Pese a haber alzado recientemente la Serie Mundial, en 1966, y haber disfrutado de una buena campaña un año antes, bajo la batuta del manager de primera año Earl Weaver, el cuento de hadas se desmoronó en la eliminatoria decisiva ante los New York Mets. Los Orioles salieron a terminar el trabajo en el primer año del nuevo decenio.
Baltimore rozó la excelencia en todas las fases del juego, personificada en el primera base Boog Powell, que firmó el mejor curso de su carrera. Powell conectó 35 jonrones, impulsó 114 carreras y ganó el premio a MVP de la Liga Americana. Los Robinsons, Frank y Brooks, aún sobresalían pese a tener ambos más de 30 años de edad. Frank Robinson jugó en el jardín derecho, anotó 25 cuadrangulares y acumuló un porcentaje en base (OBP) de .398. Por su parte, Brooks Robinson, desde la tercera base, elevó 18 jonrones y remolcó 94 carreras.
Davey Johnson, conocido ahora por su carrera en los banquillos, era un segunda base de 27 años que acumuló un OBP de .360. Don Buford – con un porcentaje de bateo de .272 y un OBP de .406 – y Paul Blair – con un OBP de .344 y un porcentaje de slugging de .438 – no se quedaron atrás en sus contribuciones al ataque. Merv Rettenmund proporcionó fondo de armario como cuarto jardinero y aprovechó su papel en la sombra con 18 cuadrangulares a su nombre.
El pitcheo no era menos destacable, a razón de tres pilares que encabezaron la rotación de Baltimore. Dave McNally ganó 24 partidos con un promedio de carreras encajadas (ERA) de 3,22 mientras Muke Cuellar triunfó tantas veces como su compañero con un ERA de 3,48. Jim Palmer, entonces de 24 años de edad, trabajó durante más de 300 entradas, registró 20 victorias y sumó un ERA de 2,71. Jim Hardin y Tom Phoebus se encargaron del resto con 40 aperturas entre los dos y promedios que empezaban por 3.
El prematuro juego divisional
La temporada 1970 era la segunda de existencia de la AL East y el juego divisional. Antes de 1969, cada liga simplemente enviaba a su mejor equipo directamente a la Serie Mundial. La división Central no existiría hasta 1994, por lo que seis equipos se alineaban en el Este y en el Oeste y los ganadores de cada sector se enfrentaban en la serie por el campeonato de la liga (LCS). Los Detroit Tigers, ganadores del título hacía apenas dos años, eran el principal rival de los Orioles.
Baltimore empezó con velocidad de crucero y antes del inicio del verano ya ocupaba la primera posición con un claro registro positivo de 29 victorias y 13 derrotas. Detroit estaba a nueve partidos, mientras que los New York Yankees quedaban cinco encuentros y medio por detrás. No obstante, el principio del periodo estival ralentizó a los Orioles y se marcharon al parón del All-Star con un récord de 54-33, seis por encima de Detroit y siete de New York.
Después del partido de las estrellas, los Orioles respondieron a la derrota en una seria ante los Minnesota Twins, eventuales campeones del Oeste, con nueve triunfos en sus siguientes 12 compromisos. Los Yankees eran el aspirante más cercano, a ocho partidos y medio, y Baltimore viajaba al Bronx para una serie que se antojaba crucial. El fin de semana en la Gran Manzana formó gran parte de las 22 victorias que acumularon los Orioles en agosto. Tras pasar el trámite de septiembre, con todos sus rivales en la lejanía inofensiva, el equipo terminó la campaña regular con 108 triunfos y 54 derrotas.
Terminar el trabajo
Con los ojos clavados en el objetivo de la Serie Mundial, los Orioles pasaron por encima de los Twins en la ALCS con un barrido en tres partidos por segundo año consecutivo. El Clásico de Otoño era el premio que buscaba Baltimore y en la eliminatoria decisiva esperaban los Cincinnati Reds, otra potencia en crecimiento con un joven Sparky Anderson a los mandos y su MVP, el catcher Johnny Bench.
Brooks Robinson cinceló el legado de su carrera profesional en la serie. El tercera base promedió .429 al bate y conectó dos jonrones, aunque deslumbró especialmente en el aspecto defensivo con jugadas fuera de lo común y de bella factura en la esquina caliente. Todo en los dos primeros encuentros de la eliminatoria en Cincinnati, en los que Robinson hizo la diferencia y dio pie a la eventual victoria de Baltimore en cinco partidos.
Los redimidos Orioles no se quedaron ahí, pues ganaron otro banderín en 1971 y dos títulos divisionales en 1973 y 1974. Después de hacerse con otro banderín en 1979, la franquicia llegó a la centena de victorias en 1980 y se quedó cerca de otra corona del Este en 1982. El factor común de esta regularidad tenía nombre propio y se sentaba en el banquillo: Earl Weaver. En un giro caprichoso del destino, un año después de la primera retirada del manager, en 1983, los Baltimore Orioles ganaron otra Serie Mundial para poner un broche de oro a 18 cursos de excelencia, de lo que el conjunto de 1970 sobresale como el mejor.