Una serie de garitos de béisbol, hoy “The Lindell A.C.”
“…es una locura, es un delirio ese garito…” Willie Dixon de Los Burning
Hubo en el centro de Detroit un establecimiento que durante años presumió de ser el America’s First Sport Bar. Es difícil decir si dicha afirmación era cierta, lo que sí es verdad es que ese bar, el Lindell AC, fue uno de los lugares imprescindibles de la vida social americana desde principios de los cincuenta y hasta finales de los ochenta.
Por allí pasaron Marilyn Monroe, los Ramones, Andre el Gigante y hasta los Beatles. Y por supuesto todos los deportistas que uno se pueda imaginar. Cuando un equipo iba a jugar contra una franquicia de Detroit el Lidell era parada obligatoria durante la noche. Era un garito en el que jugadores, grupis y caza autógrafos convivian en armonía.
El Lindell fue fundado por el emigrante griego Meleti Butsicaris y sus dos hijos en 1949. Estaba cerca del Briggs Stadium, donde jugaban Tiger y Lions, y del Olympia Arena, donde hacían lo propio los Red Wings. Por eso se convirtió rapidamente en “abrevadero” de referencia de jugadores, periodistas, bookies de las apuestas y prostitutas.
Las fiestas se prolongaban hasta altas horas de la madrugada y a menudo acaban con peleas multitudinarias o borracheras legendarias. En 1963 Alex Karras, defensive tackle de los Lions, fue el protagonista de una bronca monumental que acabó con el bar destrozado, varios policías en el hospital y Karras en el calabozo.
Uno de los habituales del Lindell fue Billy Martin. El segunda base de los Yankees fue uno de los grandes clientes del bar y su papel fue vital a la hora de definir la atmósfera. Él le dijo a los Butsicaris que le dieran al garito el toque de sports bar. Con exhibir la memorabilia que los jugadores les regalaban bastaba. Así es como los bates, las bolas y las camisetas autografiadas empezaron a adornar los muros del Lindell. Incluso fue él quien dijo que se añadiera el AC (Athletic Club) al nombre del bar.
En su época como jugador Martin frecuentaba el Lindell cada vez que los Yankees iban a Detroit. Mickey Mantle, por supuesto, era uno de sus acompañantes. En una ocasión la borrachera fue tan grande que Martin quedó totalmente inconsciente y en vez de llevarlo al hotel lo dejaron durmiendo en un sofá del bar.
En su época como entrenador de los Twins una noche acabó con el propio Martin peleándose con uno de sus jugadores. Todo empezó cuando el pitcher Dave Boswell, con unas cuantas copas de más, golpeó a traición a su compañero Bob Allison. Martin vio el incidente e “invitó” a Boswell a ir fuera para darle una lección. En uno de esos callejones de película de cine negro que siempre hay en las traseras de los bares Martin dejó KO a su lanzador. Le tuvieron que dar veinte puntos en la cabeza.
En una ocasión los excesos del Lindell casi acaban en una auténtica tragedia. Bill Lee cuenta en The Wrong Stuff, su libro de memorias, que Norman Cash, primera base de los Tigers, estuvo a punto de volarse la cabeza por error. Uno de los Butsicaris tenía un mechero que era idéntico a un revólver del calibre .22. Una noche el personal andaba encendiéndose los cigarrillos con el mechero cuando de repente se escuchó un disparo. Cash había intentado encenderse el pitillo con un arma de verdad y no con el encendedor. Después de aquello Cash tuvo una mala racha de bateo que duró un mes.
El Lindell fue el más famoso, pero no el único, de una serie de bares en los que los aficionados podían conocer a sus héroes. Eran tiempos más inocentes y más honestos en los que podías tomarte una cerveza con un pelotero porque eran tíos de a pie. Personas que sabían que el béisbol, o cualquier otro deporte, les había salvado del andamio, de la mina o de cavar zanjas para ganarse la vida. Su manera de agradecer ese privilegio era estar allí, disponibles y al alcance de cualquiera.
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