el hielo encima a manera de antiinflamatorio.
Pienso en sus adversarios, como binomio lanzador-receptor te sientes exhibido y vulnerable si un corredor logra estafar una base a costa tuya. Rickey hacía latir más de prisa el corazón de sus rivales si él se encontraba en los senderos. Sin duda los contrincantes sufrían viéndolo acechándolos en las almohadillas. Algunos equipos aflojaban con agua la zona de tierra que circunda las almohadillas para evitar que corriera con comodidad en una clara falta antideportiva.
Una manera compacta y directa de entender su filosofía ante el juego y que en lo particular me encanta, es cuando mencionó: “Robar una base es un arte, como batear un jonrón es un arte para ciertos peloteros. Es algo que vas a querer hacer una y otra vez, no debes tener miedo de fallar”.
“Si fallas, no hay nada peor que ir de regreso al dogout con un trote lento, tú solo en medio de la celebración del infield rival. Duele porque piensas: he corrido y él me venció. Pero debes tener el carácter para regresar y volverlo a intentar”.
“Si mi uniforme no se hubiera ensuciado, yo no hubiera trascendido en el juego de béisbol”. Esta última frase se encuentra inmortalizada en su placa del Salón de la Fama en Cooperstown.
Poco más de 20,000 jugadores en la historia han practicado este deporte a nivel profesional en la MLB desde 1871. El ser el número 1, el 14 o el 51 es un gran honor. Siempre he pensado que, Rickey es el tipo de pelotero que veré una vez en mi vida. Quizás no aparezca otro jugador parecido en otros cincuenta años. En la actualidad, a sus 62 años creo que sería capaz de estafar 20 colchonetas más. Sin duda exagero un poco, pero tampoco dudaría que así fuera, ya que demostró gran longevidad. Robó al menos una base en cuatro diferentes décadas.
Que ¿era arrogante? Pamplinas, eso no lo creo. Ególatra, es posible, pero divertido. El Coliseo del Condado de Alameda fue testigo de muchas de sus hazañas, en la actualidad, los Oakland Athletics nombraron a la superficie del terreno de juego “Rickey Henderson” en honor a él.
Los tiempos no son los mismos, esta es la vida. Hoy mis padres ya no están, Rickey no juega más, yo ejerzo la medicina. Mi familia se mantiene en mi memoria, “Rickey, sigue siendo Rickey”. En mi caso, nunca dejé la natación, el atletismo, ni el baloncesto que en casa me inculcaron; pero, si antepuse mi gusto por todo el entorno que envuelve al béisbol sobre el resto de los deportes. La única manera de entender a Rickey Henderson es saber que nunca compitió contra otros, él siempre compitió contra sí mismo.