A día de hoy tenemos una maravillosa colección de campocortos ofensivos en las Mayores. La locura por los batazos elevados ha provocado que una posición en la que sobretodo se valoraba la defensa haya cambiado radicalemente. Apenas hay golpeos rodados así que el fildeo de calidad en el infield ya no es tan importante. Lo que empezaron Alex Rodriguez, Derek Jeter y Nomar Garciaparra ha sido apuntalado por Lindor, Correa y Seager. Hasta Manny Machado, que había sido «desterrado» a la tercera base por considerarse que su guante no daba el nivel para jugar en el shortstop, ha vuelto en este 2018 a ocupar esa posición.
Los ya mencionados Lindor, Correa y Seager irrumpieron en la liga en 2015. Los dos primeros acabaron primero y segundo en las votaciones a Rookie del Año de aquella temporada, mientras que Seager se llevó el premio en 2016. Vimos como tíos capaces de defender en una posición tan difícil pegaban con muchísimo poder.
Estos tres monstruos hicieron que Xander Bogaerts, que en 2014 parecía el mejor campocorto joven de la MLB, pasara a un segundo plano. Las actuaciones del propio Bogaerts tampoco ayudaron. Por momentos parecía un jugador aún a medio hacer. Su defensa pasaba de la genialidad a la inconsistencia (sobretodo si Pedroia no estaba en segunda) y su swing, que para muchos encerraba cierto poder, era una máquina anodina de pegar singles.
En 2015 Bogaerts se fue hasta el 0.320 de promedio de bateo. Una cifra más que buena. Tanto que le valió para hacerse con el Bate de Plata al mejor campocorto ofensivo de la Liga Americana (superando a Lindor y Correa entre otros). Pero si ponemos esa temporada en perspectiva vemos que la aportación ofensiva del pelotero no fue tan buena. De los 196 hits que consiguió 151 fueron sencillos. Cero poder.
Al año siguiente si que pareció un bateador más completo. Consiguió contactos más duros y empezó a buscar más los batazos a su lado natural, el izquierdo. Pasó de los siete a los 21 home runs y su OPS subió del 0.766 a 0.802. Sin embargo el año no fue redondo. La primera mitad de la temporada fue fantástico. Bogaerts fue titular en el All Star y su wRC+ fue de 132. Su rendimiento después del Juego de las Estrellas fue ramplón. Su línea de bateo bajó hasta un .253/.317/.412 y su wRC+ fue de solo 94.
Algo parecido sucedió en 2017. En los primeros meses de competición vimos su lado bueno. Promedió un 0.303. El único pero es que volvió a ser la máquina de sacar singles que fue en 2015. Algunas molestias en la mano le impidieron batear con poder. A partir de julio su rendimiento cayó en picado. Se convirtió en un bateador por debajo de la media. Parece ser que los problemas físicos fueron los culpables.
En 2018, sin embargo, estamos viendo la versión más completa y madura del jugador de Aruba. Cora le ha elogiado públicamente en varias ocasiones. Ha declarado que ve en él virtudes suficientes como para llegar a la altura de Lindor y Correa. «Es uno de los jugadores más inteligentes que conzoco,» ha llegado ha declarar Cora.
Además el nuevo técnico le ha dado unos galones que el campocorto ha asumido con naturalidad. Es uno de los líderes del equipo tanto dentro como fuera del campo. Bogaerts es capaz de hablar inglés y castellano con fluidez. Eso le convierte en un nexo de unión muy importante entre los jugadores latinos y los anglosajones.
El nuevo manager de los Red Sox, que fue un muy buen infielder defensivo en sus tiempos como jugador, ha pasado mucho tiempo entrenando su defensa personalmente. «Me está dando muchos consejos,» ha declarado Xander. «Lleva mucho tiempo en el béisbol. Él jugó en esta posición.»
Más allá de esto el cambio más importante que estamos viendo en Bogaerts es su manera de afrontar los at bats. La vuelta de Tim Hyers a Boston, esta vez como hitting coach, ha resultado muy beneficiosa. Por alguna razón Bogaerts y los Red Sox se obsesionaron por hacer de él un bateador de contacto. A pesar de que se sabía de su capacidad para pegar con poder se cambio su swing hasta convertirlo en un jugador que conseguía un número alarmante de batazos rodados y no demasiado fuertes. Esto fue especialmente evidente en 2015.
Durante el Spring Training Hyers le ayudó a conseguir un swing más compacto. Hicieron mucho hincapié en la utilización de las caderas y las piernas en el bateo, una práctica que por lo general se traduce en golpeos más duros. En lo que llevamos de 2018 ya ha conseguido 41 hits de extra base, cifra muy cercana a los 48 que consiguió durante todo el 2o17. Su slugging, por tanto, también ha experimentado un salto importante. Es de 0.526 ( la media de su carrera es de 0.422) y solo tres campocortos le superan (Lindor, Machado y Story). Estos ajustes no han provocado que Bogaerts pierda demasiado contacto. Su promedio está entre el 0.290 y el .300. Podemos decir que se ha convertido en un bateador más completo.
Resulta difícil saber si entrara en ese grupo de elegidos en el que están Correa, Seager, Machado y sobretodo Lindor. Pero lo cierto es que Bogaerts parece haber madurado. Parece que es consciente de sus verdaderas capacidades como jugador y como líder. No va a ser la estrella del equipo, pero si parece que lo tiene todo para convertirse en el «capitán».