Después de sortear como han podido el mazazo el inicial de la pandemia, los clubs de afrontan la próxima temporada con una incómoda incerteza.
A veces puede parecer que es así, pero ni el béisbol, ni el deporte en general, puede ser ajeno al mundo en el que vive. Y más cuando la coyuntura general es extraordinariamente hostil, como sucede ahora mismo con la pandemia del coronavirus. Una crisis sanitaria que, entre sus muchas y dolorosas consecuencias, ha provocado un frenazo, tan inesperado como súbito, de la economía mundial. Y esta tormenta perfecta no solo está desangrando las cuentas de gobiernos o corporaciones, que así es, sino que también está embarrando el día a día, y las perspectivas de futuro, de aquellas entidades o colectivos que viven ajenas al profesionalismo.
Entre estos últimos, están los clubs españoles de béisbol. Una amalgama muy heterogénea de organizaciones que, en circunstancias normales, ya hacen de su sola existencia una auténtica heroicidad, por lo que supone entregarse a la práctica y desarrollo de un deporte que en la península está absolutamente invisibilizado y se mueve en presupuestos de guerrilla. Y en estas llega la pandemia y, con ella, una suma de restricciones, empezando por el confinamiento general de la población, que solo en el caso de Catalunya, la zona escogida para hacer esta radiografía, ha obligado a suspender las competiciones hasta tres veces (de marzo a julio, dos semanas en julio y casi 40 días entre octubre y setiembre). Aparte de verse obligados a comprimir calendarios como el de la división de honor, y después que no prosperase la idea de que este formato reducido se jugase en una única burbuja en Barcelona, el desarrollo del torneo ha supuesto un verdadero quebradero de cabeza logístico para los clubs. “Después del primer parón optamos por no hacer noche en los desplazamientos como solemos hacer siempre, con lo cual el equipo viajaba el mismo día de partido, por ejemplo a Pamplona, y regresaba justo después” explica Joan Rodríguez, presidente del Viladecans, entidad fundada el 1945 y que, a día de hoy, es la que tiene más fichas federativas de todo el estado (cerca de 250). Carles Cerdà, miembro de la junta del Sant Boi, otra entidad de referencia del béisbol español, explica que en su caso, además, optaron por hacer los viajes en furgoneta, y no en autocar como acostumbran “para reducir el riesgo de contagio”. En este club, además, se da la circunstancia que la limitación de desplazamientos se decretó justo el mismo día que el equipo femenino tenía que volar a la Coruña y, aún hoy, están con el papeleo de ver como recuperan el dinero de los billetes.

Pero para estos clubs, la división de honor no lo es todo. Ni por asomo. La actividad formativa y de base es crucial en sus estructuras, y el cese forzoso tanto de los entrenamientos como de los partidos ha hecho mella en esto. “Un 17% de nuestros jugadores (en total son unos 170) han dejado de venir. Estrictamente no se han dado de baja y no sabemos, ahora mismo, si cuando la situación se normalice volverán a venir o no” explica Cerdà. Y estas adversidades se notan en la contabilidad. En el caso del Viladecans optaron por no cobrar el equivalente de las cuotas de los meses de confinamiento, lo que produjo una desviación a la baja del 30% respecto su presupuesto anual, que ronda los 100.000 euros. La reducción de costos, por ejemplo en instalaciones, inherente al cese de la actividad, ha permitido reducir el decalaje hasta un 10%. “El resto lo hemos cubierto echándole imaginación” comenta el presidente del Viladecans. Un factor clave para poder parar el golpe es que las subvenciones que reciben, uno y otro club, de la Generalitat y los respectivos ayuntamientos, y que son su principal fuente de ingresos junto las cuotas, se han mantenido. Y eso, en el marco actual, ha sido más que un respiro. Pero la realidad de los clubs que no juegan en división de honor, es aún más compleja, si cabe. En estas está el Hércules, una entidad del Hospitalet de Llobregat que alimenta sus equipos de la copiosa comunidad latina que habita en este municipio fronterizo con Barcelona. El hecho de disponer de una instalación no homologada por la federación les obliga a competir únicamente en ligas autonómicas, donde no pocas veces las restricciones han sido más severas. En el momento que se escribía este artículo, por poner un ejemplo, en Catalunya los fines de semana estaba prohibida la movilidad fuera del municipio de residencia, y esto ha hecho que el ajetreo del Hércules en sábado y domingo, se haya visto reducido prácticamente a cero. “Todo ha sido una pesadilla” se exclama Juan Luis Cisneros, presidente del club, que añade que como consecuencia de todo esto la mitad de sus más de 300 socios, o han dejado de venir o se han dado de baja. La magnitud del descalabro económico que supondrá esta nueva realidad dependerá de como se concrete la subvención que aún tienen que cobrar del Ayuntamiento de l’Hospitalet, o de los ingresos que les pueden llegar por vía extraordinaria o apelando al argumento de la buena voluntad. “Podemos cerrar el año con un balance negativo de 10.000 euros o de 1.000. Aún no lo sabemos. Y así estamos”, remata Cisneros.
Más allá de lo descrito, la gran duda para los clubs es que pasara el año que viene. “Económicamente, será duro” vaticina Rodríguez. De entrada, aún no se sabe como se organizaran las competiciones, como la División de Honor, que desplazamientos habrá que hacer y en que condiciones. Y no es cuestión menor, ya que para Sant Boi y Viladecans esa es una partida muy importante en el apartado de gastos. En una coyuntura de recesión general, donde las administraciones deberán buscar recursos donde no los hay para hacer frente al gasto social que demandará la crisis, habrá que ver que pasa con las subvenciones públicas, un factor que ahora mismo genera auténtico pavor entre los colectivos deportivos de base. Volviendo al béisbol, tampoco se sabe si habrá público o no en los partidos, y todos los programas formativos están literalmente en el aire a la espera de la evolución de la pandemia. Un ejemplo. El Sant Boi tiene uno donde un miembro del club visita todas las escuelas del municipio para animar a los estudiantes a iniciarse en el béisbol. Una manera como otra de sembrar la cantera. Pues bien, de momento este curso ya lo han tenido que suspender y ahora esta por ver si lo pueden retomar el año que viene. Y también se olvidan, por ahora, de buscar ese acuerdo de colaboración soñado con alguna franquicia de la MLB, ya que las noticias que llegan de Estados Unidos, donde la liga esta como esta, es que los convenios internacionales no se salvaran del tijerazo que se avecina. En el caso del Hércules, directamente ya se plantean ni retomar la competición. “Arrancar, para después parar de golpe, es fatal. Casi que es mejor esperar que la situación se normalice, hacer números, y empezar sabiendo que habrá una continuidad” sentencia su presidente. Sombras, dudas e incertidumbres. Ante la tormenta que se avecina, la única consigna es resistir. Pero, en esto, el béisbol español, esta más que bien entrenado. Porque fácil, lo que se dice fácil, nunca lo ha tenido.