Desde que los Philadelphia Phillies decidieron apostar todo para volver a la elite, diría que con el fichaje de JT Realmuto en 2019 se marca en el tiempo ese preciso momento, están demostrando que no solo hace falta dinero para triunfar. Habitualmente yo critico a los equipos con presupuestos ridículos. Presupuestos que indican claramente que sus propietarios quieren gastar lo mínimo para pasar el día y sacar beneficios, con una falta evidente de intención de competir por nada. Pero en el otro lado del espejo, los Phillies están entre los cinco equipos que más dinero ponen y sin embargo no les ha valido para cortar una sequía de diez años sin aparecer en postemporada.
El viernes despidieron a Joe Girardi, después de un año entero y dos cachos dirigiendo al equipo. Se marcha un experimentado manager con record negativo, 132-141. Y se marcha desde el negacionismo, viviendo una realidad alternativa y diciendo cosas como que la última semana ganaron tres, pero creía que ganarían siete. En su lugar, el bench coach Rob Thomson toma su relevo como interino. De momento con buen comienzo, pues este fin de semana ha hecho más sangre en la racha de los Angels, barriéndolos en el Citizen Bank Park.
Pero este movimiento por el que ha dado la cara Dave Dombroswki, no parece que vaya a ser la clave para cambiar las cosas. Entonces ¿qué es lo que no funciona en Philadelphia? Lo curioso es que si tu miras el roster, la impresión es la de que estás ante un equipazo, con un lineup increíble, una rotación más que decente y, este año, con buenos refuerzos para un bullpen que los traía por la calle de la amargura. La realidad es que están a 11 juegos de los Mets en la este de la nacional y es otra temporada en la que nadie da un duro ya por ellos. Aunque cosas mucho más extrañas hemos visto.
A esto del béisbol se gana haciendo más carreras que el contrario. Y literalmente la apuesta ha sido por eso mismo. Pero no ha salido bien porque el equipo no está produciendo para compensar que son una de las peores defensas de la liga. Dos de los flamantes fichajes de este año, Kyle Schwarber y Nick Castellanos, no son precisamente guantes de oro. Y la lesión de Bryce Harper les ha privado de la posibilidad de jugar con la posición de designado. En el infield la cosa es más de lo mismo. Y los jugadores no parecen disfrutar de esta parcela del juego. No hace mucho el tercera base Alec Bohm murmuró aquello de «I fucking hate this place» que creo que no necesita traducción, después de que la afición le aplaudiera irónicamente tras un par de errores consecutivos.
Lo que está claro es que el puesto de manager no cambiará mucho la dinámica. Es otra cosa lo que le falla a los Phillies. A todos se nos va la cabeza hacía Gabe Kapler que ha hecho oro con los recursos que le han dado en San Francisco, y de Philadelphia se fue por la puerta de servicio. Sin hablar de que cada día el puesto de manager tiene menos peso. Peso que si recae sobre todo el personal y la infraestructura técnica que arropa a un equipo, pero es un global, no una sola figura.
No pintan bien las cosas para los Phillies, a pesar de los bates, a pesar de la inversión y a pesar de la magia de Dombrowski. Necesitan un cambio de dirección, un cambio de valores. Y es que, todas la facetas del juego son importantes, y si ya sobresales en alguna mejor que mejor. Defender es tan difícil, o más, que atacar, no es tan glamuroso pero gana partidos. Los Phillies lo están aprendiendo por las malas.












