Los Boston Red Sox dejaron escapar una posible dinastía a finales de los años 70. Después de ganar el banderín de la Liga Americana en 1975 con un emergente grupo de jóvenes jugadores, las lesiones golpearon al equipo el año siguiente, perdieron por poco la división en 1977 y 1978 y se difuminaron hasta las 83 victorias en la primera temporada del nuevo decenio. La situación propició el cambio en la posición de mánager de Don Zimmer a Ralph Houk.
Una huelga afectó al béisbol en 1981 y la franquicia registró un respetable récord de 59 triunfos y 49 derrotas. Los Red Sox de 1982 representaron no sólo un punto de superación en la primera mitad de la década, sino que también allanó el camino para el éxito que llegaría en la segunda parte. Boston no aparecía en el radar mediático antes del inicio de la campaña, en la que únicamente un equipo de los siete que componían entonces la AL East avanzaba a la postemporada. Tras una pretemporada sin cambios notables, no había razones para pensar en los Red Sox.
Esperanza y realidad
La primera parte de la temporada cambió rápidamente esa perspectiva. A final de mayo, el registro de Boston mostraba un sólido 30-17 y, mientras que la ventaja en la cabeza de la división sólo era de medio partido, lo era ante los Detroit Tigers, todavía menos respetados que los Red Sox. Jim Rice bateó con potencia y precisión para firmar un promedio de .309, 24 jonrones y 97 RBI. Por su parte, Dwight Evans disfrutó de un gran año con un porcentaje de embasamiento (OBP) de .402, 32 cuadrangulares y 98 carreras impulsadas.

No obstante, el pitcheo fue un problema. Dennis Eckersley y John Tudor firmaron sendas buenas campañas y ganaron 13 partidos con unos ERA por debajo de 3,75. Pese a que ninguno era un as, tuvieron que cumplir ese papel en una rotación en la que el resto de componentes encajaron más de cinco carreras de media. El bullpen confió en Bob Stanley y Mark Clear, que sumaron 273 entradas y ganaron 26 encuentros entre ellos. Pero la cantidad de innings en una temporada de MLB es ingente y tener una parte alta de la rotación y del bullpen descompensados no es la mejor receta para sobrevivir al abrasador verano.
El problema común cuando un equipo carece de pitcheo es la regularidad. Boston llegó a los primeros días de septiembre a tres partidos y medio de la cabeza de la AL East. Sin embargo, los cinco triunfos y nueve derrotas en los últimos 14 duelos regulares esfumaron las esperanzas de otra oportunidad en octubre para Carl Yastrzemski, de entonces 42 años. Con todo y eso, los Red Sox ganaron 89 partidos en 1982 y consiguieron más de lo que nadie preveía. Asimismo, dieron sus primeras oportunidades a jugadores que serían importantes en los éxitos por venir.
El germen del éxito
Entre ellos, un joven Wade Boggs no tenía asegurada una posición regular todavía – no ocurrió hasta después del traspaso de Carney Lansford – pero el tercera base asumió 381 turnos de bateo y anotó un OBP de .406. Su carrera como uno de los mejores bateadores de contacto de su época acababa de comenzar. Marty Barrett subió al equipo en septiembre y relevaría eventualmente al veterano Jerry Remy en la segunda base. El cátcher de 22 años Rich Gedman continuó su desarrollo de cara a convertirse en uno de los backstops ofensivos más productivos del deporte.

La buena noticia es que el pitcheo estaba en camino. Bruce Hurst afrontó su primera campaña de trabajo regular. Pese a encajar 5,77 carreras de media en 19 salidas, ganó experiencia profesional. Hurst sería el segundo abridor en el equipo que ganó el banderín en 1986. Dennis ‘Oil Can’ Boyd fue el tercero en la lista de aquel conjunto ganador y, en 1982, ascendió al primer equipo y debutó en Las Mayores en el último mes del curso.
En definitiva, la temporada 1982 de los Boston Red Sox no se recuerda especialmente en el rico historial del club. No obstante, un equipo que supera las expectativas, aspira al título durante toda la campaña y allana el camino para lo que fueron tres coronas divisionales y un banderín antes del final de la década ha dejado un legado que vale la pena recordar.