Lo que sucedió ayer en el Angel Stadium fue digno de película. Ni el más fantasioso, cursi y edulcorado de lo guiones de Disney podría haberlo hecho mejor. Fue algo tan irreal, tan único, que aún resulta difícil de creer.
Como ya sabrá el lector el lanzador Tyler Skaggs murió el pasado 1 de julio. Ese día comenzaba una gira de Los Angels por el estado de Texas. Primero una serie de cuatro juegos contra los Rangers, después una de tres ante los Astros y luego el parón del All Star. Por tanto, el de ayer fue el primer juego del equipo en su estadio desde el fallecimiento de Skaggs.
Se organizó un gran homenaje. El parque se lleno. En el muro del jardín central se preparó un mural conmemorativo y todos los jugadores de los Angels llevaron el dorsal 45 que lució el pitcher durante su carrera. Antes del inicio del choque la madre, el padrastro, el hermano y la mujer salieron a hacer el lanzamiento de honor después de que se guardaran 45 segundos de silencio.
Y entonces empezó el juego…
Parecía que lo emotivo ya había pasado. Es cierto que las distintas pancartas que los aficionados habían llevado al estadio y los dorsales de todos los jugadores de los Angels nos recordaban que allí sucedía algo distinto, pero en el fondo era otro partido más. Uno, por cierto, en el que los de Anaheim se jugaban mucho.
Y así lo demostraron. Salieron lanzados. Terminaron el partido en las dos primeras entradas. Nueve carreras con un Trout estelar. Los Mariners, por contra, no daban una. Podríamos decir que el escenario les supero. Que la emotividad del momento fue demasiado para ellos. Estaríamos mintiendo. Eran una víctima perfecta. El equipo que uno querría tener enfrente cuando tiene una victoria que dedicar.
Pero las entradas se fueron sucediendo y un run run empezó a sobrevolar por las gradas. El opener Tylor Cole completó dos entradas sin hits. Le sustituyó Felix Peña. El estadio se sobresaltó en la quinta entrada. Una base por bolas hacía que se perdiera el juego perfecto, pero el no-hitter seguía en el aire.
Parte alta de la novena. Dos outs. Mallex Smith hace que el milagro no se haga esperar. Hace swing a una bola rápida de Peña. La pelota sale rodando mansamente hacía segunda. Allí la atrapa Luis Rengifo para mandarla a primera y forzar el 27º y último out del partido.
El banquillo de los Angels estalló. Un dugout lleno de Tylers Skaggss se abalanzó hacía el montículo y se fundió en una piña. Ayer Cole y Peña se combinaron para lanzar el 301º no-hitter en la historia de Las Mayores (que empieza en 1876). Podemos afirmar que fue el primero lanzado desde el cielo porque en la cultura popular esto quedará como el último partido que pitcheo Tyler Skaggs.
La ceremonia del inició del juego fue totalmente eclipsada por lo que sucedió al final. Después de celebrar lo sucedido cada uno de los jugadores de los Angels se quitó su camiseta, todas con el dorsal 45, y las depositaron en la lomita. Los locutores que hacían la retrasmisión enmudecieron durante varios minutos después de que uno de ellos dijera: «Esto es los más increíble que he visto en mi vida». No hacía falta decir nada. Las imágenes hablaban por si solas.
El legado de Skaggs es un no-hitter lanzado desde el cielo, un mural en los jardines del Angel Stadium, un puñado de estadísticas dispersas por internet y un momento tan emotivo, tan alucinante y tan mágico que pasa a convertirse automáticamente en historia del deporte. Del de la pelota y de todos. Me temo que ya está a la altura del discurso de Lou Gehrig.
Para su viuda ese legado no vale nada. Ni siquiera tuvieron un hijo. Algo a lo que esa chica de 30 años, que ayer parecía rota y que quizás ni siquiera estaba en el estadio cuando se produjo el milagro, se pueda aferrar. Alguien a quien llevar al Angel Stadium para enseñarle ese mural del jardín central. Alguien a quien contar que una vez su padre lanzó un no- hitter desde el cielo. Alguien a quien criar en una casa presidida por esa foto mágica en la que se ve un montículo cubierto por camisetas con el 45.
Esa chica esta sola. Sola en esa lomita del Angel Stadium y rodeada por todas partes por los fantasmas de Tyler Skaggs. Fantasmas que le recuerdan todo lo que fue y todo lo que no será. Fantasmas con el 45 a la espalda que nunca darán un motivo ni una respuesta. Nunca sabrá por qué a ella. Toda muerte es injusta a ojos de los seres queridos.