Joseph Paul DiMaggio, más conocido como Joe DiMaggio no era un tipo corriente. Su casi metro noventa de estatura le otorgaba un físico fuera de la común. Por ese motivo, en junio de 1952 acudió a una cita a ciegas preparada por David March, un fiel amigo suyo. Abrió la puerta del restaurante Villa Nova en Sunset Boulevard. Lentamente vislumbró en el fondo del local la silueta de una joven mujer. Se acercó a la mesa titubeando y no supo reconocerla hasta tenerla bien cerca.
Por su parte, la joven alzó la vista y contempló la cara del hombre que tenía enfrente. Su rostro, aun familiar, no le era reconocible. Ella era Norma Jean Mortenson, pero el gran público la conocía por su nombre artístico: Marilyn Monroe. Ambos llegarían a empezar sin saberlo uno de los romances más mediáticos del siglo XX.
El ex jugador de los Yankees de Nueva York se había retirado el año anterior, habiendo desarrollado una excelsa carrera siendo considerado uno de los mejores beisbolistas de la historia. Su fama y su ego cosecharon una magnitud enorme, motivo por el cuál DiMaggio se extrañó cuando Marilyn le confesó que desconocía categóricamente su identidad. A simple vista y sin conocer en absoluto a ambos, podían parecer una pareja un tanto curiosa. Ella, una rubia bellísima parecía estar perdidamente enamorada de un hombre alto, fuerte, pero con una fisionomía poco agraciada. La popular pareja inició una relación de noviazgo que duró dos años, fecha que intempestivamente los llevó a pronunciar los votos nupciales el 14 de enero de 1954 en San Francisco.
Tras sólo nueve meses de matrimonio, la pareja decidió divorciarse el 27 de octubre del mismo año, alegando razones de incompatibilidad de carreras.
Contaban los más allegados a la pareja que los celos de Joe hacia el resto de hombres que deseaban a su esposa propició las principales discusiones que llevarían a la millonaria pareja a firmar la ruptura.
Ella volvió a casarse y divorciarse nuevamente, pero la relación con el ex Yankee nunca se rompió. La actriz vivió episodios traumáticos e incluso fue recluida en un centro de salud mental, siendo DiMaggio su pilar de apoyo fundamental con numerosas visitas, llegándole incluso a ofrecer un techo donde refugiarse de la presión mediática que padecía.
La muerte de Marilyn en 1962 sacudió por completo la vida de un Joe que jamás volvió a casarse. Él, un hombre de ideas conservadoras, se encargó de pagar el funeral y mantener alejada a la prensa y a la industria del cine, que pretendían lucrarse de tal evento.
DiMaggio falleció en su casa de Florida el 8 de marzo de 1999 y cuentan que hasta días antes de su muerte visitaba hasta tres veces a la semana la tumba del amor de su vida. Su otro amor, el béisbol, quedará por siempre en la retina y en el recuerdo de los millones de aficionados al deporte de la pelota.