“No tenía control sobre eso, ni lo entendí. Me sentaba en mi patio trasero, 2:00, 3:00, 4:00 en punto de la mañana pensando: «Dios mío, ¿qué me ha pasado? ¿Qué es esto? ¿Alguien me ha maldecido o algo así?” Steve Blass
Todas las mañanas durante su infancia cogía el periódico, hacía un recorte al registro de anotaciones de los Cleveland Indians y lo pegaba como afiche en la pared del granero que estaba al lado de la casa de sus padres. En esa edificación, ubicada en la zona rural de Connecticut, era capaz de recrear un juego completo de béisbol acompañado solo por una pelota y un bat, no necesitaba nada más. Desde ahí, se gestaron los sueños de Steve Blass, era la clase de niño que echaba a volar su imaginación.
En 1954, vio a los Indians alcanzar 111 victorias en la campaña, en ese instante se volvieron sus ídolos. La hora del pequeño gran juego “imaginario” llegaba, los Indians se enfrentarían a un adversario más, Steve conocía a todos los peloteros profesionales del momento. Todo estaba en su mente, él era Larry Doby o Bobby Ávila en el bat; y a la vez, Early Winn o Bob Lemon en la loma de lanzamientos. Lo mismo que era Willie Mays o Whitey Ford como contrincantes.
Amaba con frenesí al béisbol, esa pasión por el deporte la transmitía dentro y fuera del terreno de juego. Al crecer, se hizo un gran atleta; en la escuela preparatoria se destacó por lanzar 5 juegos sin hit-ni carrera, tres de ellos fueron en su último año de ese nivel y dos en la campaña previa. En 1964, a los 22 años de edad fue contratado en Grandes Ligas por los Pittsburgh Pirates, equipo con el que permaneció toda su carrera de 10 temporadas.
Entre sus cualidades destacaba una recta de alrededor de 90 mph, no tan veloz, pero con muy buen movimiento. Su slider era extraordinario, era su mejor arma, este lo desarrolló en República Dominicana donde jugó en el invierno de 1963. Además, poseía una curva y un cambio de velocidad que era capaz de alternar con bastante eficacia.
Su clímax lo vivió en 1971, siendo uno de los artífices para que su equipo triunfara en la Serie Mundial ante los Baltimore Orioles. Ganó 2 juegos, completando toda la ruta de innings en los partidos 3 y 7. Permitió 2 carreras limpias en total, para un ERA de 1.00, es el último lanzador de la Liga Nacional en lanzar un Juego Completo en un séptimo partido de una Serie Mundial. De no ser por Roberto Clemente, Steve debió ser elegido el MVP; aunque bien pudieron ser ambos merecedores de esa distinción. Earl Weaver, mánager de Orioles reconoció que fue Blass quien los dominó. En 1972, firmó su mejor campaña en cuestión de ganados con 19, ERA de 2.49, fue seleccionado a su único Juego de Estrellas y terminó segundo en la votación del trofeo Cy Young detrás de Steve Carlton.
Síndrome de Steve Blass
Tras esas dos fantásticas campañas, haciéndose famoso al ganar el séptimo encuentro de la Serie Mundial, todo cambió de forma súbita para Steve Blass, simplemente se le olvidó lanzar. En 1973, los Pirates empezaban el año con el ánimo decaído por el reciente deceso de Roberto Clemente. Paralelamente, el propio Blass experimentó una tragedia personal en su juego, se volvió incapaz de lograr un strike, lidió con un descontrol total. Perdió por completo la habilidad de toda su vida. “Sentía miedo de salir a lanzar, no sabía lo que estaba pasando” comentó Steve varios años después. “Nada fluía, nada tenía ritmo”, complementó.
El “Síndrome de Steve Blass”, se le conoce así a la condición en la que un talentoso pitcher cursa con la incapacidad permanente e inexplicable de lanzar la pelota con precisión. Existe una variante que ocurre con los jugadores de cuadro, se le conoce como “Enfermedad de Steve Blass” y en algunas otras ocasiones como “Síndrome de Steve Sax”, Sax era un fino segunda base en la década de los 80’s.
Para Steve Blass, el año de 1973 se convirtió en una pesadilla, la cantidad de bases por bolas que iba acumulando ya se habían vuelto una catástrofe, sin poder hacer algo efectivo para remediarlo. Intentó todo lo que estaba a su alcance para salir del atolladero donde se metió. Un día se le vio intentando lanzar desde la segunda base, practicó sobre sus rodillas, tomó reposo prolongado para descansar su brazo, trabajó sobre su mecánica y su mente, hizo meditación. Todo resultó imposible. Cavó un gran hoyo del cual le fue imposible poder emerger.
En 88.2 entradas lanzadas permitió 84 bases por bolas, para una media de 8.5 por cada 9 innings. Antes promediaba 3.02/9 innings, el cielo y la tierra de diferencia. Ese año tuvo ERA de 9.85, fue líder de su liga al golpear a 12 bateadores en 23 juegos, previamente había golpeado a 26 en 258 encuentros. Al año siguiente, fue enviado a AAA y ahí no fue mucho mejor, 103 bases por bolas en 61 innings, se volvió una tormenta.
Causas del Síndrome.
Es de causa desconocida, no se trata de una patología en sí; sin embargo, hay una gran asociación a un probable origen mental. Muchos jugadores, no tienen ninguna dolencia muscular, no presentan signos de fatiga, su mecánica aparentemente sigue siendo la misma.
Jugadores con la misma situación.
Rick Ankiel, en el 2000 el lanzador zurdo de St. Louis Cardinals tuvo una temporada muy aceptable como abridor. En 2001 todo eso se desmoronó dramáticamente, le prestaron la pelota en 6 juegos, totalizó 24 innings y 25 bases por bolas, un promedio de 9.83 BB/9 innings. Ya en los playoffs del 2000 ante Atlanta dio señales de lo que acontecería en el futuro, lanzó 5 wild pitches en un inning. Fue enviado a las menores y tuvo que aprender a jugar como outfielder.
Mark Wholers, tenía el potencial para ser el cerrador principal de los Atlanta Braves de Bobby Cox, aquel equipo que formó una dinastía dominante en el viejo circuito durante los 90’s. Wholers recibió la confianza durante tres años seguidos, tuvo números muy respetables y para 1998 todo lo construido se vino abajo. Ese año lanzó solo 20 episodios y la brújula se le descompuso al permitir 33 bases por bolas. En 1999, solo lanzó 0.2 entradas en las cuales permitió 6 pasaportes y no volvió en todo el año al primer equipo. Tuvo que salir de Atlanta, terminó en Cincinnati y en Cleveland sin éxito.
Ricky Romero cautivó a los fanáticos de Toronto Blue Jays de 2009 al 2011, fueron tres temporadas muy buenas para un jugador que venía catalogado como un gran prospecto. Era un lanzador al que le bateaban rodados muy frecuentemente, gracias a un gran cambio de velocidad. Sin embargo, perdió la diana en 2012, otorgó la caótica cifra de 105 bases por bolas en 181 entradas, sobrevivió a ese año respaldado por su talento. La debacle total la vivió al año siguiente, 7 episodios fueron suficientes para su manager ya que permitió 8 bases por bolas. Desde entonces ha sido un pelotero errante en las menores, sin poder recuperar de nuevo el control, a sus 35 años de edad ya son pocos los equipos que quieren darle una nueva oportunidad.
Daniel Bard, el caso más mencionado en esta temporada es el que está generando el ex-lanzador de Boston Red Sox. En sus tiempos con los Medias Rojas era quien le preparaba los juegos a Jonathan Papelbon, en el papel sería Bard el sucesor natural de Papelbon. Con cualidades extraordinarias, sobretodo para conseguir cifras altas en el radar de velocidad al instante de hacer sus pitcheos. Daniel experimentó un retroceso insospechado para ese entonces en el 2012, su recta cayó más de 4 mph en promedio, lo que lo hizo más bateable. En un intento de querer ser más fino y manejar mejor las esquinas del plato, empezó a perder el control y la confianza. Promedió 6.52 bases por bolas por cada 9 innings lanzados. La sorpresa de Bard, es que este año reapareció con Colorado Rockies tras siete años de ausencia y lo ha hecho bien hasta el momento, sin brindar pasaportes gratuitos a la primera almohadilla en 5.2 entradas.
Dontrelle Willis, vivió semejante situación con los Detroit Tigers, había tenido renombre en años previos con los Florida Marlins y posteriormente el equipo felino se arrepentía de haberlo firmado. Mackey Sasser, siendo receptor, era imposible que pudiera lanzar la pelota correctamente hacia su pitcher; Mike Stanley, ex-Ranger, también perdió el mismo objetivo que Sasser. Dale Murphy, el gran pelotero de los Atlanta Braves, pasó por similar situación, se resolvió el problema al ser cambiado al outfielder. Steve Sax, cometió más de 30 errores en 1983 jugando como segunda base, muchas de esas fallas fueron lanzando a primera base. Chuck Knoblauch, vivió el mismo desenlace. Monty Farris, un prometedor shortstop de los Rangers, no cristalizó su talento porque su brazo no le ayudó.
Volviendo a Steve Blass
Años después de su forzoso retiro, fue comentarista de los partidos de los Pittsburgh Pirates para la televisión. Se alejó de los medios el año pasado en 2019 bajo el argumento de querer pasar mayor tiempo con su familia.
Cada que un jugador se torne errático de manera súbita será traído a colación su nombre. más que rencor por aquellos años amargos, Steve le guarda un pleno agradecimiento al béisbol. Se refiere a él con gran cariño, una persona que desde su infancia le dio todo su aprecio al deporte, que convirtió a realidad sus fantasías de su etapa pueril, no es más que un tipo agradecido. Es bueno saber que Steve fue mucho mejor pelotero de lo que dicen sus números en aquella fatídica temporada al final de su carrera.













