La ronda de semifinales nos deparó dos partidos totalmente diferentes, el primero, con el marcador más abultado de la fase final, y el segundo, el partido más eléctrico del torneo.
En la primera semifinal pudimos vivir un enfrentamiento histórico, tanto en el plano deportivo como en el extradeportivo. Se enfrentaban Cuba y Estados Unidos por primera vez un Clásico Mundial de Béisbol, en pleno corazón del barrio de Little Habana de Miami y a tan solo quince minutos caminando del epicentro latino de la ciudad, “Calle Ocho”.
Dejando a un lado las tensiones propias de la visita del equipo cubano a territorio americano, el ambiente entre los jugadores durante la práctica de bateo fue inmejorable. Aprovechamos la previa del encuentro para conversar en el micrófono de Pitcheos Salvajes con Yariel Rodríguez, abridor del #TeamAsere ante Holanda y Australia en el torneo.
Yariel nos decía lo siguiente al preguntarle por el estado físico del equipo después de un largo desplazamiento desde Tokyo hasta Miami: “veníamos de abajo con las primeras dos derrotas, pero nos levantamos, hay cansancio propio del cambio horario, pero nosotros somos peleadores y vamos a pelear hasta el último out”.
Arrancó el partido con Cuba llenando las bases ante USA, pero la presión sobre el veterano Adam Wainwright no pudo verse reflejada en el marcador y tan solo consiguieron anotar una carrera. En lo que restaba de partido Estados Unidos no daría opciones de victoria a un conjunto caribeño que lo entregó todo sobre el terreno. El marcador final fue de 2-14 favorable a los americanos que se convertían así en los primeros finalistas del torneo.
Las notas más destacables del partido fueron, por un lado, los 19 turnos consecutivos embasándose (on-base) de Alfredo Despaigne, estableciendo así el record histórico en un Clásico Mundial de Béisbol, y por otro lado la aparición en el encuentro de Elian Leiva, pitcher que jugó con el CBS Barcelona en 2016, consiguiendo un strike-out ante el mismísimo Mike Trout.
El plato fuerte de las semifinales estaba por llegar en el segundo encuentro, México y Japón disputaron el PARTIDAZO del torneo.
Duelo al más puro estilo del oeste entre Roki Sasaki y Patrick Sandoval durante las tres primeras entradas, un claro ejemplo de que un marcador de 0-0 en béisbol no significa en absoluto que no estemos ante un partido de alto voltaje. La afición mexicana cantaba a coro “El mariachi loco” y la japonesa le ponía su particular banda sonora al encuentro desde su grada de animación instrumentalizada.
México sería el primero en mover el marcador, tras colocar dos corredores en las bases Luis Urías conectaba un Home Run que adelantaba 3-0 a su equipo desatando la locura en la grada mexicana. La fiesta continuó durante las siguientes tres entradas, de ello se encargaría un descomunal Randy Arozarena echando el candado hasta en tres ocasiones en el jardín azteca y dejando congelada la ofensiva nipona.
La séptima entrada, que ya nos había dejado emociones fuertes en el partido de cuartos de final entre México y Puerto Rico, no iba a defraudarnos en la semifinal, esta vez la moneda caería favorable al equipo japonés, Masataka Yoshida empataba el partido, 3-3.
El jardinero japonés, que jugará en 2023 su primera temporada en la MLB con los Boston Red Sox, conectó un Home Run que lo convertía en el jugador con más carreras empujadas en una misma edición del Clásico Mundial, dejando la marca en 13!!
Con el empate en el marcador arrancaba un nuevo partido en la octava entrada y los mexicanos no iban a tardar en volver a tomar la delantera, Randy Arozarena, Alex Verdugo e Isaac Paredes conectaban batazos y ponían el 5-3 favorable al conjunto azteca. “Canta y no llores”, México volvía a creer, era posible alcanzar la primera final de su historia, tremenda garra la que sacó este equipo.
“Béisbol es béisbol” y recortaba Japón la distancia, 5-4 al final de la octava. Así se llegó a la parte baja de la novena y última entrada, ese instante en la que se respira algo especial en un estadio de béisbol, todo o nada.
Llegaba la hora de la verdad…
Era el turno de Shohei Ohtani, “The greatest Show” retumbaba en el estadio, y vaya si comenzó el espectáculo. El capitán del equipo conectaba un doble y alcanzaba la segunda base celebrándolo con sus compañeros con los brazos en alto. A continuación sería Yoshida el que caminaba hasta la primera base y era sustituido por Shuto como corredor emergente. Japón buscaba esa punta de velocidad en las bases que le diese opciones de victoria.
Y la magia llegó a Miami, Munetaka Murakami, que apenas había podido brillar en el torneo hasta ese momento, bateó la bola al jardín central sin que nada pudiese hacer la gran defensa mexicana para evitar las dos carreras que entraban con Shuto casi alcanzando a Ohtani para anotar el definitivo 5-6 final en el marcador.
Era el primer Walk-Off de Japón en la historia del torneo, un broche final a la altura del gran nivel mostrado por ambas selecciones, sin duda alguna, acababa de ganar el béisbol mundial.