La imagen es atemporal. El Dodger más grande de su generación, en el brillante parque de 60 años, eleva su brazo y su pierna en el aire como si estuvieran unidas por una cuerda antes de disparar hacia el plato.
Ha visto varios veranos fulgurantes de dominio. Aperturas importantes en octubre. Noches que han construido la leyenda y la historia. Pero Clayton Kershaw nunca ha tomado la lomita para abrir la noche en la que el deporte pone en el escaparate a sus estrellas más resplandecientes.
El repertorio de Kershaw ha evolucionado, aunque la descabellada bola curva que le hizo famoso sigue sobresaliendo. Ha reconocido que se toma las cosas año a año. Descansó durante la mayor parte del invierno durante el cierre patronal antes de acordar eventualmente regresar a Los Ángeles mediante un trato de un año. Pero a sus 34 años, con sombras grises en su barba y un codo y una espalda problemáticos en el retrovisor, Kershaw ha brillado como nunca.
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