La idea de Dani Garcia era que servidor hablará brevemente sobre el 2019 de los Red Sox en el especial que La Lata de Maíz iba a celebrar en Londres con motivo de las London Series. A parte del tema del bullpen, de la irregularidad de los bateadores y del preocupante bajón de Mookie Betts llevaba otro tema preparado. Un asunto sobre el que me parecía imprescindible hacer hincapié. Los Red Sox, como todos recordaremos, ganaron las Series Mundiales en 2018. Esta particularidad es la que le ha permitido al equipo no hacer locuras durante la temporada muerta. No hay urgencias.
Finalmente el especial de La Lata de Maíz no se pudo celebrar por temas médicos y está reflexión tan lógica como necesaria no se formuló. No le di más vueltas al asunto. Agua de borrajas.
Pero entonces Àngel Lluís Carrillo me mando un artículo firmado ni más ni menos que por Joe Posnanski que me dejó picueto. Posnanski analizaba distintos aspectos del juego de los Red Sox en 2018 y en 2019. Explicaba porque un equipo que arrasó el pasado curso está desempeñándose tan por debajo de las expectativas en esta campaña. Ninguna queja sobre las estadísticas. Todo correcto. Pero hubo un par de pasajes que me chirriaron y que me hicieron recordar esa puntualización tan de perogrullo que pensaba hacer en La Lata.
Este es el primero:
“Durante la temporada muerta los Red Sox no hicieron absolutamente nada para mejorar. Nada. Puedes entender el razonamiento que hicieron: ¿Cómo vamos a mejorar algo que es perfecto?
El problema es que las cosas no funcionan así.
Y a día de hoy ese equipo que fue invencible en 2018 está haciendo muy pocas cosas bien.”
Y este el segundo. Que además funciona como última frase del texto:
“Los Red Sox se durmieron durante la temporada muerta y ahora lo están pagando”.
Esto era esperable. Los Red Sox se “durmieron” porque quisieron. Y el motivo no es que se sintieran superiores, sino que un propietario que acababa de ver a su equipo levantar el Trofeo del Comisionado no quería pagar pasta de más cuando no había ninguna urgencia. Recordemos que los Red Sox, con el presupuesto más alto de la liga, están muy cerca de tener que pagar el impuesto de lujo.
En cualquier caso, en Boston no se durmieron, como dice Posnanski. Podríamos decir que la prioridad de la gerencia fue el largo plazo. Se dejó marchar a Joe Kelly y a Craig Kimbrel. Dos lanzadores en la treintena que ya han dejado sus mejores años atrás. E insisto en algo que ya he mencionado y con lo que muchos expertos están de acuerdo: los relevistas son por norma general jugadores muy irregulares con los que es mejor no correr riesgos. Después de los traspasos de Tyler Thornburg y Carson Smith Dombrowski parece haberlo entendido.
Los esfuerzos se concentraron en firmar Nathan Eovaldi y en conseguir las extensiones de varias piezas claves. Eovaldi es un abridor de garantías para la parte baja de la rotación que cubrirá la más que probable marcha de Rick Porcello a final de 2019. Su lesión ha sido un suceso inesperado que no hace que su firma fuera una mala decisión. En cuanto a las extensiones: se consiguió la de Xander Bogaerts y la de Chris Sale. No se logró convencer a Mookie, pero el bagaje no es malo.
A día de hoy los Red Sox tienen mimbres suficientes para creer que el equipo será competitivo en los próximos 3/5 años. La rotación necesitará refuerzos, pero Sale, David Price, Eovaldi y Eduardo Rodriguez son un muy buen punto de partida. Lo mismo sucede con los bates: Bogaerts, Rafael Devers, Michael Chavis, Andrew Benintendi y J.D. Martinez son un gran núcleo sobre el que solo queda rellenar huecos con cierto criterio.
En el bullpen, esa unidad tan criticada, también hay piezas muy aprovechables. Matt Barnes, Brandon Workman, Marcus Walden, Ryan Brasier y Heath Hembree están en el Top 30 de WHIP de la Americana. Barnes, Workman y Hembree están en el Top 25 en porcentaje de strikeouts. Barnes, Workman y Walden están en el top 20 de WAR.
Si están rindiendo por debajo de lo esperado se debe, en parte, al excesivo uso que se les está dando. Las lesiones y los problemas de los abridores han provocado que los relevistas hayan sido utilizados con mayor frecuencia de la deseable. Son el séptimo bullpen con más entradas lanzadas de las Mayores. Barnes, Workmany Brasier están entre los 22 más utilizados.
Es probable que el hecho de no tener roles definidos tampoco este ayudando. Es una estrategia que puede funcionar en octubre, donde todos los jugadores están especialmente enchufados y listos para jugar. Pero en una temporada regular larga y por momentos muy monótona para los propios peloteros es mejor tener roles claros que ayuden a tranquilizar y a establecer los brazos de relevo.
En cualquier caso el bullpen está a dos o tres piezas de ser muy competitivo. Y abridores son precisamente lo que sobran en el mercado. Por ejemplo, un hipotético acuerdo con los Giants podría llevar a Boston a Will Smith, Tony Watson y/o Sam Dyson. Con dos de esos tres el bullpen ya daría mucho miedo.
Salir campeones es un logró que justifica a una gerencia y a unos propietarios durante algunos años. Incluso en una ciudad tan exigente con el béisbol como Boston. Eso ha permitido que durante el pasado invierno los Red Sox se tomarán las cosas con más calma y pudieran pensar más allá del 2019. Las urgencias. La necesidad imperiosa de ganar no recae a día de hoy sobre los Red Sox, sino sobre otros dos equipos con presupuestos alarmantes y sequías históricas para sus estándares habituales. Y es que nos conviene recordar a todos lo que un aficionado de los Red Sox les recordó a unos jóvenes de los Yankees especialmente ruidosos tras la barrida en el London Stadium:“We still are World Champs, baby!”