*Cogemos prestado el título del artículo de la novela de Arturo Barea. Una gran elección, por cierto, para pasar estos días de confinamiento.
**Este artículo es un resumen de un fabuloso reportaje publicado por The Guardian en 2015.
En una entrevista concedida a Sports Illustrated el pasado diciembre Bernie Sanders, candidato demócrata a la Casa de Blanca, hacía hincapié en su oposición a la desaparición de 42 equipos de las Ligas Menores.
“Hay una serie de multimillonarios que poseen clubs que están generando unos beneficios enormes. No deben hacer desaparecer el béisbol de Ligas Menores en 42 comunidades. Tienen que entender que esto no es solo el balance de pérdidas y ganancias de un negocio. Es el pasatiempo nacional”, declaraba Sanders.
En plena campaña para dilucidar quién es el candidato demócrata en las próximas elecciones los comentarios de Sanders podrían parecer electoralistas. Publicidad buena y barata que le acercan al aficionado medio a la MLB y a algunas poblaciones y estados del interior en los que seguro que el bueno de Bernie no es muy popular. Estaríamos muy equivocados si pensáramos así. La relación de Sanders con el béisbol viene de hace muchos años.
Sanders nació y creció en Brooklyn. Los Dodgers marcaron su infancia y su adolescencia. En 1957, cuando el equipo se fue a Los Ángeles, el barrio quedó hecho trizas. Sanders también. “Comprender que era un empresa privada y que alguien podía decidir llevársela y romper el corazón de millones de personas fue algo que nos resultó muy difícil de asimilar. Fue devastador. Es algo que aún me entristece”, reconoció en Los Angeles Times hace tres años.
Esta lección le valió para entender el importante papel que las franquicias deportivas pueden tener en la vida de una comunidad. Al ser elegido alcalde de Burlington, Vermont en 1981 Sanders se propuso establecer un equipo de béisbol en el municipio. Se inspiró en los Green Bay Packers de la NFL y soñó con un club que no fuera propiedad de un único individuo, sino del municipio.
Para el alcalde y su recién creado gabinete conseguir un equipo de béisbol que perteneciera a los habitantes de Burlington era una forma de unión. Un símbolo de la resistencia de una ciudad universitaria y coqueta contra el desarrollo urbanístico desaforado que una serie de empresas privadas pretendían llevar a cabo. Además creían que podían sentar un precedente. Huck Gutman, amigo y colaborador de Sanders, ha declarado que pensaban que si su modelo triunfaba otras ciudades de mayor tamaño e importancia les acabarían imitando.
Las expectativas no pudieron cumplirse. El ayuntamiento entabló conversaciones con varias entidades bancarias para conseguir un préstamo que les permitiera comprar un equipo. El paso siguiente era vender las acciones entre los habitantes de la ciudad. No pudo ser.
Burlington acabó consiguiendo un equipo, pero uno que se gestionaba de una manera muy convencional. Mike Agganis era el propietario de los Lynn Pirates, un conjunto de Doble A afiliado a los Pittsburgh Pirates que jugaba en Massachusetts. Agganis escuchó que Sanders andaba buscando un equipo y tras una serie de reuniones acabaron llegando a un acuerdo.
La casualidad quiso que durante el curso de aquellas negociaciones entre el club y la ciudad la afiliación del equipo también cambiase. Los Pirates cesaron su relación con Agganis y el equipo pasó a formar parte del sistema de granjas de los Cincinnati Reds. En 1984 una ciudad con un alcalde que se autodenominaba socialista y que hablaba bien de la revolución cubana vio el debut de su nuevo equipo de béisbol: los Vermont Reds. El nombre les quedaba pintipintado.
Hace unos años David Axelrod, ex asesor de Barack Obama, le preguntó a Sanders en un podcast si la marcha de los Brooklyn Dodgers a Los Ángeles es lo que hizo que se revelará contra las grandes corporaciones. Sanders permaneció pensativo durante unos instantes antes de contestar: “Diría que no solo fue eso”.