La “hipernormalización” es un concepto popularizado por Adam Curtis en uno de sus documentales. El término apareció en los últimos años de existencia de la Unión Soviética, cuando el país estaba viniéndose abajo. Todo el mundo en la URSS, desde los jefazos de la KGB hasta la rata más miserable de Siberia, era consciente de aquello. Sin embargo, el estado se esforzó por trasladar una falsa sensación de normalidad a la población. Esta, acostumbrada a confiar ciegamente en sus gobernantes asumió la mentira. La realidad, totalmente falseada, se volvió “hipernormal”.
En las últimas cuatro décadas, y según el propio Curtis, la “hipernormalización” se ha ido asentando en los países occidentales. Los gobernantes mienten sin pudor y que la prensa destape la farsa no supone ningún problema porque los votantes vemos sus mentiras como algo normal. Donald Trump es el claro ejemplo de la “hipernormalización” en que vivimos. Trump miente constantemente. Lo que ayer nos decía que era rojo, hoy es verde. Y no pasa nada. Trump basó su campaña electoral en repetir que iba a construir un muro que separaría México de los Estados Unidos. Todos nosotros sabíamos que aquello era mentira. Trump sabía que era mentira. Sus asesores sabían que era mentira. Y aún así se dedicaron horas y horas de televisión y radio a debatir sobre aquello.
Otro claro ejemplo de que vivimos en una sociedad “hipernormal” se ha producido en los últimos días. Un amplio sector de la prensa, así como distintos activistas, llevan años mostrando como Nike y otras multinacionales se aprovechan de mano de obra semiesclava de países del tercer mundo en su proceso productivo. A finales de febrero el Washington Post publicó que Nike, en colaboración con el gobierno Chino, tiene fábricas donde gente de la minoría uigur trabaja en condiciones infrahumanas. A raíz de las protestas raciales que se han producido recientemente en Estados Unidos Nike ha sacado un spot en que incita a solucionar el problema del racismo. Nike miente. El racismo no le preocupa puesto que se aprovechan del trato que el gobierno Chino le da a una minoría. Nosotros lo sabemos, y aún así el spot nos parece la cosa más normal.
La MLB parece haberse sumado a la ola “hipernormalizadora”. Las 30 franquicias que componen la MLB son Fondos de Capital de Riesgo. Su objeto-social no es ganar las Series Mundiales, sino maximizar beneficios. Las declaraciones de Jim Crane, propietario de los Astros que dejó marchar a Gerrit Cole, son un prueba clara: “Preferimos no hacer eso (volver a fichar a Cole y pagar el impuesto de lujo a pesar de que los Astros son el mejor equipo de la MLB y con el pitcher en nómina sus opciones de triunfo serían enormes)”. J.P. Breen dejó la postura de Crane muy clara en una pieza publicada en Baseball Prospectus: renovar a Cole “no es un buen negocio para un equipo que está intentando maximizar beneficios”.
Algo muy parecido opinaba Jonah Keri en Grantland en 2014. La gerencia de los Dodgers acaban de hacerse con los servicios de Andrew Friedman y para el periodista la meta de aquella incorporación «no era solo luchar por las Series Mundiales; también se buscaba generar más beneficios para los propietarios».
Durante años, las franquicias de la MLB han hecho todo lo posible por reducir el riesgo financiero y maximizar los beneficios. Hasta 1975 los equipos se aferraban a la cláusula de reserva como a un clavo ardiendo. Recientemente han encontrado otra tabla de salvación en el arbitraje, los límites económicos a la hora de firmar peloteros internacionales, la rondas compensatorias de draft por perder jugadores en la agencia libre o en el caos totalmente desregularizado que son las Menores.
La ley se lo permite. El sindicato de jugadores se lo ha permitido al firmar unos convenios laborales un tanto desfavorables. La MLB ha jugado sus cartas. Los propietarios han puesto su capital sobre la mesa, han asumido un riesgo y han convertido la competición en la gallina de los huevos de oro. La MLB es considerada la segunda competición deportiva más rica del mundo.
Entonces llega la crisis del coronavirus. La liga se postpone y la MLB, sin ningún pudor, les dice a los jugadores que este año no saben cuanto dinero van a sacar. Que lo mismo en vez de beneficios hay pérdidas y que todos están en el mismo barco. Una mentira cochina que ex jugadores como Mark Teixeira o Alex Rodriguez se han apresurado en dar como buena y que muchos otros aficionados han aceptado como un mal menor.
La MLB nunca ha estado del lado de los jugadores. Y nunca lo estará. La MLB lo sabe y los jugadores lo saben. En la primavera de 1995, cuando no se había llegado a un acuerdo para acabar con la huelga que había empezado en el verano del ‘94, la MLB contrató a jugadores de las Menores y de las ligas independientes para que se pudiera jugar. El año que viene, cuando el comisionado y el sindicato se sienten a negociar el nuevo convenio colectivo y los jugadores pidan un aumento salarial basado en el aumento de los beneficios que se han producido en los últimos ejercicios, los propietarios volverán a decir eso de que ellos son los que asumen el riesgo. Por tanto, razonaran, los beneficios son el premio por haber incurrido en ese riesgo. Visto lo visto, otra mentira. Ya saben, lo que hoy es rojo mañana será verde.