Hoy hablamos de los Jardineros más destacados en la MLB 2019.
John Fogerty, su hermano Tom, Stu Cook y Doug Clifford formaron en los sesenta una de las bandas de rock más alucinantes que jamás hayan existido. Y sin embargo el bueno de John es sobretodo recordado por el gran público por una canción que hizo en solitario. En 1985, cuando parecía que su carrera estaba ya agotada, Centerfield arrasó a lo largo y ancho de los Estados Unidos.
Put me in coach, I’m ready to play today,
Look at me, I can be centerfield
Como si Mickey Mantle, Ted Williams, Hank Aaron, Willy Mays y muchos otros no fueran suficiente. Tenía que llegar Fogerty con su canción para afianzar todavía más la creencia de que los jardineros son los tíos más molones del béisbol. Todos los niños quieren jugar allí. Hacer atrapadas imposibles y pegar home runs estratosféricos.
You know I think it’s time to give this game a ride
Just to hit the ball, and touch ’em all
A moment in the sun
It’s a-gone and you can tell that one good-bye
El tiempo, para que vamos a negarlo, ha dado la razón a Fogerty. ¿Quién en este mundo cruel no querría jugar a esto de la pelota como Mr. Michael Nelson Trout? ¡¿QUIÉN?! No os vamos descubrir nada nuevo sobre él. Es el mejor y punto. Trout es un dios caminando entre hombre y no se merece que mis sucios dedos mortales escriban algo sobre él. Nadie me ha nombrado el quinto evangelista. Simplemente un dato: podría convertirse en el segundo jugador en la historia de las Mayores en llegar a los 500 home runs y las 500 bases robadas. Hasta la fecha el único miembro de ese club tan selecto es Barry Bonds.
Si Trout es un dios podríamos decir que Mookie Betts es un iconoclasta. Una suerte de moderno Prometeo (nada que ver con el de Mary) que se ha atrevido a mirar a los ojos a la divinidad. Betts es el único bateador que ha sido capaz de competir con Trout en los últimos tres años. Podríamos incluso argumentar que es superior con el guante y corriendo las bases.
Lo más sorprendente de Mookie es su capacidad para mejorar. Cuando debutó se esperaba de él que fuera un leadoff hitter al uso. Mucho contacto y muchas piernas. Ha evolucionado hasta convertirse en un bateador de poder en un cuerpo de 80 kilos. Un abonado a los 30 homers, las 100 anotadas, las 80 impulsadas y las 20 bases robadas como mínimo en cada una de las tres últimas temporadas.
El exterior de los Red Sox, liderado por Betts, aspira a ser uno de los más mejores de la historia. Probablemente ya lo sea desde el punto de vista defensivo. Para mejorar en ataque se necesita que Andrew Benintendi continúe con su progresión y que Jackie Bradley Jr. descubra que el cajón de bateo no es un potro de tortura.
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Derek Jeter llegó a Miami hablando de reconstrucciones profundas y lo primero que hizo fue regalar a un chico de 25 años sobre el que los Brewers están levantando un proyecto ganador. Christian Yelich salió de ese manicomio que son los Marlins y una temporada le bastó para convertirse en MVP y llevar a su equipo a la antesala de las Series Mundiales. Su temporada fue tan perfecta que logró un OPS tan redondo como rotundo: 1.000. Solo los dos mencionados anteriormente y un cyborg llegado del futuro y llamado J.D. Martinez le superaron.
Yelich no está solo. En cuanto se hicieron con él los Brewers fueron conscientes de que tenían a un jugador especial que merecía ser rodeado de otros como él. Tardaron pocas horas en hacerse con Lorenzo Cain. El ex de Royals fue un complemento perfecto. A los 32 firmó una de las mejores actuaciones de su carrera. Fue un seguro en defensa y una pesadilla en las bases.
El outfield de los Yankees ya no es el Imperio del Mal, es la Panzerdivision. Aaron Judge y Giancarlo Stanton son un cuarto de tonelada de músculo con la capacidad de pegar 120 bambinazos por año. Y con la de poncharse 400 veces… Precisamente de esta última cifra puede depender el éxito de los del Bronx. Judge controló la zona de strike algo mejor en 2018. Siguió haciendo muchos swings, pero logró que casi un 20% de sus at-bats se convirtieran en boletos. Debe seguir trabajando en esa dirección.
Ídem del lienzo para Giancarlo. Parece que a Stanton le afectaron entre poco y nada los pitidos tempraneros que el Yankee Stadium le dedicó la pasada campaña cuando se estrenó con un 0 de 5 con cinco abanicados. Lo que siguió fue un verano en el que el pegador buscó el contacto hasta con los mosquitos que revoloteaban por el cajón de bateo.
¡Luces, cámara, acción! Llega el momento de hablar de Bryce Harper. El niño prodigio se ha hecho mayor y sin que nadie se lo pidiera ha decidido convertirse en la cara de la MLB. Harper es el ARod de las nuevas generaciones. Rico, guapo y famoso. Un villano perfecto.
En el pasado ha demostrado que puede estar con los mejores, pero también ha sembrado algunas dudas. Hasta la fecha su carrera combina rachas de devorador de mundos con bajones que merecerían que le mandaran a las Menores. Un detalle, no obstante, le ha salvado. Harper es ante todo un bateador. No un pegador, sino un BATEADOR con mayúsculas. Su poder eclipsa su otra gran virtud, el control de la zona de strike. A pesar de haber tenido malos momentos Harper se las ha apañado para superar el 0.340 de embasado en cada una de sus temporadas. De hecho, solo un bateador ha conseguido más bases por bolas que él en los últimos cuatro años: Joey Votto.
Los rivales divisionales de los Phillies han decidido contrarrestar al poderío económico de los de Pennsylvania con el sistema de granjas. Nationals, Braves y Mets apuestan por jardines con producto criando en casa. La marcha de Harper ha podido haber dolido, pero no inquieta. En Washington ya tienen lista a la siguiente camada de exteriores. Hace no mucho sobre el outfield de la capital brillaban las barbas y melenas rubias del propio Harper y de Jayson Werth. Ahora Fernadito Villalona pone la música, Juan Soto y Victor Robles los home runs y el Nationals Park le canta a Harper eso de “Sigue tu camino y no mires atrás. Sigue tu camino buscando el amor.”
En Atlanta le has tocado la lotería. Quizás una parecida a la que cayó en Anaheim hace unos años. Un jugador de los que puede cambiar un partido con un swing. Un adolescente que hace cosas que no le corresponden a un chico de su edad. Con 20 años y dos outs en un partido de eliminación no se suelen pegar cuadrangulares… A menos que te llames Ronald Acuña.
Los Mets no cuentan con un talento generacional en los jardines. Ya sabemos que Dios les odia. De hecho, estudios recientes han demostrado que solo una extraña casualidad libró a Queens de correr el mismo destino que Sodoma y Gomorra. En fin, volvamos al béisbol. No cuentan con un Acuña, ni un Soto, ni un Robles, pero esa dupla formada por Michael Conforto y Brandon Nimmo es un muy buen punto de partida. Conforto tiene poder y Nimmo la paciencia para llegar a base como sea.
Dicen que el todo es más que la suma de las partes. Hay tres equipos que parecen haberlo entendido a la perfección. Pirates, Astros y Cardinals son tres franquicias con unos jardines muy completos. De los que funcionan en ataques y cumplen de sobra en defensa. Gregory Polanco, Starling Marte, Corey Dickerson, George Springer, Josh Reddick, Michael Brantley, Marcell Ozuna, Harrison Bader y Dexter Fowler. Todos ellos podrían ser titulares en cualquier equipo de la MLB, pero están, exceptuando a Springer, a uno o dos peldaños de ganar partidos individualmente.
Ya para terminar una mención de honor a tres llaneros solitarios: Tommy Pham, Mitch Haniger y Charlie Blackmon. Tres jugadores que sin ser idénticos si tiene cosas en común. Defensores correctos con capacidad para batear en torno al 0.300. Pham y Blackmon son algo más ligeros. Eso les da un plus en defensa y los convierte en buenos corredores de bases. Haniger, tras una irrupción tardía en la liga, es de esos bates que dan empaque al núcleo del lineup.