Sexto partido de las Series Mundiales 2020, techo cerrado frente a las bajas temperaturas en Arlington, no llegando ni a 5º centígrados durante el partido. No es lo mismo con el techo cerrado, pero es lo que hay.
Claras tenía las ideas Dave Roberts de cara a este partido, dejar como única opción de victoria el milagro. Volvía a acudir a ese “día de bullpen” con apertura de Tony Gonsolin que no le dio opción a nada en el segundo (Si bien, el manager que llevó a cabo el robo de base más importante de la historia del béisbol declaró en el prepartido que no quería a Gonsolin de “opener” esperando al menos cinco entradas de él, no era fácil, más bien imposible), y es que quedando un séptimo envite, Dave Roberts no iba a forzar a un Walker Buehler que se había mostrado implacable en su anterior y única aparición en Series Mundiales; “Tenemos garantizado, en el peor de los casos un Juego 7.”, “Así que no tiene sentido para Walker. No lo ha hecho (lanzar con tres días de descanso). Está el asunto de la ampolla con la que hemos venido lidiando. Todo eso lo analizamos.”, no podía ser más claro el japonés de nacimiento. Tan enfocado estaba Dave Roberts en ese séptimo partido que hasta tenía previsto dar chance a su otrora closer estrella si así lo necesitaba: “En el sexto partido Kenley estará listo para lanzar en situaciones importantes.”
Y es que, además, en el montículo mantarraya se encontraba Blake Snell, quien había llevado a cabo la mejor salida para los Rays en estas Series Mundiales, manteniendo sin hit a los californianos en 4.2 entradas en el segundo partido. Tenía claro, el Cy Young de la Americana del 2018, que sería complicado repetir actuación. “Es difícil, ellos van hacer ajustes”, “Ya me han visto, así que van a tratar de hacer ajustes basados en lo que ya vieron de mí. Sé que tendré que hacerle ajustes a lo que yo vi de ellos”, por lo visto se ajustó mejor pitcher que bateadores.
Por todo ello, los Dodgers venían al sexto partido a no fatigar a ninguna de sus piezas fundamentales de cara al séptimo, a llegar con sus brazos clave del montículo completamente descansados. Arriesgar en este partido lo más mínimo solo podía suponer comprometer el último.
La historia iba con los de Los Ángeles, 6-1 en las siete ocasiones en que, con anterioridad, había llegado 3-2 en una serie de siete encuentros, la única derrota en 1952. Ahora bien, la historia estaba con los californianos pero para un séptimo partido, porque en solo dos de las seis ocasiones citadas los esquivadores se habían llevado la victoria en el sexto. De hecho los últimos 4 equipos que llegaron al sexto partido con un 3-2 lo perdieron. Eso sí, el 65% de los equipos que se pusieron por delante 3-2 en las WS se llevaron la eliminatoria.
Otro dato a favor de unos Rays, que jamás habían estado 3-2 por debajo en una serie a siete partidos, es que en los cinco encuentros anteriores ambos conjuntos se habían turnado en las victorias, nadie había vencido dos enfrentamientos consecutivos.
Nada hacía prever que sería hoy, 32 años, 5014 partidos de temporada regular, 113 de postemporada y 3.690 millones de dólares en sueldos después, cuando los Dodgers recuperarían el anillo.
La primera entrada se ciñó al guion, un Tony Gonsolin con muchísimos problemas, llegándose a enfrentar a 6 bateadores, necesitó 25 lanzamientos para cerrarla y recibió el ya rutinario home run de Randy Arozarena, batazo frente un slider a 88.6 mph, lanzado fuera de la zona de strike. El cubano, con su HR, empataba a Yasiel Puig, Yuli Gurriel, José Canseco y Tany Pérez en home runs cubanos en Series Mundiales. 63 bases ya alcanzadas en postemporada.
En cambio, menos de la mitad de lanzamientos necesitava Blake Snell, en 12 pitcheos se enfrentó a 3 bateadores con 3 SO. 7-1 en postemporada cuando los Rays tomaban el liderato en el marcador. Exactamente el mismo registro que poseían los Dodgers antes de caer derrotados en el cuarto.
No volvería a moverse el electrónico hasta la sexta entrada.
En la segunda ya dejaba Tony Gonsolin el montículo con 48 lanzamientos y dos eliminados, tomando su lugar Dylan Floro para eliminar lo que venía inmediatamente al plato, Randy Arozarena en su segundo turno. El de Merced sacaría al de Pinar del Río sin más problemas. Floro ya no volvería al montículo en la tercera. Blake Snell seguía a lo suyo, y en su segunda volvió a enfrentarse a 3 bateadores, esta vez con 2 SO.
La tercera entrada sería cubierta por Alex Wood para los “locales”, en 10 lanzamientos sin permitir ni un hit mientras, en la parte baja, Blake Snell conseguía un nuevo SO, dejando su marca en 39 lanzamientos, una media de 13 por entrada, 16 necesitaría en la cuarta, sumando 3 nuevos SO.
Los Dodgers seguían con su día de bullpen, y en la quinta entrada Pedro Báez relevaría a Alex Wood quien cubrió tercera y cuarta. Báez no terminaría la quinta sustituido por un Víctor González que tan buenas sensaciones había dejado justo en el partido anterior, y que con un solo lanzamiento cerró la parte alta de la quinta, mostrándose magistral en la sexta, se enfrentó a 3 bateadores, 3 SO.
Blake Snell terminaba la baja de la quinta y lo hacía prácticamente indemne, solo 69 pitcheos, mostrándose dominante y con un control absoluto de sus lanzamientos, pero no iba a ir mucho más allá, no existía esa posibilidad en la hoja de Word de de Kevin Cash, por dominante que estuviese Blake Snell, por más que su control fuere absoluto, por más que solo llevase 73 lanzamientos, a Kevin Cash todo le daba exactamente igual, bajó del montículo a su ace con solo un eliminado en la parte baja de la sexta ¿Resultado inmediato? Carreras para Austin Barnes y Mookie Betts. 2-1 en la propia sexta entrada. El único pitcher zurdo en recibir dos o menos hits y conseguir 9 o más SO en un partido de Serie Mundial.
Sin Blake Snell en el montículo los angelinos recuperaban la confianza y se hacían fuertes. Tan fuertes que Dave Roberts decidía sacar a Julio Urías en la séptima entrada y con dos eliminados, veía la posibilidad de ganar el partido, algo que ni imaginaba antes de empezar el mismo, podía y debía arriesgar un brazo que guardaba para el séptimo.
Y es que las tres últimas entradas se convirtieron en un festival ofensivo por parte de los Dodgers –bases llenas en bucle frente a lanzadores que se habían mostrado seguros durante toda la postemporada y home run de Mookie Betts para dejar el partido en 3-1– mientras los Rays se estampaban ante un Julio Urías impecable convertido en el nuevo héroe mexicano de Chávez Ravine. Evidentemente, solo podía conseguir recuperar el anillo el conjunto angelino con un mexicano en el montículo, que solo necesitó 27 lanzamientos en 2.1 entradas con 4 SO.
Cuanto imbécil tratando de justificar lo injustificable, para así «conservar» su sapiencia.