Después de dos años de crecimiento con exitosos resultados en temporada regular, la progresión puede llegar a su fin en la temporada que empieza el próximo abril si los Atlanta Braves no cambian de filosofía. La política de fichajes y no subsanar errores pasados, va a generar que se pare el avance y comience un ligero retroceso.
Esta claro que aún es dolorosa la forma en que terminó el equipo de Atlanta su andadura en postemporada. La derrota por un descomunal, y de record, 13-1 contra los Saint Louis Cardinalds, fue bastante triste. Y es que, una cosa es salir derrotado y otra es que te anoten 10 carreras en la primera entrada del partido, dejándote sin ninguna opción de nada. El equipo que entrena Brian Snitker, ganador del manager del año en 2018 y tercero en las votaciones este 2019, perdió una gran oportunidad este octubre de hacer algo grande. Una gran oportunidad que no llega desde los tiempos de Greg Maddux, a mediados de los noventa. El feeling de la franquicia, la armonía y las buenas vibraciones que emanaban del vestuario, se derrumbaron como un castillo de naipes en apenas unos minutos al inicio de aquel quinto partido en el Suntrust Park.
Cuando ocurren estas cosas, el destino suele deparar habitualmente dos posibles escenarios. Uno en el que la rabia, y la sed de resarcimiento, es acompañado del talento y el timing justo para rehacerse y no dejar pasar el próximo tren a la gloria. El otro sin embargo, ocurre cuando el buen hacer de los deportistas no va de la mano de decisiones a la altura, y se genera una sensación de impotencia en el que se empiezan a caer los brazos, en que lo debes apostar todo a una carta, y parece que el resto de la mesa tiene mejor juego que tú. Este último caso es el que podemos presenciar si el front office no abre los ojos y empieza a cubrir necesidades y relajar obsesiones.
Esa misma directiva, con el joven general manager Alex Anthopoulos al timón, fue la misma que la pasada campaña tomó caminos acertados para paliar los problemas en el equipo de relevo. Así como peloteros con experiencia para defender los colores en las posiciones donde las lesiones mermaron al equipo. Antes del final del plazo trajeron a tres grandes lanzadores como son Chris Martin, Mark Melançon y Shane Greene. En agosto y acuciados por los problemas con la enfermería, llegaron Adeiny Hechavarria, Billy Hamilton y Francisco Cervelli. Todos ellos hicieron un gran papel y fueron, en buena medida, los causantes de un sprint final en agosto y septiembre que quitaba el hipo.
Pero este invierno las cosas han cambiado. Ha pasado ya un mes desde el final de las World Series y los Atlanta Braves parecen estar dando un paso atrás. Brian McCann se ha retirado y llega Travis D’Arnaud desde la agencia libre, que el año pasado cuadró bien en Tampa, pero es un receptor que no consigue mantenerse sano. El pasional Josh Donaldson no ha aceptado la cualificada y tiene pinta de que estuvo en Atlanta de paso. De paso pero fue All-Star e hizo 37 home runs. Se ha fichado a Will Smith para, en principio, hacer la labor de closer, en lo que parece ya una fijación de los jefes. Es como si un día se hubiera tenido un problema en una faceta del juego y nunca se vaya a conseguir solucionar, a dar la confianza a unos jugadores de demostrar si han acertado o no. Mientras tanto, el equipo adolece de abridores al nivel del resto del equipo. No se entiende tampoco, el tratamiento que se hizo con el colombiano Julio Teheran, hoy agente libre, al cual se le hizo hueco solo por la lesión de otro pelotero en el roster de postemporada, después de uno de sus mejores años.
En general, aunque aún hay tiempo, el equipo parece actuar por capricho a la hora de la política de fichajes. Por algún motivo no se está atendiendo a lo que realmente necesita el equipo para aspirar a todo. Las sensaciones de la plantilla son un cuchillo al aire, después de un final de temporada descorazonador, que es probable que caiga de punta. En comparación con otros banquillos, da la impresión de que no se trata todo lo bien que se podría a los jugadores. Y por delante una división en la que, ni más ni menos, que estarán los actuales campeones, los Washington Nationals. Unos Philadelphia Phillies con muchos recursos económicos y un nuevo manager más competente y también los New York Mets con unos lanzadores que dan miedo. Hay que ser muy bueno para triunfar en una liga de treinta equipos. No puedes tener suerte durante 162 partidos. Si no estas a tu mejor nivel es como no estar. Un club solo triunfa si tiene un cierto equilibrio y los Braves de Atlanta, como no cambien su inercia, este año su progresión se detendrá de golpe.