Las estadísticas suelen ser tozudas e implacables y en el mundo del béisbol estas dicen que cuando un equipo se pone 2-0 en una serie a siete partidos las posibilidades de acabar victoriosos son del 85%. La victoria de Atlanta en la primera jornada hacía que este partido fuera de vital importancia para ambos equipos. No nos engañemos, ¿qué partido de toda la serie no lo es ya?
Apenas una horas antes del inicio del encuentro saltaba la noticia de que Clayton Kershaw no podría subirse a la lomita como estaba previsto debido a unos problemas de calambres en la espalda y que su sustituto iba a ser Tony Gonsolin, un rookie que hacía su primera apertura en playoffs. Ante él otro novato, Ian Anderson, con alguna experiencia ya en postemporada y que está maravillando a propios y extraños desde que el club de Georgia decidió subirle al primer equipo.
Lo cierto es que ninguno de los dos lanzadores acusó la presión durante las tres primeras entradas, despachando bateadores para llegar a lo alto de la cuarta con empate a cero. Ahí apareció Freddie Freeman, que cada vez tiene más cara de MVP de la Nacional, para mandar la bola por encima de la valla y poner a su equipo por delante en el marcador.
Como si fuera el pistoletazo de salida, desde ese momento los bates de Atlanta se pusieron a funcionar, y de qué manera. Se sumaron a la fiesta Ronald Acuna Jr., Ozzie Albies, Travis d’Arnaud, Nick Markakis… los cambios que introdujo Dave Roberts en el montículo no funcionaron y ni Pedro Baez ni Alex Wood fueron capaces de frenar la sangría anotadora de los Braves, que al acabar la séptima entrada ya estaban por delante 7-0. El partido quedaba visto para sentencia… ¿o quizás aún no? Nunca olvidemos lo que dijo Yogi Berra en 1973; “esto no se acaba hasta que se acaba”, una frase simple y que puede parecer hasta ridícula pero que es real como la vida misma.
Anderson había dejado el encuentro tras la cuarta entrada, después de realizar 85 lanzamientos presionado por la ofensiva angelina a la que, sin embargo, había sido capaz de dejar en blanco. Su sustituto, Tyler Matzek, siguió por el mismo camino, pero los que le siguieron no fueron tan efectivos y concedieron tres carreras en la séptima que daban algo de aire a unos ya desesperados Dodgers.
En la novena entrada Albies iba a sumar una carrera más al mandar la bola a la grada, un homerun solitario que a la postre resultaría decisivo para el resultado final del encuentro. Y es que los bates de Los Angeles salieron a por todas en la última entrada para destrozar a un Josh Tomlin que había subido a la lomita para liquidar el encuentro y que se encontró con que prácticamente cada bateador que enfrentaba le sacaba rendimiento a sus lanzamientos. Mookie Betts conseguía un single, Corey Seager un doble y Max Muncy un jonrón que ponía el marcador en un inquietante 8-6.
Brian Snitker quiso ponerle fin a esto y sacó a su cerrador Mark Melancon para liquidar el encuentro. Por cierto que recomiendo ver la atrapada que realizó (otra vez) el closer de los Braves al jonrón de su compañero en la novena, demostrando que si un día le fallan sus dotes de lanzador siempre puede ser utilizado en los jardines sin problema alguno.
Pero a día de hoy lo que mejor sabe hacer el de Colorado es cerrar partidos, y lo hubiera logrado a la primera si Albies no hubiera fallado en defensa, permitiendo que Will Smith alcanzara base. Un triple posterior de Cody Bellinger ponía el marcador en 8-7 y la tragedia empezaba a mascarse en el banquillo de Atlanta. Por suerte para ellos AJ Pollock no consiguió sacar la bola del infield y un muy seguro siempre Austin Riley la atrapó para enviarla a primera base y cerrar por fin un partido que se le acabó haciendo muy largo a los Braves.
La serie se pone 2-0 para los de Atlanta, que tratarán ahora de hacer valer ese 85% de posibilidades que tienen de meterse en las Series Mundiales. Los Dodgers se han quedado apenas sin margen de error y tienen que ganar cuatro de los cinco partidos que restan para darle la vuelta a la eliminatoria y no quedarse un año más con la miel en los labios después de haber sido el mejor equipo de la fase regular.