En octubre de 2014 Pablo Sandoval había tocado el cielo y estaba considerado uno de los mejores tercera base del planeta béisbol. Recién conseguido su tercer anillo en cinco años con los San Francisco Giants, con el título de MVP de las series mundiales de 2012 y después de haber estado siete temporadas con los de la bahía, el venezolano protagonizó uno de los fichajes más sonados de la agencia libre al firmar por los Boston Red Sox por un periodo de cinco años y un total de 95 millones de dólares. Sin duda parecía un acierto de los de Boston, que se hacían con uno de los jugadores más valorados para cubrir una de las posiciones en las que más problemas estaban teniendo.

El problema es que el venezolano no ha estado al nivel que se esperaba de él ni de lejos, pasándose incluso toda la temporada anterior lesionado. Su rendimiento ha sido muy pobre y los Red Sox han acabado por tirar la toalla, dejándole libre a pesar de que aún le restaban por abonar 48 millones de dólares por los dos años y medio de contrato que aún les unía.
Los de San Francisco se apresuraron a hacerle una oferta de liga menor que el venezolano acabó aceptando y que le permitirá volver a tener a su jugador franquicia en tercera base en breve, de vuelta con el equipo grande, pero a un precio de ganga, una buena inversión para un equipo que necesita reinventarse y al que una apuesta de este tipo les supone un riesgo muy limitado y fácil de subsanar en caso de que no salga bien.
Pero el regreso de Sandoval no ha sido todo lo fácil que le hubiera gustado. Y es que cuando se fue a Boston no se le ocurrió nada mejor que realizar unas polémicas declaraciones en las que afirmó que “no tenía ningún respeto por la organización y que sólo respetaba al manager Bruce Bochy y al jardinero Hunter Pence”. Ni que decir tiene que estas palabras no sentaron nada bien a la parroquia californiana, de ahí que el regreso a San Francisco ha forzado al jugador a tener que emitir un comunicado en el que afirmaba que “siempre amé y valoré a la organización de los Gigantes, mis compañeros en los Gigantes y los fanáticos de San Francisco. Cuando dejé a los Gigantes, mis comentarios fueron emocionales, insensibles, y estuve mal aconsejado. Realmente lo lamento y me disculpo por mis acciones. Estoy comprometido a trabajar duro para el éxito de los Gigantes.” Y es que uno es esclavo de sus palabras de por vida, de ahí que Sandoval haya buscado apaciguar los ánimos de la que volverá a ser su fanaticada, ahora que la marea le ha mandado de vuelta desde las costas del Atlántico a las del Pacífico.

Sus nuevos (o viejos, depende cómo se mire) compañeros no han tardado en quitar hierro al asunto y en afirmar que las palabras se las lleva el viento y que no importa nada lo que dijera Sandoval en el pasado, y que mientras les ayude a ganar partidos será muy bienvenido en el equipo. Ahora queda saber si la parroquia de San Francisco será tan magnánima con el venezolano o si le recordarán sus palabras cada vez que salga a batear. De momento Pablo Sandoval está en ligas menores, pero no tardará en ser llamado al equipo grande y entonces veremos si el reencuentro entre jugador y aficionados es tan plácido como lo ha sido con sus antiguos compañeros.
Pase lo que pase sería bueno que todos los peloteros midieran bien sus palabras de hoy en adelante, porque si algo nos enseña la noria de la vida es que un giro a la derecha bien puede volverse en tu contra con mucha facilidad y que eso de “donde dije digo, digo Diego” hay veces (muchas) que no funciona.