Pese a la fama de conservador y reacio a los cambios, el béisbol es uno de los deportes que más ha confiado en los avances tecnológicos en los últimos años. El giro casi copernicano en la evaluación de jugadores que encabezaron Bill James y Billy Beane fue seguido por una revolución tecnológica que introdujo distintos dispositivos de lo más moderno en el día a día del béisbol.
Probablemente el primero de estos avances fue PITCHf/x, un sistema de seguimientos de lanzamientos creado por Sportvision. Se instaló en todos los parques de la MLB y así detallaban en FanGraphs sus cometidos: “permite medir la velocidad, el movimiento, el release point, la rotación y la localización de cada lanzamiento. De esta manera es posible analizar y comparar a los lanzadores y sus lanzamientos con muchísimo detalle”.
Los bateadores más metódicos ya llevaban varias décadas grabando y estudiando sus swings (Tony Gwynn era llamado “Captain Video” en los ochenta), pero la cosa se ha refinado mucho en los últimos años. Los entrenamientos de bateo son grabados y mandados a “laboratorios” donde unos expertos descomponen el swing en frames, ángulos de bateo, barrels, velocidades de salida… Los peloteros son informados sobre los lanzamientos ante los que son menos efectivos, sobre aquellas áreas de la zona de strike en la que hacen más daño y se trabaja en perfeccionar su swing hasta el extremo.
En los últimos tres o cuatro años hay tres cámaras de vídeo de última generación que se han convertido en parte del día a día de cualquier organización de la MLB. Estamos hablando de Kinatrax, Edgertronic y Rapsodo. Cada uno de estos dispositivos aporta una cosa distinta, pero la combinación de los tres permite (hablando en plata) una reconstrucción en 3D de los movimientos del jugador a la hora de batear y sobretodo lanzar. Una sesión de bullpen captada por estos chismes registra más información de la que se recoge con un entrenador de pitcheo veterano durante toda una temporada.
Pero la tecnología no solo ha irrumpido en la evaluación y análisis de los jugadores, la MLB ha permitido que entre en la dinámica misma del juego. Primero a través de las repeticiones. En 2014 el comisionado introdujo el Instant Replay. Esto es la posibilidad de que una serie de jugadas concretas pudieran ser revisadas en televisión por un nuevo equipo de árbitros. Estos árbitros, en función de lo visto en las repeticiones, son los que toman la decisión en último lugar.
Dos años después, en 2016, Rob Manfred anunció la introducción de tablets en los banquillos. La idea era hacer desaparecer todos esos papelajos que inundaban los dugouts. Hojas y más hojas de papel con cientos de estadísticas sobre los bateadores y pitchers rivales. Todo esos datos se pueden consultar hoy digitalmente. Las tablets están “capadas”. No pueden recibir información en tiempo real y no tienen acceso a internet. Al menos oficialmente…
Lo próximo es el árbitro-robot. El plan de la liga es que la toma de decisiones sobre si un lanzamiento es una bola o un strike recaiga sobre un sistema informático, en teoría mucho más preciso que un ser humano. Es una decisión rodeada de polémica, entre otras cosas porque limitaría mucho el papel defensivo del receptor. La capacidad para enmarcar los lanzamientos es considerado uno de los talentos más raros de todo el béisbol. Manfred y la MLB parecen decididos a limitar el factor humano en el béisbol moderno. Muchos creen que la aplicación de la tecnología en el deporte (y en la vida) hace que todo sea más justo. No es el momento ni el lugar para entrar en ese debate, pero el comisionado debería haber sido consciente de que iba a haber un precio a pagar.
Hasta el momento el peaje más evidente atravesado por la MLB por esa modernización está siendo el escándalo del robo de señales. Hace unos meses se descubrió el sistema utilizado por los Astros, en la última semana ha saltado el caso de los Red Sox. La liga no solo no ha limitado la implantación de la tecnología en el deporte, sino que sus decisiones daban a las franquicias señales inequívocas de que ese era el camino a seguir. Cuanto más modernos y vanguardistas, mejor.
No me malinterpreten, Astros, Red Sox y algún que otro equipo han hecho cosas que van claramente contra el reglamento. Y lo sabían. Pero parece difícil que se hubiera llegado a esta situación si la MLB no se hubiera embarcado en una cruzada cuyo lema parece algo así como la tecnología nos hará libres.
Manfred sueña con unos avances tecnológicos que harán del béisbol algo más justo, más equitativo y más moderno. Pero en ese sueño también hay lugar para alguna que otra pesadilla.