Puede ser que algunos datos de esta historia se hayan modificado por el bien de los implicados y puede ser que otros se hayan corregido por el bien de la historia. Lo que es seguro es que este relato está basado en supuestos hechos reales ocurridos en el Luis Tiant Field del South End de la ciudad de Boston.
Hace unas semanas recibí un mensaje que decía: “Luis Tiant Field, South End, línea naranja T, Tufts Medical Center, pasas el puente, sigues andando, no tiene pérdida veras el campo a la dcha. Ven YA”.
Hacía ese calor de Boston, eran las 15:15 h y yo estaba en mi casa de Charlestown pensando en ir a tomar una Bud Light al Old Sully’s y luego pasarme a saludar a Uri antes del partido de los Red Sox. Pero me picó la curiosidad, así que me di un paseo hasta North Station y me bajé en Tufts Medical Center para después de unos 15′ llegar al Luis Tiant Field.
Allí me encontré a un grupo de chavales de unos 12-14 años jugando a béisbol. De repente, mi amigo me ve y se acerca aceleradamente hacia mí.
– ¿Qué ocurre?
– Espera, espera, el próximo pitcher. He hablado con estos chavales y son de aquí, viven cerca y suelen venir a jugar aquí mucho.
– Pero, ¿qué pasa? Cuando veas al pitcher del otro equipo, ¡¡¡vas a alucinar!!!
Lo primero que pensé fue en algún tipo de lanzamiento o en la velocidad pero si un chaval de 12-14 años lanza a 100 mph… Eso es imposible, pensé. Así que dije: “Bueno veamos a ese chaval”. Por un momento me sentí Clint Eatswood en ‘Trouble with the curve’.
Los chavales llevaban camisetas blancas y rojas, esa era la manera de saber de qué equipo era cada uno, sin nombres ni números ni nada de nada. Mitad de la 4ª entrada, blancos 6, rojos 0. Y según mi amigo, 0 hits para el chaval que iba a lanzar para los blancos. Hasta aquí todo normal, un chaval diestro lanzándole a un chaval diestro, curva, recta cortada, curva, cambio, 3-1, eliminado. Miro a mi amigo y le digo:
– Sabes lo poco que me gusta el sol y aquí no hay sombra. ¿Me haces venir para ver esto?
– Espera, espera, fíjate bien. ¿Ves el próximo bateador? Es zurdo así que ahora tiene que lanzarle a un zurdo, ¿no?
A lo que respondí con una mirada de, me estás tomando el pelo o el sol te ha sentado mal. Pero aquí viene lo increíble, lo emocionante diría yo, lo que si te lo cuentan no te lo crees, lo que solo puedes contar si lo has visto como lo vi yo.
El chaval de 12 años, de nombre Louis O’Connor, nacido en Boston, hizo algo que nunca antes había visto en toda mi vida. Mientras el nuevo bateador entraba al campo y se dirigía al home, él corría hacia el banco metálico que hacía de dogout de su equipo y dejaba un guante para coger otro, pensé que simplemente era un cambio de guante pero no era solo eso, era un cambio de guante y de mano. Sí, se cambió el guante de mano, ahora claramente iba a lanzar con su mano izquierda. Antes contra el bateador diestro había lanzado con su mano derecha y ahora contra un bateador zurdo, él iba a lanzar con su mano izquierda.
No podía creer lo que estaba viendo, pensé que eran cosas de chavales, que estaría vacilándoles a los del equipo rival pero no, un chaval de 12 años se había cambiado el guante de mano para lanzar, ahora con la otra mano. En este caso con la mano izquierda. Slider, curva, curva, recta, slider, slider, eliminado. El enfado del pobre chaval bateador era evidente, sus amigos le decían: “no te enfades si es que lanza igual con la derecha que con la izquierda”. Yo seguía pensando que era cosa del sol que no me sienta bien. Mi amigo llevaba un rato callado, mirando a los chavales y su cara era la de alguien que está viendo algo que no sabe si es verdad o no. De repente, me mira y dice:
– ¿Habías visto algo igual en tu vida? Es increíble, lanza con ambas manos. Es increíble, imagínatelo en Fenway Park, con ambas manos, la gente se volvería loca, jajaja…
Lo primero que hice tras presenciar tres entradas más y ver que según si el bateador era diestro o zurdo, el chaval lanzaba con la derecha o con la izquierda, fue llamar a Uri y ante su asombro preguntarle:
– Uri, ¿conoces a algún ojeador de los Red Sox?
A lo que Uri enseguida contestó:
– Sí, por supuesto pero…
– Uri te envío un vídeo, fíjate en el pitcher, lanza con ambas manos. Estoy en el Luis Tiant Field de South End que venga alguien rápidamente y que traiga camisetas de los Red Sox para unos 20 chavales.
El partido estaba a punto de terminar cuando alguien que se identificó como miembro de la organización de los Red Sox y que sujetaba una bolsa con 20 camisetas de los Red Sox me preguntó si era quien había enviado el vídeo a Uri.
– ¿Donde está el chaval?
Lo siguiente que puedo contar es que nos acercamos a los muchachos y les dijimos si eran de los Red Sox, les regalamos unas camisetas y a un chaval en concreto le pidieron que llamase a sus padres porque los Red Sox estaban interesados en hablar con ellos. Hubo uno del equipo rojo que les dijo a los demás que Louis era un pitcher que lanzaba con ambas manos y que le daba igual que seas diestro o zurdo. Que la gente pagará por verlo lanzar en Fenway y que ellos comprarán la camiseta con su apellido y quién sabe, igual un día ganaría un partido de las World Series y les haría campeones.
P.D. : Está es una de las ocasiones en las que la realidad supera la ficción. Una vez termine este relato de ficción, como viene siendo habitual, se lo envié a Lartaun de Azumendi, Cy Young del periodismo, tres anillos de las World Series, etc. Y cuál fue mi asombro cuando le digo: ¿te imaginas un pitcher así, que lance con ambas manos según le convenga? Y me dice, ese pitcher existe. Ya escribí yo sobre él, se llamaba Pat Venditte.
Aunque sea ficción sobre realidad, el discípulo siempre, siempre, siempre, va un paso por detrás del maestro.