Es probable que un documental no sea la manera más adecuada de acercarse a Arnold Hano. Lo suyo sería sentarse tranquilamente con uno de sus libros entre las manos y dejar que se obre la magia. Dicen que nadie ha hecho unos huevos fritos con chorizo en el campo mejor Hemingway. Se podría decir algo parecido sobre Hano, nadie ha descrito mejor que él lo que es una tarde de verano en un juego de pelota: el olor a cacahuetes y cerveza, el verde del diamante y la comunión de los aficionados en los bleachers.
Hace cinco años el documentalista independiente Jon Leonoudakis le dedicó una película de poco menos de una hora a Hano. En honor a su libro más recordado, Un día en los bleachers (A Day in the Bleachers, 1955), decidió titularlo Hano: un siglo en los bleachers. Un pequeño gran homenaje a uno de esos tipos que devuelven la fe en la humanidad.
Hano nació en el Nueva York de los años veinte. Dos hechos marcaron su infancia y condicionaron el resto de su vida: solo tenía que cruzar una calle para llegar al Polo Grounds (casa de los New York Giants hasta que se mudaron a San Francisco en el ‘57) y un abuelo policía que conseguía entradas gratis para el béisbol. Hano pasó los veranos de su infancia viendo pelota. El deporte se convirtió en parte de su vida.
En 1955, después de combatir en la II Guerra Mundial y perder a su hermano en la misma, escribió su celebrado Un día en los bleachers. El libro nos habla del mítico primer partido de las Series Mundiales del ‘54 entre Giants e Indians. Pero no se centra en el juego, sino en el espectador, en un Hano que cuenta su llegada al estadio, el ambiente, su discusión con una aficionada de los Dodgers que animaba a los Indians y su reacción al ver esa jugada de Willie Mays que ha pasado a la historia. “El lanzamiento de un gigante. Un misil salido del brazo de un hombre”.
Fue un colaborador habitual en publicaciones deportivas como Sports y Sports Illustrated. Además ha escrito biografías sobre varios personajes importantes de los sesenta y los setenta: Sandy Koufax, Roberto Clemente, Kareem Abdul-Jabbar y Muhammad Ali.
Hano no solo escribió de deporte. Fue un cronista de su tiempo. Uno comprometido. Uno que entendió que la labor del periodista va más allá de la mera información. Hay quien le mete dentro del nuevo periodismo, y seguramente sea cierto, pero su estilo se acerca más a la sinceridad subjetiva de Kerouac que a la frialdad hiperrealista de Capote. En un reportaje sobre la situaciones de los trabajadores agrícolas mexicanos realizado para la revista Saga en 1964 (titulado The Burned Outs Americans) se percibe muy bien el estilo de Hano:
“Vivo en California. Como lo que producen nuestro afortunados campos. Melocotones tan grandes como pelotas de softball. Nectarinas que parecen sacadas de un cuadro de Renoir. Alcachofas maravillosas. Ciruelas de Santa Rosa, nueces, maíz… Pero me he dado cuenta de que como algo más. También como seres humanos. Intentan escapar, como lo hacen los insectos cuando agarras una pieza de fruta, pero sus espaldas dobladas y torturadas son mi alimento. Devoró la educación de un niño. Los sueños perdidos y olvidados de un hombre. Cuanto más como más se fortalecen las cadenas que hay en los tobillos de los trabajadores agrícolas. Y mientras yo como, tú te sientas en mi misma mesa y comes conmigo”.
Sus inquietudes sociales hicieron que acabara ayudando al colectivo de los peloteros latinos. Tras la integración de la MLB los afroamericanos encontraron muchos apoyos en las distintas organizaciones que luchaban por los derechos civiles. Los latinos, que además de ser discriminados por el color de piel hablaban otro idioma, se enfrentaron a muchos problemas. Hano, junto a Felipe Alou, redactó una carta que exigía derechos para los jugadores latinos.
Es probable que un documental de una hora si sea la manera más adecuada de acercarse a Arnold Hano. Mucho mejor que una biografía extensa o una interminable serie documental al estilo de Ken Burns. La película de Leonoudakis no es ni larga, ni ambiciosa, ni pretenciosa. Es fresca, sencilla y divertida. Y eso es lo que la hace maravillosa. Te deja con ganas de investigar más sobre Hano, de leer sus libros.