Una vez, de las tantas, que mi tío Terry me llevo a Fenway Park para ver a los Red Sox, me dijo: “no importa con quien estés, no importa de que habléis, no importa quién gane el partido, porque si estas en Fenway siempre estarás en casa”. Y todavía hoy, más de 40 años después de escuchar aquellas palabras, sigo yendo a Fenway con la misma ilusión con la que iba entonces.
Mi tío Terry es quien tiene el abono y antes de empezar la temporada me llamaba y me decía: “ha llegado el día, ven a casa y elige los partidos que quieras”. Solían ser unos 45 o 50 partidos –todavía hoy en día los tickets de los abonos son en papel, de diferentes tamaños y con diferentes jugadores– pero lo mejor era lo que significaban para mi, que mi tío Terry y yo íbamos a ir a Fenway, que muchos partidos eran en horario de tarde (el partido suele comenzar a las 13:00 h) y que me pasaría el día entero pensando solo en Fenway, los Sox y en pasármelo bien. Cuando eres un chaval de Charlestown y tu tío que vive en Beacon Hill, tiene abono de los Sox y te lleva al béisbol, sabes que no hay nada mejor en el mundo.
Al ser asientos de abonados, a nuestro alrededor siempre teníamos a otros abonados pero también asientos que puede comprar cualquiera y esa era la mejor parte también porque he crecido viendo cómo el béisbol no sólo es algo muy americano sino mundial.
He compartido asiento con hombres, mujeres, niños, niñas, señores mayores, señoras mayores (os sorprendería la de mujeres mayores que saben y mucho de béisbol), con blancos, negros, latinos, chinos, japoneses (los japoneses están muy locos por el béisbol), gente humilde, gente rica y una vez con un español que creía firmemente que era de Charlestown, como yo, un día os contaré esa historia entera. Louis es su nombre.
Cómo decía he compartido asiento con muchas y diversas personas, gente que habla diferentes idiomas, con distintas culturas, de varias religiones, pero con algo en común más allá de los Red Sox: el béisbol.
Porque el béisbol tiene algo que ningún otro deporte tiene. ¿Y qué es? Que durante esas 3 o 4 horas –si es que no hay extra inings– que dura un partido, todos los que sentados te rodean, son tus mejores amigos (así me lo afirmó un aficionado japonés “hoy tu eres mi mejor amigo en Boston”), salvo que sean del equipo rival. Una pequeña familia. “Tu familia del béisbol” era como la llamaba mi tío Terry.
Este año 2022 va a ser la primera temporada que no voy a ir a Fenway con mi tío Terry. Incluso descarté ir, pero luego me dije que el tío Terry querría que fuese a Fenway. Así que, como digo, será la primera temporada que voy a nuestra casa sin mi tío Terry. Terrance Craig Durham murió las pasadas Navidades debido a una complicación respiratoria tras contagiarse de Covid-19.
Mi tío tenía un amigo del trabajo que contaba con entradas para la temporada en el Monstruo Verde y 5 o 6 veces solían intercambiar sus abonos, que casualidad sus cambios siempre coincidían con partidos en los que yo iba con el tío Terry. Y me gustaría recordar unas palabras suyas solía decir cuando estábamos sentados en el Monstruo Verde mientras nos tomábamos unas Sam Adams: “no importa con quién estés, no importa de que habléis, no importa quién gane el partido, porque si estás en Fenway siempre estarás en casa y hoy aquí sentados en el Monstruo Verde disfrutando de un hermoso día, con una Sam Adams en la mano y el sol dándonos de frente, solo puedo decirte que ‘la vida es mucho más bonita a este lado del muro”.