Los Brewers están en un atolladero. El cruce contra los Braves está en un match point para los de Atlanta, pero más allá de esto, que ya se hace difícil de digerir para la bancada de Milwaukee, la sensación más terrible es que el suyo, ahora mismo, es un proyecto que no tiene músculo para competir en octubre, ya que es una apuesta excesivamente descompensada. Todo, o casi, se ha fiado a un picheo y una defensa que ciertamente son élite, pero en ataque son un equipo descorazonador. No anotan ni por asomo. Por no darle, no le darían ni a una pelota de playa lanzanda por un crío. Para los fanáticos de la estadística, un dato que lo dice todo. En los tres juegos contra Atlanta, los Brewers ha tenido hasta 16 corredores en posición de anotar. Ninguno de ellos lo ha hecho. Un drama, vamos.
El tercer partido contra los Braves, y la manera como se desarrolló, fue un reflejo cristalino de lo descrito. Atlanta utilizó a Anderson como abridor, quién se apoyó en una change-up dominante para ir ventilándose a los bateadores rivales como aquel que hace su rutina en un lunes cualquiera en la oficina. Por parte de Milwaukee, el pitcher de salida fue Freddy Peralta, más exigido que su contendiente, pero que defendió el casillero a cero con cierta solvencia. Pero apenas en la segunda entrada, ya tuvo que emplearse contra un primer incendio de calibre. Una jugada alocada de Adam Duvall (intentar correr de primera a segunda con un fly out, con Austin Rilley en tercera) impidió que los Braves anotaran, aunque su mensaje fue claro y nítido: Vamos a por el partido y, sino ha sido en esta, la carrera ya caerá.
Y con esto nos plantamos en la quinta entrada, el momento clave con un movimiento de ajedrez que lo cambiará todo. 0-0 en el marcador y los Brewers tienen corredores en tercera y segunda y un out. Por turno toca batear a Peralta, como todo buen pitcher una nulidad al plato, y Counsell, el manager de Milwaukee, tiene un ataque entrenador y toma una decisión que le perseguirá durante mucho tiempo: Sacar a su abridor con medio partido aún por recorrer, para dar entrada a Daniel Vogelbach -un tipo que tiene un promedio de bateo de .219, pero bueno- para intentar que saque un hit y amarrar una carrera. La jugada tiene todos los números para salir mal. Y así sucede. El casillero de Milwaukee sigue luciendo un 0 de postal, y ahora toca encarar medio partido con el bullpen. Y aquí se produce el segundo acto de la tragedia. Counsell da entrada a Houser como relevista, un pitcher al que le cuesta su tiempo encontrar el control y que a las primeras de cambio se come un Home run de Joc Pederson -aqui Sinitker estuvo mucho mas hábil que su colega al darle turno- con dos jugadores en base. 3-0 y aunque aún queda un mundo, la sensación en Milwaukee ya es de derrota. La cabeza de todos ya está en el siguiente, y en como encontrar la manera de darle a la bola. Y visto lo visto, lo más práctico seria encomendarse al santo de turno, con velita incluída.