Esta es la historia de un tipo común, un tipo que siguió las señales del destino hasta sus últimas consecuencias; corría el 5 de mayo de 1955, día en que nuestro protagonista cumplía 55 años, eran las 5.55 encontrándose en su despacho del quinto piso de un edificio de oficinas ubicado en plena quinta avenida, justo en ese momento entendió que debía consagrarse al 5, miró su cuenta y comprobó con suficiencia que su saldo se encontraba en los 5555’55 $, como no podía ser de otro modo decidió apostar todos sus ahorros al quinto caballo de la quinta carrera……Acabó quinto.
La desesperación de nuestro protagonista es tan incomprensible a nuestros ojos como la de todos aquellos que esperaban mucho más de unos Jake Arrieta, sus números del 2017 no fueron tan diferentes respecto a los 2018, y en el 2019 simplemente siguieron en su constante ritmo de regresión, y Bryce Harper que incluso ha estado por encima de sus posibilidades, reforzándose en defensa, una defensa que para muchos nunca ha sido lo suyo.
A nadie se le escapa que la temporada de los Phillies en 2019 no ha estado a la altura de las expectativas creadas, y que pocas notas positivas podemos apuntar.
Pero lo cierto es que un análisis en profundidad de lo acontecido nos permite encontrar causas no solo lógicas sino también previsibles a principio de temporada.
Que los Phillies carecían de una rotación de abridores a la altura de sus expectativas era algo indudable, hablar de decepción respecto a un Nick Pivetta cuya explosión más que esperar se rogaba, o en relación a un Jake Arrieta que lleva desde 2016 sin hacer una temporada competitiva, sería mentir. Si a ello unimos que el único pitcher confiable Aaron Nola bajó en su rendimiento durante esta temporada con una trayectoria acampanada, el fracaso del pitcheo estaba cantado.
Ni Pivetta, ni Velásquez, ni Arrieta pueden tener espacio en una rotación de garantías, Zach Eflin fue el único que mantuvo el tipo más allá de Aaron Nola, pero solo en la primera parte de la temporada. El fichaje de Jason Vargas no podía considerarse un salto de calidad ni una incorporación decisiva de cara a entrar en play-offs, lo mismo podemos decir de Drew Smyly.
En cuanto al bullpen, se nos hizo ver que la incorporación de David Robertson era un salto de calidad, incluso se pretendió que ocupara la posición de closer, una función que ni era la suya ni nunca estuvo bien cubierta por sus compañeros, acabando siendo asumida sin regularidad por un Héctor Neris que la temporada anterior había acabado en las ligas menores, junto al ex mulo, José Álvarez, otro del club del 5 de mayo, criticado pese a que se mantuvo en sus números, con el apagón de un Pat Neshek que, empezó el 2018 como la piedra angular del bullpen de Kapler, y que volvió a sufrir muchísimos problemas en todos los campos de juego y salud.
Cierto es que las lesiones arrasaron el bullpen Phillie, pero sin ellas la cosa no hubiese sido mejor.
Si ninguna buena noticia nos dio el picheo, alguna muy buena encontramos en los jugadores de posición, más bien una, y es que ninguna duda cabe de que Phillies sí dispone todo aquello de lo que debe partir cualquier equipo con vocación de anillo, un cátcher de garantías, J.T. Realmuto, flamante guante de oro, líder del equipo y que ha encontrado por fin la senda de para demostrar lo que no pudo demostrar en Miami, pese a que la esquizofrenia esté asentada en ambas franquicias.
Elemento fundamental del que no se ha hablado suficientemente es la lesión de Andrew McCutchen, desde su llegada asumió liderazgo y posición en el jardín izquierdo desplegando también sus prestaciones en el central, hasta su lesión 33-27, tras su lesión 48-54.
En cuanto a las decepciones más por lo que se esperaba de ellos que por sus prestaciones en años anteriores, Rhys Hoskins, fuera de juego en toda la temporada que estaba prevista como de su consagración a nivel All Star.
Mención especial merecen tres nombres, también del club de los que iban a vivir su mejor temporada: Maikel Franco quien ya ha agotado la paciencia de esperar su explosión y no seguirá, César Hernández, un jugador que ha generado todas las opiniones posibles pero cuya inconsistencia no es permisible en un equipo ganador, tampoco seguirá, y finalmente Odubel Herrera, suspendido con 85 partidos por violencia de género con un futuro tan incierto como oscuro. Todo ello es especialmente grave si tenemos en cuenta que los Hoskins, Franco, Hernández y Herrera, fueron titulares durante la temporada (La sanción de Herrera impidió la continuidad en su caso).
Solo podemos salvar a Jean Segura, Andrew McCutchen, Bryce Harper, J. T. Realmuto, Scott Kingery y Adam Haseley.
Y que decir del banquillo, no le condenó a Gabe Kapler su obsesión por la sabermetría, le condenó su absoluta incapacidad, personalidad y carácter para liderar un proyecto tan complejo como el de los de Pensilvania, todos dicen de él que es una buena persona, y las buenas personas van al cielo, pero no sirven para nada más, son un despilfarro de existencia. Buscó ser el amigo y confidente de sus jugadores y se le subieron a la chepa, se mostró incapaz de conseguir que su roster siguiese sus instrucciones cuando estos no estaban de acuerdo y ni siquiera que fueren coherentes con las reglas de Kapler, tampoco de que no fuera pública su falta de autoridad. Tampoco se ganó el respeto de una gerencia que le ninguneó. Realmente Gabe Kapler ni estuvo ni se le esperaba, hasta el punto de colocarle a Charlie Manuel para tratar de acabar la verbena en la que se habían convertido los Phillies, un fichaje anunciado a bombo y platillo, con una parafernalia más propia de la contratación de un manager que de un coach. ¿Las “simpáticas ocurrencias” explicativas de su fracaso en Filadelfia? Inspiran amor y ternura, aunque son más propias de un “estudiante” de educación infantil explicando por qué no se “ajunta” con Pepito.
Al menos ha encontrado su acomodo en los Giants, donde buscaban un muñeco de ventrílocuo, nadie como él para tal función, y encima sabe de matemáticas.