“Si Rickey Henderson pudiera partirse en dos, tendríamos dos Hall of Famers”. BILL JAMES.
Velocidad épica, poder épico y paciencia épica. Único en la historia, único en su generación, único en su clase. Es el símbolo de los robos de base, aunque hizo su nombre con mucho más que solo correr. El mejor primer bat que haya visto el béisbol, un adelantado a su época y uno de los jugadores más disruptivos de todos los tiempos. El símbolo de los Oakland Athletics impactó al béisbol en las décadas de los 80’s y 90’s en el siglo XX.
Redactar sobre Rickey Henderson lleva implícito un cierto sesgo de mi parte, lo analítico se disuelve al agregar un poco más de ese aspecto visceral denominado gusto personal cuando intento describir sus aptitudes y evaluar el sitio que debe ocupar en la historia este pelotero.
Revisando los rankings de algunas publicaciones serias, importantes y relevantes en el medio para clasificar al mejor jugador histórico, he encontrado lo siguiente: Baseball Almanac comete una locura poco entendible y lo coloca en la posición 51, un auténtico sacrilegio. Otras, más coherentes como: Baseball América lo sitúa en el lugar 26, Bleacher Report 22, nuestro querido Pitcheos Salvajes le otorga la posición 22, ESPN le asigna el número 14. Un servidor (que, si soy serio, pero no importante y mucho menos relevante como los aquí descritos) lo colocaré en la posición de honor, el número 1.
No es mi intención defender un argumento, tampoco traer a la mesa la disyuntiva entre lo objetivo y lo subjetivo de clasificar en un ranking a un beisbolista. Más bien, solo deseo externar el punto de vista de aquel niño que fui, que en un pequeño gran acto de rebeldía tomó como bastión a este extraordinario pelotero y a la postre, se convirtió en un aficionado más al béisbol.
Persuadido por mis padres en los deportes, su voz imperativa de “nada de béisbol, ni fútbol en nuestro hogar” marcó mi etapa pueril. La piscina, la pista de tartán y la duela, llenaban mi agenda de actividades extraescolares vespertinas.
En algo que podría catalogarse como desacato a la disciplina familiar, yo prefiero llamarle “la rebelión”, elegí un deporte que no formaba parte del catálogo paternal, el béisbol. El ícono de ese movimiento tan inocentemente genuino fue Rickey Henderson. Con el entusiasmo que caracteriza a la infancia, jugué a la pelota hasta que me fue posible. Mis padres al ver tal entrega no pudieron hacer otra cosa diferente más que apoyarme.
Cuando yo conocí a Rickey Henderson, él ya era “Rickey Henderson”, con esto quiero decir que ya era reconocido como una figura relevante en el deporte. Era el verano de 1989, los Oakland Athletics anunciaban con bombo y platillos su regreso al equipo tras 4 años y medio en la gran manzana. El chico de casa fue a New York solo para hacerse más grande, corroborando al medio beisbolístico que siempre fue un referente.
Siendo yo un aficionado neófito en ese entonces, elegí a Oakland Athletics como mi equipo favorito. Muy pronto experimenté los polos opuestos por los que puede pasar un fan, brincar de júbilo por ver coronarse a mi equipo en esa temporada mágica de 1989. Después, entristecerme hasta las lágrimas al verlos derrotados al año siguiente.
Para los que no conocen a Rickey Henderson, aquí está su tarjeta de presentación:
- Salón de la Fama desde el 2009, obtuvo el 94.8% de los votos en su primer año de elección. Líder histórico con 2295 carreras anotadas y 1406 de robos de base. Tiene la marca de más robos de base en una sola temporada, 130 en 1980. En 1983 impuso su tercera temporada consecutiva con +100 robos de base, +100 bases por bolas y +100 carreras anotadas, esa hazaña sólo él la ha conseguido.
- MVP de la Liga Americana en 1990, aunque debió haberlo sido en 1981 y queda para debate la votación de 1985. 10 veces seleccionado al Juego de Estrellas, fue un constante representante de su equipo en ese tipo de juegos. Su número 24 en la franela fue retirado por los Oakland Athletics.
- 3055 hits de por vida, dos veces campeón de Serie Mundial, MVP de la Serie de Campeonato de la Liga Americana en 1989. Un Guante de Oro y Tres Bates de Plata, como mejor defensivo y bateador de su posición respectivamente. Líder de la historia con 81 cuadrangulares al iniciar un juego.
- *12 títulos de Bases Robadas de la Liga Americana. De 1980 hasta 1991, fue el máximo robador de esta liga en cada una de sus temporadas a excepción de 1987 en que no pudo ver acción el año completo debido a una lesión. A los 39 años de edad consiguió el último de esos trofeos.
- 2190 bases por bolas en su carrera, siendo el 2º mejor de todos los tiempos. Algo impresionante es que 2129 de esos pasaportes no fueron intencionales, eso lo sitúa como el único pelotero con más de 2000 boletos a la primera base de manera no intencional, la mayoría de los lanzadores rivales mencionaban que su zona de strike era muy pequeña. Acumuló 110.7 de WAR, posicionándose como el número 14 de todos los tiempos para jugadores de campo.
- 798 BB al iniciar una entrada, si había un jugador al que no querías otorgarle un pasaporte como lanzador era a Rickey, porque sabías que de inmediato intentaría tomar la siguiente base con una estafa. La marca conseguida por él es más que lo que Roberto Clemente, Luis Aparicio, Kirby Puckett, Ernie Banks y Ryne Sandberg lograron juntos en su carrera
Todas las cifras anteriores son impresionantes, a mí lo que me sorprendía de Rickey al verlo jugar es que era el tipo diferente, siempre sobresalía sobre los demás por su estilo de juego dinámico y revolucionado, siempre derrochando energía. En un equipo de varias figuras de renombre, él era capaz por si solo de cambiar el resultado de un marcador. La metamorfosis de un juego estaba en sus manos.
En esos tiempos, yo disfrutaba de coleccionar recortes de periódicos, Dennis Eckersley, Dave Stewart, José Canseco y Mark McGwire, entre otros, enriquecían un álbum destinado para ello. El primer afiche que colgué de un deportista en mi habitación fue el de Rickey, ataviado con su uniforme blanco en la imagen, listo para iniciar su “ceremonia” de robo de base. Cuando Henderson intentaba una estafa, era un espectáculo digno de ver aparte, este ritual lo describo de la siguiente manera:
“Su mirada, enmarcada por las sombras antirreflejo de sus pómulos, se aguzaba en el lanzador rival. De pie y encima de la almohadilla, se preparaba como el cazador que observa a su presa. Pupilas dilatadas y parpadeo frenado le anunciaban: aquí estoy e iré tras de ti. Tomaba distancia de la colchoneta, seis pasos le bastaban para ello. Al segundo y cuarto paso sacudía su pie izquierdo contra el suelo, con el quinto y sexto se disponía a colocarse en posición de arranque, sus ojos vivaces permanecían dirigidos al pitcher. Para afianzarse de una mejor manera, raspaba un poco la tierra clavando ambos spikes en la arena, izquierdo primero y derecho después, en ese orden. Flexionaba su torso ligeramente al igual que sus piernas, las cuales se abrían poco más allá de la distancia entre sus hombros. Relajaba sus brazos para llevar sus manos casi hasta el piso, después las colocaba al frente de su pecho. Agitaba sus dedos unos instantes y después quietud, cautela, contemplación, sostener un poco la respiración, de pronto: 3…2…1…0, hacía erupción como un transbordador tras finalizar la cuenta regresiva.”
“Aún deslumbra el potente arranque que tenía cuando emprendía el camino a la siguiente almohadilla, ejercía un gran impulso, un enérgico giro de cadera iniciaba su aceleración sin subir la mirada, su braceo constante era engalanado por su par de guanteletas, más fluorescentes que ninguna otra. Llevaba el maxilar bien apretado y la lengua ligeramente entresacada denotando su esfuerzo. Dos dinámicos pistones como extremidades inferiores, con sus distintivas medias amarillas con una franja al centro en verde, se movilizaban a máxima velocidad. A la mitad del trayecto, ya con el objetivo a la vista, preparaba su barrida deslizándose siempre de cabeza, Rickey impuso la moda de barrerse de esa manera. El umpire grita ¡Safe! Fin de la ceremonia solemne.
Su dominio es muy claro en este escenario, 1406 robos de base de por vida. Logró el objetivo, el 80.7% de las ocasiones que lo intentó, una auténtica barbaridad, de ahí su apodo de Man of Steal. Lou Brock es el siguiente en el escalafón con 468 estafas menos, esa brecha representa 50% más del total de robos conseguidos por Brock en su carrera, inalcanzable.