El domingo 24 de marzo de 1946 el panorama beisbolístico andaba muy alterado. El día anterior un partido que debería haber enfrentado a los Montreal Royals y a los Jersey City Giants había sido cancelado. La policía de Sanford, Florida no había permitido que dos peloteros negros de los Royals jugaran en un encuentro que disputaban dos equipos blancos.
Los involuntarios protagonistas de aquel incidente fueron Jackie Robinson y Johnny Wright. Aquellos entrenamientos primaverales fueron una auténtica pesadilla para ellos. Los estados del Sur, en los que se concentraban las distintas franquicias de la MLB durante febrero, marzo y abril, eran profundamente racistas. Todavía más que el resto del país. Las llamadas Leyes de Jim Crow permitían que en el Sur existiera una segregación brutal.
Al día siguiente del incidente de Sanford algo parecido pasaba en Birmingham, Alabama. El mítico Rickwood Field estaba listo para ver un duelo entre dos de los grandes equipos negros de la época: los Birmingham Black Barons y los Cleveland Buckeyes. De repente los agentes de policía se percataron de algo que los dejó alucinados. Entre los Buckeyes que estaban calentando había un blanco. Un oficial se acercó a él y le espetó: “Si no te quitas ese traje de mono te voy a partir la cara”.
Aquel pelotero se llamaba Eddie Klep. Fue el primer y único blanco en jugar en el béisbol organizado negro. Como le sucedió a Robinson y a Wright aquellos entrenamientos primaverales en el Sur profundo fueron una pesadilla.
Pero mientras que la prensa y buena parte de la opinión pública se volcaron con Robinson, nadie le prestó demasiada atención a Klep. Sufrió racismo e incomprensión, pero en la más absoluta soledad, sin apoyo social ni mediático.
No podía dormir ni comer con sus compañeros. La ley lo prohibía. Ni siquiera los establecimientos para negros le querían allí. Tenían miedo de las represalias que habría si dejaban que Klep comiera o se alojara allí.
Eddie Klep solo lanzó en un puñado de juegos para los Buckeyes. A mediados de aquel verano del ‘46 fue despedido. La explicación oficial fue que no tenía suficiente nivel. Parece que su bola curva no era mala, pero su recta no conseguía eliminar bateadores. Hay, sin embargo, quien dice que los Buckeyes acabaron desprendiéndose de él para evitar problemas raciales y distracciones. Ambos motivos podrían ser ciertos, pero lo más seguro es que su alcoholismo fuera el motivo definitivo.
La vida de Eddie Klep no fue fácil después del béisbol. Su mujer le abandonó y la dependencia del alcohol le empujó al mundo de la delincuencia. Acabó en prisión. Más tarde se mudaría a California donde vivió humildemente hasta que el abuso del alcohol le hizo perder la cabeza. Fue ingresado en una institución mental donde murió en 1981.
En su época nadie pareció darle importancia a su historia. La prensa cubrió su salida de las Ligas Negras con la misma indiferencia con la que habían tratado su llegada.
Solo el periodista negro Cleveland Jackson dejó una bonitas palabras el día que los Buckeyes se deshicieron de él:
“Si ese chico blanco falla y no consigue firmar con ningún otro equipo de las Ligas Negras, este año veremos el discreto final de uno de los esfuerzos más progresistas que jamás se hayan intentado en el mundo del béisbol. Klep desafió a las burlas, los insultos y las amenazas de sureños encolerizados. Demostró ser una persona íntegra y permaneció con sus compañeros en el Sur durante los entrenamientos primaverales… Si los informes de los Buckeyes son ciertos, Edie Klep no tiene el nivel suficiente para jugar en las Ligas Negras, pero en el corazón de cada deportista estadounidense existe la sensación de que el pequeño Eddie Klep se merece el más alto reconocimiento. Es un pequeño gran hombre”.
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