Cuando las cosas no van bien lo habitual es tirar la toalla. Hemos perdido tres partidos, tenemos que ganar cuatro consecutivos, no podremos, estos son mejores que nosotros, no tenemos nada que hacer… Lo más fácil es recoger nuestro dolor por la derrota, encerrarlo en una caja y lanzarlo al mar de nuestros recuerdos tristes, pero no tiene porque ser así, hasta que se consuman los hechos siempre hay una posibilidad, pequeña, pero existe. Un 1%, un 0,5%, a quien le importa el número exacto, sabemos que es bajo, muy bajo. Y los Astros no lo estaban haciendo nada mal, habían embasado a 10 jugadores o más en los tres partidos anteriores de la serie. Se enfrentaba el joven Taylor Glasnow, 27 años, al veterano Zack Greinke, 36.
Dusty Baker, que se ha convertido en uno de los abanderados de la MLB de The Game Before The Nerds, como cuentan en la crónica publicada de The Athletic (si pinchas en el enlace tendrás 30 días gratis en la publicación, y nosotros no nos llevamos nada por esto), planteó el partido como en los viejos tiempos, se la jugó con su Ace, Zack Greinke, uno de los pitchers favoritos de Joe Posnanski.
AGAINST THE GREIN
Zack Greinke is putting up a legendary career, and he’s doing it on his terms
La primera pregunta que le hice a Zack Greinke fue esta: «¿Estás nervioso?» Esto fue en Chicago, justo después de que lanzó en el Futures Game antes del Juego de Estrellas de 2003. Tenía 19 años y era un fenómeno de las ligas menores. Todavía no sabía que se convertiría en uno de los personajes más cautivadores sobre los que escribiría.
“No sé si estaba nervioso”, dijo. «Quiero decir que sentí algo».
«¿Nervios?» Le pregunté.
«No estoy seguro si fueron los nervios», dijo. “Quiero decir, había mucha gente y esas cosas. Y estaba en la televisión «.
«Entonces», comencé tentativamente, «¿Estabas, eh, nervioso?» Había abierto todo este tema del nerviosismo como un rompehielos. No tenía la intención de que la línea de preguntas fuera tan rigurosa. Greinke me miró con curiosidad, una mirada a la que me he acostumbrado durante los últimos doce años.
“Um”, dijo, “no sé si estaba nervioso. Fue como un sentimiento diferente «.
Zack Greinke lanzó 6 innings, recibió 5 hits, 2 carreras, 1 base por bolas, 1 Home Run y consiguió 7 strikeouts. Se largó al banquillo con una ventaja de dos carreras para su equipo, donde un José Altuve que había cometido demasiados errores en esa serie y no estaba bateando nada despertó, un OPS de 1.474. Los buenos jugadores siempre tienen que estar en el campo, por muy mal que hayan jugado, como contaba el abuelo del protagonista de «4321» de Paul Auster. Llevaba a su nieto a ver a Los Dodgers de Nueva York, y su teoría es que los jugadores tenían una línea de bateo fija, aunque de momento desconocida, pongamos que .300 de la estrella del equipo. De cada 10 turnos conseguía 3 hits, así que sí había fallado en 7 batearía los tres siguientes, y si no lo hacía, y estaba 14 sin batear, pues los 6 siguientes serían suyos, y así con las combinaciones que queráis. Pues no iba tan desencaminado, cuando un jugador bueno no batea nada, pues eso, que llegará un momento que verá las bolas como sandias.
Hace un tres años, viendo la final de la NBA con mi hijo Pau, Kevin Durant jugó unas finales increíbles con los Warriors ante los Cavaliers, y mi me dijo, «ahora Kevin Durant es el mejor jugador de baloncesto que hay en todo el planeta tierra.» Pues ese «mejor jugador del planeta» en estos momentos anda jugando con los Rays, se llama Randy Arozarena, y no sé hasta donde llegará, pero en este momento es el jugador más decisivo que hay en un campo de béisbol, y puede ser el factor diferencial para que estos Rays se conviertan en finalistas o campeones de la MLB. Fue el único que pudo con Zack Greinke. Arozarena, un jugador que no fue drafteado por la MLB, eso que muchos años hay más de 60 rondas, no sé a quien leí que decía que en la MLB se draftea a mucha gente sin ningún sentido, habiendo tantas rondas seguro que se cogen a jugadores que no saben ni coger un bate, pues mira por donde, tantos drafteados y el mejor jugador del mundo en este momento es uno que ni ha sido drafeado.
Pero en la novena entrada todo estuvo a punto de cambiar, los Rays tenían un jugador embasado, Willy Adames conectó una bola que se fue larga, larga, y se quedó a un metro y medio de convertirse en Home Run, y haber empatado el partido a 4, pero no fue así. La suerte que había sido esquiva a los Astros durante los partidos anteriores -porque los errores de Altuve fueron mala suerte, un buen jugador que no falla jamás una jugada y comete varios errores consecutivos sólo podemos hablar de suerte, no de que sea malo, porque no lo es-, esa suerte se alió con los Astros, para invitarnos esta noche a un quinto partido, en una serie donde los Rays siguen siendo favoritos, pero los Astros no han muerto, y esto sigue vivo.












