Sueña con ser un relevista en los Dodgers de los sesenta. Y una tarde, a finales del verano del ‘65, mientras estás sentado en el bullpen y matas el tiempo ligando con una pelirroja pecosa que hay en los bleachers y que nunca te dará su teléfono, verás a Sandy Koufax lanzar el juego más perfecto de la historia del béisbol.
Cuando un pacto entre caballeros no deje que los hermanos juguéis en la MLB móntate en un avión y viaja a Puerto Rico. Allí, en un equipo formado por un dictador infame, caminaras entre Dragones. Lústrale los clavos a Josh Gibson, intenta ganarle un esprint a Cool Papa Bell y juega catch con Satchel Paige.
Aguanta las broncas de Billy Beane. Asume que eres viejo y estás obsoleto y quémate las pestañas estudiando estadística. Bucea en los números aunque no entiendas nada y cuando creas que lo sabes todo vete a Seattle y contén las lágrimas ante las burlas de Kyle Boddy y los suyos.
Alístate en las Brigadas Internacionales. Viaja a España, conoce a Basilio Cueria y convierte el Jarama en tu valle. En un campo de Albares, provincia de Guadalajara, juega un partido de béisbol entre tu batallón, el Washington, y el Lincoln mientras españoles, ingleses, franceses, checos, rusos, polacos y hasta algún japonés te miran alucinados.
Se el hijo de un pescador italiano en la bahía de San Francisco. Cambia los reteles y las nasas por el bate y el guante y conviértete en la estrella más importante del planeta. Cásate con una mujer deseada por el presidente y escucha tu nombre en la letra de una canción.
Recorre el país en un autobús cochambroso y hazte un hombre jugando en las Menores. Pasa frío, hambre, sueño y gasta lo poco que tienes en moonshine. Mete mano a chicas pueblerinas en graneros de Oklahoma, Iowa y Arkansas y enamórate de todas ellas.
Déjate crecer la barba, ponte un jersey verde y amarillo, discute con Charlie O y gana tres Series Mundiales consecutivas. Y cuando te digan que ya no tienes hueco en las Grandes Ligas conviértete en tiburón, en águila, en cangrejo o en tigre y navega por el Caribe.
Juega partidos ilegales con los trabajadores negros en las plantaciones del Sur, bebete el mundo con The Mick en las barras más exclusivas de Manhattan, conviértete en agente libre con Curt Flood, fuma marihuana con Bill Lee, toma ácido con Dock Ellis, apuesta con Pete Rose, se el niño más feliz del mundo en Koshien y esnifa cocaína con un loro gigante en el dugout del Three River Stadium.
Aprovecha tu hobby, por muy tonto que sea, para crecer. Esfuérzate, sal de la zona de confort y adéntrate en lo desconocido. Si no sabes inglés apréndelo escuchando a Vin Scully. Y luego lánzate a la piscina y con ayuda del diccionario y de tu paciencia peléate con el Ball Four de Jim Bouton. Arrepiéntete del poco caso que le prestaste al profesor de matemáticas del instituto y descifra los misterios que ocultan el WAR, el FIP, el SIERA y la WOBA.
Tomate un ron con el inspector Conde y pídele que te explique por qué los domingos se hicieron para jugar pelota. Deja que Sal Paradise te cuente sobre esa liga de Fantasía que creó en el apartamento de su madre y descubre una conspiración comunista con Smitty. Que no te asuste la mirada lasciva de Whitman, acércate a él, deja que te ponga una mano cariñosa en la rodilla y estremécete cuando se acerque a tu oreja y te susurre eso de veo cosas preciosas en el béisbol.