De niño soñaba ser Mickey Mantle cuando fuera mayor, naciendo en el año 71 en un pueblo del Priorat perdido en esas carreteras que desconocen el término recta, no tenía ni idea que quien era Mickey Mantle, pero mi ilusión era convertirme en un deportista que tuviera el éxito en los terrenos de juego y fuera adorado por todo el planeta, y eso es lo que consiguió la estrella de los Yankees, convertirse en algo más que una retahíla de estadísticas, fue el mejor durante mucho tiempo, dentro y fuera de los estadios. Si Mickey en lugar de ser jugador de béisbol hubiera sido publicista sería Don Draper de Mad Men. Y su número era el 7, mi número cuando era un crío.
Su padre, Mutt Mantle, fue un auténtico loco del béisbol, fue su pasión eterna, pero no pudo cumplir su sueño más oculto, jugar en las Grandes Ligas, la vida lo llevó a un matrimonio prematuro con un trabajo muy duro para poder vivir, no había tiempo para el juego de la pelota, que por lo que se cuenta se le daba muy bien, pero para triunfar uno necesita jugar bien y dedicar muchas horas a perfeccionar el juego, y el tiempo se lo llevaba el trabajo que necesitaba para vivir. Así que cuando nació su hijo decidió llamarle Mickey, en honor al catcher Mickey Cochrane, su jugador favorito.
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La infancia de Mickey, en Commerce, Oklahoma, la pasó pegada al bate, la bola y el guante. No dejaba de jugar al béisbol, la típica y tópica historia del padre que enfocó su sueño perdido en su hijo, «lo que yo no fui que lo sea él». Lo convirtió en un jugador ambidiestro, media hora jugaba con la mano derecha y media con la izquierda. Su padre le lanzaba para batear con la derecha, y su abuelo, que era zurdo, con la izquierda. Y que no fallará un lanzamiento, porque la cara de disgusto del progenitor podía durar días. Y mientras el padre se empecinó en convertir a su hijo en lo que fue, su madre se mantuvo en la distancia, demasiado distante. No quiero ni imaginar como es la vida de un niño con el miedo constante a fallar a su padre, y sin encontrar ningún apoyo en la madre. Mickey contó cuando era mayor que ninguno de los dos nunca le dijo «te quiero» ni mostraron un cariño verdadero, eso lo marcó durante su vida y relación con sus hijos, pero también lo convirtió en lo que fue, uno de los mejores jugadores de la historia del béisbol, también en un alcohólico, un padre que no estuvo mucho en casa, infiel eterno a su esposa y con una depresión latente que buscaba burlar con el alcohol. “Mi padre es la única razón por la que me convertí en jugador de béisbol”, explicaba cuando era ya una estrella de la MLB.
En la escuela fue un deportista excepcional, en un partido de fútbol americano consiguió cuatro touchdowns, era el mejor jugador del equipo de baloncesto y era conocido por su gran velocidad. Fue un jugador rapidísimo, cuenta la leyenda que podía llegar a primera base en 3,1 segundos, pero se ha visto que eso es imposible, ni Usain Bolt era tan rápido, pero las leyendas siempre molan más que la realidad.
Empezó a jugar en las menores en un equipo de los Yankees con 16 años, tras tres temporadas con una media de bateo de .383 y. con 26 Home Runs en 1950 lo subieron al primer equipo con 19 años. Llegó a primavera con el aureola de futura estrella de los del Bronx. Le dieron el número 6, debía ser el siguiente de la dinastía Yankee. Número 3: Babe Ruth. Número 4: Lou Gehrig. Número 5: Joe DiMaggio. Número 6: Mickey Mantle. Pero no empezó todo tan bien como se esperaba.
Empezó a perder confianza en su juego, lo empezaron a ponchar demasiado, la joven estrella solitaria del vestuario, Joe DiMaggio lo trataba con distancia. No lo reclutaron por una enfermedad de los huesos y se empezó a hablar de que no quería ir al ejercito si le tocaba, que lo habían arreglado para que se quedara jugando. Y la prensa empezó con su trabajo, «No dejan de ponchar al nuevo DiMaggio». Y decidieron mandarlo a las menores, para que se fogueara más, la futura estrella nacía estrellada, e hizo las maletas hacia Kansas City.
Su padre lo fue a ver a Kansas, cuentan que Mickey le dijo que quería dejar el béisbol, que no soportaba esta situación y esta forma de vivir, tenía 19 años y lo trataban como a un veterano de la liga, no había piedad con el jugador, no encontraba ninguna tabla de salvación. El padre escuchó en silencio, cuando Mickey calló el padre cogió la ropa de su hijo y la metió en la maleta. «¿Qué haces papá?» «Te hago la maleta, ya la tienes lista, cierrala y vente comigo, te encontraré un lugar en la mina y trabajarás conmigo. Creía que había criado a un niño y crié un bebé.» Y Mickey nunca cerró la maleta, y siguió el camino que lo llevaría a la gloria. Volvió a las Mayores, se cambió el número 6 por el 7, que llevaría durante 18 años, y esa temporada bateó .267, y tuvo siete apariciones en la plato en las Series Mundiales, y se lesionó la rodilla, su padre que estaba en el estadio lo llevó al hospital. Mutt Mantle murió siete meses después por un Linfoma de Hodking, tenía 39 años.
En 1960 Mickey Mantle vivió el momento más duro en su carrera deportiva, según él explico. Esa temporada había sido genial para él, lideró la liga en Home Runs, 40, y carreras conseguidas, 119, pero terminó segundo en la votación del MVP, detrás de Roger Maris, en la votación más ajustada de la historia por el MVP. Y llegaron a las Series Mundiales contra los Pittsburgh Pirates, y Mantle siguió jugando de forma magistral, un porcentaje de bateo de .400, con tres Home Runs y 11 carreras impulsadas, y llegaron al séptimo juego, y allí Bill Mazeroski consiguió un Home Run histórico que dio el triunfo a los Pirates.
Escribió en su autobiografía: “Tenía una sensación de malestar en la boca del estómago. Hay una mirada inolvidable en el rostro de Yogi Berra cuando se da la vuelta, de aceptación sombría, expresada por un lento encogimiento de hombros, mientras salía la bola hacia el cielo. En el vestuario, todos deambulábamos en trance. Estaba desplomado en un taburete, sintiéndome tan hundido que apenas podía quitarme el uniforme. En toda mi experiencia en las Series Mundiales, esa fue la única vez que realmente pensé que el mejor equipo había perdido».
1961 fue el año de la carrera por batir el récord de Babe Ruth, esa historia ya la contamos aquí, uno de los episodios más apasionantes de la historia del deporte. Roger Maris, el jugador discreto y de trabajo constante vs Mickey Mantle, el ídolo de masas, el jugador más querido del país.
Tras ese año, firmó un contrato de 100.000 dólares al año, siendo el quinto jugador de la historia en conseguir un contrato de seis cifras, se unió al club de Ted Williams, Joe DiMaggio, Stan Musial y Willie Mays. En 1965, con 33 años, su cuerpo ya se resentía mucho. Había sido un jugador propenso a las lesiones, y si ha todo eso le sumamos sus festivales hasta altas horas de la madrugada y el consumo brutal de alcohol teníamos un jugador que iba en caída libre. Bateó .255, y los Yankees terminaron sextos de la Liga Nacional, el peor resultado de la franquicia en 40 años.
En su autobiografía escribió: «Con todas las lesiones que tuve, junto al deterioro de las piernas, sin duda podría llamar para decir que estaba enfermo y permanecer lejos del estadio. Sin embargo, de alguna manera me levantaba una vez más, y aún otra, pensando que por algún milagro, todo volvería a ser como antes. No sentir más dolor, no tener nunca más las rodillas temblorosas, no padecer dolor en los hombros, sin dolores y sin molestias en mi cuerpo. Era una tontería pensar eso, pero así fue.»
Mickey Mantle jugó su último partido en el Yankee Stadium el 25 de septiembre de 1968, tres días después jugó el último partido de su carrera. Al año siguiente, el mismo día que lo hizo Joe DiMaggio, el 1 de marzo, anunció que se retiraba definitivamente. El 8 de junio se le rindió homenaje en el Yankee Stadium, fueron más de 70.000 personas y se retiró su número 7. El 16 de enero de 1974 fue elegido miembro del Salón de la Fama.
Su vida después del béisbol no fue nada fácil. Fue entrenador de primera base de los Yankees, pero pronto se cansó. Invirtió en un hotel y en una cadena de restaurantes, y fue un fracaso. En 1983 consiguió un trabajo como relaciones publicas en un Hotel con Casino en Atlantic City, y el comisionado de la MLB le prohibió volver a tener ningún cargo en el béisbol profesional -y ahora las Ligas Deportivas Americanas van de la mano de las casas de apuestas, pues eso, que los tiempos cambian y lo malo es bueno, lo bueno malo y al final todo está tan bien como tan mal-. Un giro inesperado cambió su vida, a mediados de los 80 se puso de moda el mercado de recuerdos deportivos, y Mickey Mantle era el jugador más buscado, su cromo firmado o cualquier cosa firmada por él tenía gran valor. Acudía a eventos muy bien pagados para firmar lo que fuera, y muchas veces se llevaba a antiguos compañeros suyos que pasaban por dificultades económicas para que se sacaran un dinero con alguna firma. Cuentan que ganó más dinero firmando bolas de béisbol que bateándolas. Y volvió a invertir en un restaurante, le puso el original nombre de «Mickey Mantle», estaba en Nueva York, y funcionó, no cerró sus puertas hasta 2012.
Escribió un artículo en «Sports Ilustrated» donde narra todos sus problemas con el alcohol, tenemos la versión traducida en nuestra web. «El tiempo en una botella«. Un artículo duro y desgarrador.
En enero de 1994 fue diagnosticado de neoplasia de hígado, murió el 13 de agosto de 1995, a los 63 años.
Su carrera como jugador de béisbol profesional fue brutal. Una media de bateo de .298, consiguió 2415 Hits y 536 Home Runs. Jugó 18 temporadas en los New York Yankees, de 1951 a 1968. Fue All Star todos sus años en la MLB, menos el 51 y el 66. Ganó siete veces las Series Mundiales, fue tres veces MVP de la Liga Americana. Ganó la Triple Corona -el primero en Home Runs, carreras impulsadas y media de bateo- en 1956.