El manager de los Seattle Mariners, Scott Servais, fue preguntado en el mes de agosto del año pasado por el “Run differential” de su equipo (estadística que mide la diferencia entre las carreras generadas a favor y las permitidas por la defensa) en un momento en que el cómputo era negativo, pero que sin embargo la clasificación tenía a los del estado de Washington a media tabla.
Para responder dijo una frase que se convertiría en santo y seña de la entidad el resto del año y que definía muy bien el ambiente del vestuario: “Someone told me that our run differential was -9 on this trip,” Servais said. “But our fun differential was about +90. So we are going with that.”
El juego de palabras de Scott cambiando “run” por “fun” fue brillante, con un toque de humor y autoconocimiento que hizo que todo aficionado marinero la utilizase el resto de la temporada, y se tornase como lema del equipo.
Los Seattle Mariners son una entidad que arrastran el desastre deportivo desde hace demasiado tiempo y cada primavera parece más surrealista. Llevan 20 años sin entrar en playoff, convirtiéndose en la racha más larga para un equipo dentro del deporte profesional de EEUU. El pasado año, estuvieron muy cerca de conseguirlo, protagonizando un final de liga emocionante: apenas 1/2 partidos de diferencias con los Yankees y Red Sox, la afición volcada llenando cada partido dando colorido con carteles inspirados en la serie de TV “Ted Lasso” en las gradas, y sobre todo, con el equipo motivado tratando de romper una racha histórica. Los últimos enfrentamientos fueron increibles y nunca perdieron la fe.
Pero fueron a morir en la orilla, quedando a las puertas. Las plazas de Wild Card finalmente volaron en dirección a Boston y Nueva York.
No obstante, esta vez la sensación no fue como en otros años, aquí había talento, algo con lo que construir ilusión. Un grupo que se llevaba fraguando los últimos 3 años con gente muy jóven, era factible generar un entorno emocionante y competitivo. 2022 sería un golpe en la mesa.
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