Atávico: Que es arcaico o característico del pasado.
En St. Paul, a escasos 20 minutos del Target Field de los Minnesota Twins, está el estadio de los St. Paul Saints. La pasada campaña metieron a 394.970 personas en el campo. Esto es más que los Cincinnati Bengals, Los Angeles Rams y los Oakland Raiders. Un equipo de la American Association of Independent Professional Baseball registró mejor asistencia que tres franquicias de la poderosa NFL.
En New Jersey, a una hora del Yankee Stadium y del Citi Field de los Mets, están los Somerset Patriots de la Atlantic League. En 2019 metieron a 344.641 espectadores en su parque. Lo mismo sucede con los Long Island Ducks, otro club de la Atlantic League al que compartir ciudad con Mets y Yankees no le privó de meter a más de 300.000 espectadores en su estadio. Y en Chicago tenemos a los Dogs, que pese a competir con Cubs y White Sox, estuvieron cerca de los 200.000.
Y al Norte de la frontera, en una tierra donde los granjeros de Manitoba sueñan con patines, pucks y nudillos despellejados, están los Winnipeg Goldeyes y los 195.000 tíos que cada verano llenan las gradas del coqueto Shaw Park.
En Norteamérica el béisbol goza de buena salud más allá de la MLB. Creo que no se puede decir lo mismo de fútbol americano y baloncesto. Deportes poco o nada relevantes fuera de los “circuitos mayoritarios” que representan NBA, NFL y NCAA. Hablar de la Liga de Fútbol Canadiense parece irrelevante, sobre todo si tenemos en cuenta que la propia NFL parece más preocupada por captar nuevos aficionado en Europa, México o Brasil que por prosperar en el país vecino.
La raigambre del béisbol, sin embargo, va más allá de su competición profesional más poderosa. El deporte en sí es más importante que la MLB. Muchos periodistas están aprovechando el conflicto entre MLB y sindicato de jugadores para pregonar que la falta de entendimiento entre ambos y la hipotética suspensión de la temporada a la que eso nos empujará, supondría un golpe mortal para el deporte. Se equivocan. Supondría, quizás, un golpe mortal para la MLB.
Las raíces del béisbol en la idiosincrasia gringa son tan profundas que empujaron al deportista más dominante que hemos visto en la historia a dejar su disciplina cuando estaba en la cima de su carrera y emprender un sueño imposible jugando pelota. Hay béisbol en Walt Whitman, en Herman Melville, en Mark Twain, en J.D. Salinger y en Paul Auster. Woody Allen llamó Satchel a su hijo en homenaje a Satchel Paige y Clint Eastwood declaró que el western y el jazz son las dos cosas más importantes que su país le ha dado al mundo. Buck O’Neil opina que se le olvidó incluir el béisbol.
Estados Unidos será con béisbol o no será. Solo de esa manera se puede entender la poca empatía de los aficionados hacia los peloteros en estos momentos. No se oyen reproches cuando los jugadores de la NBA van a la huelga y el comisionado declara el cierre patronal. Sin embargo, cada vez que la posibilidad de una huelga aparece en el horizonte de la MLB el aficionado se indigna porque siente que se les está privando de algo que le pertenece por el simple hecho de ser hijo del tío Sam.
Puede ser que la MLB este caminando hacía el abismo, pero la MLB solo es un negocio que se dedica a vender cerveza, perritos calientes y derechos televisivos. Es verdad que los dueños parecen empeñados en matar la gallina de los huevos de oro, pero el deporte está a salvo.
En una ocasión, una aficionada ya mayor le dijo a Buck O’Neil eso tan manido de que el béisbol ya no es lo que era. “El béisbol,” contestó el ex inicialista de las Ligas Negras, “sigue siendo béisbol”. Y me temo que lo seguirá siendo pese a los agoreros que andan sueltos.