“Big Red Machine” fue el sobrenombre que se le dio a los Cincinnati Reds, que dominaron la Liga Nacional de 1970 a 1979, hasta el 78 fueron dirigidos por Sparky Anderson, en el 79 John McNamara cogió las riendas del equipo. Uno de los mejores equipos de la historia. Ganó seis títulos de la División Oeste de la Nacional, cuatro títulos de la Liga Nacional (70, 72, 75 y 76) y dos Series Mundiales (75 y 76). 935 victorias por 657 derrotas, 59,2% de triunfos, una media de más de 90 victorias por año. Fueron el único equipo en 75 años, de la Liga Nacional, que consiguió dos World Series consecutivas, no ocurría desde 1921 y 1922 cuando lo lograron los New York Giants.
Y el sobrenombre del equipo no podía venir de otro lugar, eran unas Máquinas de jugar al béisbol, vestían de Rojo y eran Grandes. Pues no, el nombre se lo puso el periodista Bob Hertzel en 1969, antes de que el equipo fuera lo que fue. En la felicitación de Navidad del equipo, aparecía el entrenador Sparky Anderson montado en un tractor rojo, y podía leerse: “Holiday Greetings from the Big Red Machine.” (Felices Fiestas desde la Gran Máquina Roja). Nunca des nada por sabido.
La columna del equipo fueron los conocidos como los “Ocho Grandes”. Fueron llamados también, “El Gran Club Americano de Béisbol.” En la alineación había tres afroamericanos, tres latinos y dos americanos blancos (Johnny Bench tenía sangre de los nativos americanos). Jugaron 88 partidos todos juntos, de los que sólo perdieron 19, 78.4% de victorias. En paréntesis el lugar que ocupaban en el orden de bateo.
Johnny Bench: Catcher (4). Poder de bateo.
Tony Pérez: Primera Base (5). Hits lejanos.
Joe Morgan: Segunda Base (3). Un poco de todo.
Dave Concepción: Campocorto (7). Gran Shorstop.
Pete Rose: Tercera Base (1). Hits.
George Foster: Jardinero Izquierdo (6). Home Runs.
Cesar Gerónimo: Jardinero Central (8). Gran defensa.
Ken Griffey, Sr.: Jardinero Derecho (2). Velocidad.
La Filosofía del equipo
Los jugadores se decían de todo en el dugout, a Joe Morgan lo llamaban gordo, enano o comilón, se metían con Tony Pérez, también conocido como Doggie -le llamaban así porque “mordía” a los pitchers cuando había jugadores en base, durante 12 temporadas consiguió más de 90 carreras impulsadas- cuando había rumores de que lo querían tradear, “joder Pérez, ¿qué haces hoy aquí? Creíamos que ya habías cogido el avión hacia la Liga Nacional, en la Americana estamos los buenos.” Y eso hacía que “The Machine” fuera diferente. Aquí nadie parecía tener sentimientos, ni ser débil, ni ofenderse, ni discutir. Decías lo que te parecía, si podías herir a alguien mejor, pero siempre entre los del equipo, para los de fuera eso ya era otra cosa. No te molestaban los insultos del equipo rival, ni lo que te dijeran, en este equipo te lo dirían a la cara y multiplicado por mil. Siempre hablaban entre ellos, ganaran o perdieran, en la mayoría de los equipos la derrota es la madre del silencio.
Pete, Johnny o Joe siempre podían entablar una conversación con los periodistas, pero Tony Pérez tenía únicamente una frase, “Mira la bola, golpea la bola.” Así resumía toda su filosofía, golpear la bola, y volver a golpear, y otro hit, y después otro. Pete Rose veía el béisbol como un duelo de pistoleros, dos hombres bajo el sol, cara a cara, un ganador y un perdedor, uno sigue vivo y el otro muere.
Pete era el líder del equipo, los compañeros decían que debías estar cerca de él, para entenderlo, para empaparte de su amor por el béisbol, todos amaban el deporte, pero era sabido que Pete Rose lo amaba algo más que los demás. Y ese amor se fue contagiando a todo el equipo, para dominar un juego debes amarlo con todas tus fuerzas, saber que sólo está el béisbol en tu vida, lo demás es complementario. Ha de ser un amor verdadero, de darlo todo y recibir lo que te toque recibir, que no siempre será lo que crees merecer. El béisbol puede ser muy cruel, pero siempre será béisbol. Pete podía estar con un amigo cenando y divirtiéndose la noche anterior, pero no tenía ningún problema el día siguiente en derribarlo durante el partido si eso le podía ayudar a ganar. Era así, y nadie podía cambiar eso.
Sparky Anderson creó una serie de reglas que todos debían cumplir, llevar el pelo corto, los zapatos totalmente negros, nadie podía llevar barba, no se podía aparecer en público sin chaqueta y corbata cuando ibas con el equipo, no se podía beber alcohol en los aviones…. Reglas y más reglas. Los jugadores se preguntaban, ¿qué hará Sparky si Pete Rose no lleva corbata, echarlo? ¿O si Johnny Bench se deja barba? Pero todos cumplían las normas, porque sabían que no valía la pena romper el ambiente del equipo por unas reglas estúpidas y por luchas infantiles ante normas sin sentido. El pitcher Ross Grimsley fue tradeado cuando empezó a dejarse el pelo largo y no querer cortárselo. Bobby Tolan también fue cambiado cuando empezó a revelarse contra las reglas. En el otro lado estaban los Athletics, ganadores de las 3 World Series anteriores, con su pelo largo, los bigotes y sus apodos excéntricos. Un día Pete Rose le dijo a Sparky, “esta locura de las normas, ¿no crees que Jesucristo podría batear una bola curva?” Los Reds se veían como jugadores de los viejos tiempos, tipos serios y duros. Adoraban las “viejas” creencias, el lugar de un jugador en el lineup es un signo de respeto. Pete Rose siempre bateaba el primero, Joe Morgan el segundo o tercero, Tony Pérez el tercero. El lugar que ocupabas en el line up era el lugar que ocupabas en el béisbol. Joe Morgan le llegó a decir a Pete Rose, “¿Sabes quién te ama Pete? Las mujeres de ochenta años. Esas son tus fans. Porque juegas como los jugadores que ellas solían ver cuando eran jóvenes.”
Siempre les gustaba jugar duro, se pusiera quien se pusiera delante. En un partido contra los Braves Johnny Bench salió a batear, jugadores en segunda y tercera, contacta la bola que va directa a la pierna del árbitro de tercera base, la bola rebota y desconcierta a los jugadores rivales, se anotan las dos carreras y él consigue un doble. Cuando llega al vestuario le preguntan si había golpeado a algún árbitro antes, “quería, pero nunca lo había hecho.” Lee Weyer, el umpire, bajó al vestuario para que Bench le firmara la bola con la que le había golpeado. Un “Sorry” quedó grabado en la bola.
Sparky Anderson empezó a ver el potencial del bullpen, en 1975 uno de cada 15 pitchers terminaban los partidos que empezaban, 30 años después terminaba el partido uno de cada 40. Se dio cuenta que muchas veces se dejaba al pitcher en la lomita para no ofender el “orgullo” del pitcher, quien empieza debe terminar, una de las caducas reglas no escritas del béisbol. Así que hizo comprender a sus abridores que nada era personal, que todo era por el equipo, y que si ese día no estabas bien el próximo estarías mejor, que este era un juego de equipos, no de orgullo. Los relevistas eran “excéntricos”, por llamarlos de alguna manera -esto daría para otro artículo-. Sparky creía que a todos les faltaba algún tornillo, pero los necesitaba, y debía saber tratarlos de manera que se hicieran importantes para el equipo, porque sabía que el bullpen haría campeones a los Reds después de las dos derrotas en las Series Mundiales.
Sparky solía decir que todo gran equipo necesita un jugador que disfrute sacando la basura, y los Reds tenían a Ed Armbrister, que siempre sonreía, no le importaba si lo sacaban de titular o salía para enfrentarse a un solo pitcher, era para el equipo, no era para él, olvidaba cualquier tipo de egoísmo cuando entraba al terreno de juego. Así son los héroes anónimos.
La lucha por los salarios
En 1975 el New York Cosmos fichó a Pelé, con un sueldo muy por encima del que tenía cualquier jugador de béisbol, y esa fue una de las chispas que hizo cambiar la relación de los jugadores con sus franquicias, ese mismo año consiguieron poder ser agentes libres tras 6 años con su primer equipo. Antes cobraban lo que el propietario quería pagar, algunos podían mandarte a Triple A si les pedías demasiado dinero, sin importar que tuvieras unos números excelentes, todo lo movía el dinero, a menos sueldo para los jugadores más beneficio para la empresa. Y todo cambio en 1975, y se notó mucho en el bolsillo de los verdaderos protagonistas. El sueldo medio en el 75 era de 44.000 dólares, en 1979 pasó a ser de 120.000, en el 89 de medio millón y en 1992 ya era de algo más de un millón de dólares.
Algunos criticaron estos aumentos salariales, de un 172% en cuatro años, parecía una auténtica barbaridad. Johnny Bench lo tenia claro. “No creo que esté sobrepagado. No creo que a ningún jugador de béisbol le paguen demasiado. Jimmy Connors cobra 850.000 por jugar dos partidos de tenis. Muhammad Ali gana cinco millones por un combate. ¿Yo? Juego 190 partidos al año, si cuento los de exhibición. ¿Estoy ganando demasiado?” Su sueldo era de 175.000 dólares.
Partidos
Pete Rose no era el jugador más amado de América, sus fans lo adoraban, su competitividad y ese no rendirse jamás. No dejaban de abuchearlo cuando jugaba en los estadios visitantes. Tras un gran partido en Los Ángeles los reporteros le preguntaron como jugó tan bien con ese ambiente hostil. “Juego mejor cuando me abuchean. Así ha sido toda mi vida. Es mejor que los fanáticos se acostumbren. Cuanto más me odies, más te ganaré.”
“Estoy bien Sparky, no me cambies”, le dijo el joven Pat Darcy al entrenador. “¿Estás bien? Donde vas a estar bien es en la ducha.” Después del partido Sparky habló con él, y le hizo entender algo vital en el mundo del deporte: Las decisiones no son personales, es por el juego, si ya no estás ayudando al equipo es momento de salir del juego, sólo tiene que ver con como estás jugando en ese momento, no que seas bueno o malo, porque si estás en las Grandes Ligas ya se sobreentiende que eres bueno.
Pete Rose era un jugador diferente. Era egoísta, jugaba por la fama, el dinero y las estadísticas. Pero por otro lado era generoso. Jugó en seis posiciones diferentes porque lo necesitaba el equipo, y en cinco de ellas fue All-Star. Quería ganar por él y para el equipo, siempre ganar.
“Sabía como hacer mejor a los jugadores. Tal vez eso se deba a la forma en que me criaron para jugar al béisbol. Todos me trataron como a una mierda cuando era un novato. Todos ellos. Excepto los jugadores negros. Frank Robinson. Vada Pinson. Esos fueron los únicos que me trataron como si yo fuera un hombre. El resto de ellos me atacaban. Me hacían correr a primera base cuando la había ganado por una base por bolas. Demonios, cuando tenía nueve años comencé a correr a primera base antes que ir andando, y lo seguiré haciendo cuando tenga noventa años. Así es como mi padre creía que el juego debía jugarse. Pero me trataron como a un perro. Y dije que nunca dejaría que eso le sucediera de nuevo a un jugador joven.”
Pete Rose consiguió 4256 Hits, batiendo el récord de hits de Ty Cobb de 4189. Le preguntaron cuanto sabía sobre Ty Cobb, y no se cortó a la hora de responder. “Lo sé todo sobre Ty Cobb, excepto el tamaño de su polla.” Y cuando le preguntaron por su récord. “¿Sabes de lo que me gusta? Me gusta que la gente diga que van a romper mi récord. Adivina qué. Nadie está ahora rompiendo ese récord. Los primeros tres mil hits son fáciles El béisbol es un juego fácil de jugar cuando estás al 100%. Pero trata de obtener esos hits cuando seas viejo, cuando tu bate sea lento, cuando te duela la espalda. Demonios, fue fácil en el 75. Era joven. Todos éramos jóvenes.”
1975, el gran año.
Sparky empezó la primera charla de la temporada con unas palabras que jamás olvidarían “Chicos, este equipo es como mi televisión. Nadie se mete con ella.” 30 años después, Will McEnaney, confesó. “Ninguno de nosotros entendió jamás de que cojones estaba hablando Sparky.”
Se palpaba en el ambiente que el equipo del 75 iba a ser especial, ganaron 4 partidos en entradas extras durante cinco días, ¿quién dijo rendirse? No perdieron ni un partido cuando jugó el lineup de los “Ocho Grandes.”
Llegaron a las Series Mundiales ante los Boston Red Sox. En el primer partido se enfrentaron a Luis Tiant, cubano. A Tony Pérez, también cubano, le preguntaron por él. “Todo lo que sé de él es que era un héroe nacional en Cuba cuando era un niño en la isla, y ahora es sólo un año mayor que yo.” Los de Boston se llevaron el primer partido por 6-0 en Fenway Park, Tiant lanzó todas las entradas. En el segundo partido la “Big Red Machine” llegó perdiendo a la novena entrada, 2-1, pero le dieron la vuelta al marcador 3-2, y Rawly Eastwick cerró el partido para los de Cincinnati. 1-1 y la eliminatoria volaba a territorio Reds.
El tercer partido también se fue para los de Cincinnati, esta vez los Red Sox empataron a 5 en la novena entrada, pero los Reds anotaron en la parte baja de la décima el 5-6 definitivo, el partido es recordado por una interferencia que los árbitros no vieron y permitieron en esta décima entrada que Gerónimo llegara a segunda, desde donde anotaría la carrera de la victoria. 2-1 para “The Machine.” En el cuarto partido también lanzó Luis Tiant, aunque le anotaron 4 carreras volvió a jugar todo el partido. La quinta entrada de los Red Sox fue demoledora, consiguieron 5 carreras, para llevarse el partido por 5-4. La eliminatoria quedó empatada a dos. En el quinto partido se adelantaron los de Boston en la primera entrada, pero luego la “Big Red Machine” empezó a funcionar, hasta arrollarlos por 2-6. Los de Cincinnati se adelantaban 3-2, a un solo triunfo de las Series Mundiales, y volvieron hacia Boston para terminar las Series.
El sexto partido de las World Series de 1975 fue uno de los encuentros épicos de las Grandes Ligas. Los de Boston se adelantaron por 0-3 en la primera entrada, los de Cincinnati se enchufaron y lograron 6 carreras, todas ante Lus Tiant, 6-3 en la parte baja de la octava entrada. Y apareció el Pinch Hitter Bernie Carbo para conseguir un Home Run de tres carreras y empatar el partido a 6. Carbo explicó en 2010, en la ESPN, que había jugado ese partido puesto hasta arriba de drogas y alcohol, otros tiempos. En la doceava entrada un Home Run de Carlton Fisk ante Pat Darcy dio la victoria a los de Boston por 6-7. “¿No es esto grande?” Preguntaba Pete Rose a todo el que se encontraba, sus compañeros de equipo, los árbitros, los rivales. “¿No es esto grande? Es el mejor partido que he jugado en mi vida. ¿No es esto grande? La gente recordará este partido toda su vida. Vais a contar a vuestros nietos que estuvisteis en este partido. ¿No es esto grande?”
Las Series Mundiales se iban a un séptimo partido.
“La de ayer fue su victoria en las World Series. Hoy es el momento de que nosotros ganemos las nuestra. No vamos a perder este partido. ¿Me escucháis? No vamos a perder esta noche. ¿Sabéis que dirá la gente de nosotros? Que no somos nada. Dirán que somos unos perdedores. Y nosotros no somos unos jodidos perdedores.” Pete Rose siempre fue el líder del equipo.
Los Red Sox se adelantaron 0-3 en la tercera entrada, en la sexta Tony Pérez consiguió un Home Run de dos carreras, 2-3 para los de Cincinnati. Los de Boston estaban a tres entradas de romper la “maldición del Bambino.” “Tras ese Home Run sabíamos que íbamos a ganar”, declararon los jugadores de los Reds tras el partido, y no dejan de repetirlo hasta el día de hoy. Un cliché en el mundo del deporte o lo que pensaban realmente, sólo ellos lo saben. En la séptima Ken Griffey caminó a primera, robó segunda y un Hit, como no, de Pete Rose, sirvió para empatar el partido en la séptima. En la novena Ken Griffey de nuevo estaba embasado, Morgan bateó, la bola pasó por encima de la cabeza de Fred Lynn, que de estar situado unos pasos más atrás la hubiera capturado, un hit y una nueva carrera de la “Big Red Machine.” 4-3 y a tres outs de las Series Mundiales. Will McEnaney cerró el partido, se enfrentó en el último out a Carl Yastrzemski, futuro miembro del Salón de la Fama, bateó al jardín central donde César Gerónimo cogió la bola antes de caer al suelo. Los Cincinnati Reds eran los campeones de las World Series.
Angelo Barlett Giamatti, que fue el séptimo comisionado de la MLB y fan reconocido de los Red Sox, no pudo definir mejor al equipo de Boston. “Te rompen el corazón. Están designados para romperte el corazón.”
Las Rivalidades de esos años
Sus grandes rivales fueron Los Ángeles Dodgers, quedaron primero y segundo de la división, alternándose, entre 1970 y 1979, con la excepción del 71. La rivalidad finalizó cuando pasaron a los Reds a la Central de la Liga Nacional. Los rivales de los Reds para llegar a las World Series fueron los Pittsburgh Pirates en el 70, 72 y 75, y los Philadelphia Phillies en el 76.
Epílogo
Tony Pérez fue cambiado por Dan Driessen en 1977. Quedaron segundos de su división en el 77 y 78. Pete Rose se fue tras la temporada del 78 a los Phillies, donde gano las Series Mundiales en 1980. Sparky Anderson también dejó el equipo al tras terminar la temporada de 1978, se fue a los Detroit Tigers, donde ganó las World Series en 1984. Los Reds ganaron de nuevo la División en el 79, pero perdieron la NLCS ante los Pittsburgh Pirates.
Y como dijo Pete Rose: “Teníamos el equipo más divertido de la historia del béisbol, y eso ni siquiera está cerca de lo que fue realmente. Lo teníamos todo. Teníamos a Johnny, a Doggie y a George bateando Home Runs. Teníamos a Joe, a Davey y a Ken robando bases. Los tenías tocándome el trasero todas las noches. Teníamos a César jugando en el jardín central, y nunca vi a nadie que jugara mejor ahí. Teníamos de todo. Teníamos estrellas blancas, teníamos estrellas negras, teníamos estrellas latinas. Teníamos velocidad, teníamos Guantes de Oro, teníamos poder bateando, teníamos audacia al correr las bases, y teníamos un manager extravagante. Teníamos todo lo que necesitas. Y tuvimos un buen bullpen.”
Este artículo se publicó originalmente en la Revista “Wild Pitch“.