La temporada de los Padres de San Diego llegó a su fin siempre antes de lo que uno desearía, pero esta vez con más motivos. A principio de año,en la previa que se publicó en la guía, comentaba que la aspiración de este año de los Padres era meterse en playoffs vía Wild Card. Ese objetivo que rondaba por la mayoría de los aficionados del equipo se cumplió. El problema, si se puede llamar así, es que a lo largo de la temporada y, sobre todo, al final, los de San Diego dieron la impresión de que se podía aspirar a más y esa clasificación parece saber a poco.
A falta de una semana para la conclusión de la temporada regular, los Padres tuvieron en su mano ganar la división, al menos matemáticamente. Se fue a jugar una serie al estadio de los Dodgers y si se barría a los locales se podía alcanzar el hito de robar la división. No fue así. Se ganó el primero y se aseguró pasar a postemporada, pero se perdió otro y se aseguró, también, que no se ganaría la división. Aún así el ánimo era enorme. Los Padres habían sido por mucho tiempo de los mejores equipos de la MLB, sino el mejor, tras el parón del Juego de las Estrellas. El equipo iba como una moto e hizo soñar y vivir unas semanas de auténtica alegría. Esa alegría ya no te puede quitar nadie.

Llegan los juegos de Wild Card y a los frailes se les tiene como uno de los equipos más temibles. Suenan en las quinielas de muchos para alcanzar las World Series. Y la verdad es que los datos animaban al optimismo. La primera serie es al mejor de 3 contra unos Braves que, a principio de temporada, partían como uno de los equipos más apabullantes de la competición, pero que la enfermería se encargó de quitarles la ilusión. Se gana por la vía rápida sin mucha emoción, los Padres lo solventan cómodamente. El segundo partido tuvo algo de intriga, pero sin más. Los sandieguinos se veían muy fuertes.
Las Series Divisionales son contra los enemigos de los últimos años, los Dodgers. El balance entre los dos del año era favorable a los de marrón y oro y, aunque los rivales habían ganado la división, no parecían más fuertes. Sobre todo, por la ausencia de sus estrellas abridoras.

Los dos primeros partidos se juegan en L.A. El primero cae del lado azul y blanco (7-5). Las estadísticas, sobre todo en este deporte, están para cumplirlas y éstas dicen que el 71% de los ganadores del primer partido se lleva la serie al mejor de 5. No quisimos creérnosla, sobre todo después del segundo partido donde los Padres machacan a unos Dodgers abrumados (2-10). Todo hacía parecer que el primer partido había sido un espejismo y que aquel sería el último partido de la temporada en la capital de los atascos.

La serie se va hacia al sur de California y en una segunda entrada histórica los Padres les meten a los vecinos del norte 6 carreras. Parecía que aquello era la profecía cumplida. Volvíamos a 2 años antes cuando los ídolos de San Diego habían mandado a casa a los abusones de los vecinos. Nadie se iba a imaginar que aquella iba a ser la última alegría de la temporada. Los Dodgers acabaron el partido a punto de la remontada (6-5). Los Padres ya no volverían a anotar en los dos siguientes partidos. Algo que ni el más fan de los Dodgers hubiera imaginado, pero así fue.

Los dos últimos partidos fueron una oda a la inoperancia ofensiva. Unos partidos que duele mucho perder por la manera en la que se perdieron y, sobre todo, por contra quien se perdieron. Lamentable es la única palabra que se me viene a la cabeza. El 4 partido que empataba la serie (2-2) se pierde por 10 carreras. Algo que costó mucho digerir. Y de hecho creo que costó tanto que les repitió a los jugadores, sobre todo al line up, que estuvo las 9 entradas intentado hacer home runs. Sólo eso. Un equipo que el resto del año había jugado a todo tipo de baseballs en el momento de la verdad se obsesionó con sacarla del estadio con nefastos resultados. Fue penoso ver como iban pasando los jugadores por el plato y allí no pasaba nada de nada. El entrenador es el responsable de que los Padres hayan hecho una temporada increíble, pero, lamentablemente, creo que también es el responsable de buscar otras opciones a buscar el home run durante dos partidos como única opción de ataque y que no se vieron. Ya de vuelta en Los Ángeles, el quinto partido acaba con un 2-0, pero el problema es que los Padres nunca estuvieron cerca de anotar, y eso es lo que duele.

El resumen del año es muy bueno: segundos en la división, ganamos a los Braves una serie en playoffs. Ese es el resumen, y fue un año en el que los aficionados disfrutamos como locos, pero el regusto final es terrible y por ahora cuesta estar contento. La gerencia del equipo es buena y el entrenador también. Yo no haría muchos cambios si estuviera en mi mano alguna decisión, la base del equipo y los refuerzos de esta temporada han sido excelentes. Pero muchos acaban contrato y hay que decidir ciertas cosas. Me fio 100% de lo que decidan en las oficinas. Ahora sólo falta un poco de suerte para seguir el camino hasta el final y ganar el último partido de la temporada.












