No sorprendemos a nadie si decimos que en España el béisbol no es un deporte muy popular. Bueno, la verdad es que en este país cualquier deporte que no sea el fútbol es ignorado y vilipendiado por la supuesta superioridad del aficionado futbolero español. Aconsejo una visita a los comentarios del diario Marca sobre cualquier noticia de cualquier deporte para comprobarlo, y ver como esta es materialmente despreciada e insultada por una ralea de supuestos intelectuales deportivos que se creen con el derecho a decidir cuál es el deporte del que merece la pena hablar y cual no. Lo cierto es que la mayoría de las veces lo único que queda claro con estos comentarios es la incultura deportiva de quien los hace, ya que cuanto menos se sabe de un deporte más se le suele insultar y menospreciar, quizás en un intento de tratar de demostrar una cultura de la que se carece.
Yo soy aficionado al fútbol como casi todo el mundo en esta España nuestra, pero también soy aficionado a otro tipo de deportes, muchos de ellos de los considerados minoritarios en este país, y uno de los que más me gusta es el béisbol, para mí un deporte apasionante y en el que la estrategia juega un papel mucho más destacado que en otros deportes, algo que muchas veces pasa desapercibido para el nuevo aficionado que se está acercando a este mundo. Y claro, a mi me pasó lo mismo la primera vez que me di de bruces con él, en una historia cuanto menos curiosa que me apetecía contaros.
Allá por julio de 1982 desembarqué en Estados Unidos con el noble propósito de practicar inglés durante un mes con una familia americana que residía en la pequeña población californiana de Oxnard, muy cerca de la ciudad de Los Ángeles. Recuerdo que allí vi la final del mundial de fútbol del 82 (el mundial de España) entre Italia y Alemania con gran extrañeza de mi familia adoptiva, que no acababa de comprender como me podía gustar un deporte que para ellos era algo completamente desconocido y exótico. Una de aquellas tardes en casa mi padre americano puso la televisión y en uno de los múltiples canales que existían (recordad que yo venía de un país donde solo existían la 1 y la 2, y no a tiempo completo) se estaba emitiendo un partido de Los Angeles Dodgers. Esa vez fui yo el que empezó a ver ese exótico y desconocido deporte con extrañeza, pero con la curiosidad de disfrutar de algo nuevo por primera vez como era ver en directo un partido de béisbol.
Montreal Expos, 1982 |
Probablemente la cosa no hubiera ido a mas si no fuera porque en ese partido estaba lanzando un jugador hispano, lo que para mí era otra cosa extraña ya que hasta ese momento pensaba que el béisbol era un deporte que solo se jugaba en los Estados Unidos, así que el ver un jugador latino destacando sobre el campo me resultó chocante. Estaba aún lejos de descubrir que, contrariamente a lo que yo suponía, el béisbol no solo se jugaba en Estados Unidos sino que era el deporte rey en otros países como la República Dominicana, Puerto Rico, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Japón, Corea…
Había más cosas que no sabía, una de ellas era que Los Angeles Dodgers eran el actual campeón de la MLB tras derrotar en las Series Mundiales a los archiconocidos New York Yankees, y otra era que el pitcher al que yo estaba viendo lanzar había sido galardonado con el premio Cy Young de 1981, que se otorga al mejor lanzador de la liga. El chavalito en cuestión se llamaba Fernando Valenzuela, era mexicano y, sin que yo aún lo supiera, estaba viendo jugar en directo a una de las leyendas vivas de ese deporte en los Estados Unidos.
De todas esas cosas me fui enterando años más tarde, ya de vuelta en España, pero lo que sí que se consiguió aquel día fue que un deporte que para mí era completamente desconocido empezara a interesarme mucho. También durante aquel mes jugué mi primer (y único) partido de béisbol en la posición de receptor o catcher, curiosamente la que nadie quería y que a mí me pareció la más interesante de todo el equipo, ya que dominas el juego defensivo al tener una visión completa de todo lo que sucede en el campo. A día de hoy el catcher sigue siendo, para mí, el jugador más importante del equipo y es mi posición favorita para jugar, si alguna vez volviera a practicar el béisbol.
En aquella época enterarse de algo relacionado con el béisbol en España era poco menos que una quimera, pero cada vez que en aquellos años aparecía cualquier noticia relacionada con el béisbol la devoraba. Después llegaron las televisiones privadas y algo más tarde empezaron a llegar los primeros canales por cable, entre los que estaba ScreenSport (que posteriormente se fusionó con Eurosport, sin que yo por entonces me imaginase que iba a acabar trabajando con ellos), que emitía bastantes partidos de béisbol y en donde, por fin, pude empezar a seguir algo de la liga norteamericana. Luego llegó internet y todo se volvió más sencillo, la información fluía ya sin dificultad y todas las preguntas que me hacía sobre el béisbol encontraron por fin fácil respuesta. Es curioso que mi primera visita a un estadio de béisbol para ver un partido en directo no fuera en Estados Unidos sino en Tokio, ya en septiembre de 2006, en un encuentro entre los Yakult Swallows y los Hiroshima Carp, con victoria para los de casa por un tanteo que ya no recuerdo.
La televisión por internet hizo el resto, y desde hace años estoy suscrito a MLB.TV, el sistema de streaming oficial de la liga con todos los partidos en alta definición a disposición de los fanáticos como yo. Hacer un equipo para participar en la liga fantástica que organiza la ESPN me parece divertidísimo y, además, ayuda a seguir la competición y a los jugadores. Y cuando la ocasión me lo permite me gusta acercarme a ver algún partido oficial o amistoso, sea de la categoría que sea, para disfrutar del béisbol en directo.
Así que animo a todo el mundo a darle una oportunidad al béisbol, un deporte mucho más interesante de lo que puede parecer a primera vista y que os puede llegar a enganchar en cuanto entendáis cuatro reglas básicas. Y por si alguien se lo está preguntando, soy fanático de los Dodgers desde aquel lejano agosto de 1982 cuando el pitcheo de Valenzuela me cazó para la eternidad.
Este artículo fue publicado originalmente en Las Historias de Leonishiki