Solo un lanzador en toda la historia ha conseguido hacerse con siete Cy Youngs, solo un lanzador en toda la historia ha conseguido Cy Youngs consecutivos con dos o más equipos, solo un lanzador ha conseguido ser Cy Young con Red Sox y Yankees, solo un lanzador ha conseguido ser Cy Young con cuatro equipos distintos, solo un lanzador ha conseguido Cy Youngs con dieciocho años de diferencia, solo un lanzador ha conseguido 20 SO en un solo partido, dos veces. Y es que solo existió un Roger Clemens, el más grande pitcher de la historia estigmatizado por un presunto uso de esteroides pese haber sido absuelto, la gran prueba del chiste malo que es el Hall of Fame de las Grandes Ligas, que le ha negado la entrada, y de lo miserable de la Caza de Brujas, gran cáncer de nuestro deporte desde ya hace demasiado. “Yo no jugué a béisbol para llegar al Hall of Fame”, ha declarado recientemente.
También se le crucificó por “adultero”, sí, por adultero.
Nacido en Dayton (Ohio), la ciudad que acabó con la guerra en los Balcanes, el 4 de agosto de 1962, vino al mundo el mismo día que lo dejó Marilyn Monroe (cada vez existen más pruebas concluyentes de que falleció antes de la medianoche), si bien ya acudió a estudiar a Houston en su época de instituto, siempre fue su ciudad.
Y lo más importante, bajarle del montículo trajo consigo los dos grandes desastres de la historia de las grandes ligas: el sexto partido de las Series Mundiales de 1986 y el séptimo partido de las Series Mundiales de 2001.
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Elegido en la duodécima ronda del draft de 1981 por los Mets (no hace falta repetir que el draft merece el mismo respeto que el Hall of Fame) decidió no firmar y pasar por la Universidad de Texas, período fundamental en su formación, universidad de la que marchó a los Boston Red Sox, donde se convirtió, indiscutiblemente, en el mejor pitcher de su historia, discutiblemente cuando llegó Pedro Martínez.
Doce temporadas con los Red Sox desde 1984 a 1996, con los que no consiguió cambiar la historia patirroja, pese a que hizo todo lo posible para ello, su palmarés personal sí recibió méritos: 3 Cy Youngs, 1 MVP, 3 lideratos en victorias, en ERAS y en SO; 3 All Stars.
Rechazando una oferta de renovación mareante, pasó a Toronto Blue Jays, donde jugó en las temporadas 1997 y 1998, viviendo sus dos mejores años en cuanto a distinciones, en ambas temporadas se llevó el Cy Young, consiguiendo la Triple Corona, y acudiendo al All Star Game.
De allí se mudaría a los Yankees donde, por fin, alcanzó el anillo y en dos temporadas de forma consecutiva, 1999 y 2000, el año siguiente se llevaría otro Cy Young al zurrón. Finalmente en 2003 decidió retirarse………..Pero claro se encontraba aún en la cima de su carrera, y su ciudad y su gran amigo Andy Pettitte le “obligaron” a volver a coger el guante, en ese 2004 volvería a ser Cy Young y al año siguiente, 2005, llevaría a los Astros a su único título de la Liga Nacional, finalmente se retiraría con los Yankees en 2007, representando al equipo nacional americano en el Clásico Mundial de 2006.
¿Su estilo? Diestro, agresivo, ponchador, con gran repertorio de lanzamientos y con una capacidad para acumular lanzamientos y entradas por encima de cualquier otro lanzador. Exactamente lo que anhela cualquier franquicia en la actualidad, y es que, sí Roger Clemens hubiera vivido estos tiempos sería el mejor pitcher de las grandes ligas y de largo.
Si preguntas a cualquier seguidor de los Red Sox quien fue nuestro mejor pitcher de la historia te diremos todos sin excepción que Pedro Martínez, quien sabe si porque no nos podemos permitir pensar ni un solo momento que el lanzador más grande de nuestro equipo es un tipo que se hizo muy grande con los Yankees, lo que lo hace tan odiado en Fenway; y es que la grandeza de Rogers Clemens llevaba inherente, como no podía ser de otro modo, una enorme antipatía por parte del entorno y afición beisbolística que confundía maliciosamente la necesidad de Roger Clemens por reservarse en los últimos años de su carrera con el mayor de los divismos.
“Desearía que estuviera aquí jugando para que viera cuan valioso soy”, contestó Roger Clemens, al formidable, pero no demasiado listo, Hank Aaron cuando este espetó dudas sobre la valía de nuestra leyenda.