Cuando a principios del presente siglo el uso de la estadística avanzada empezó a ganarse un hueco en el día a día del mundo del béisbol, poca gente pensaba en que llegaría un punto en el que los números de una hoja Excel llegaran a ser tan importantes como las sensaciones de un jugador (y si no, que se lo comenten a Blake Snell).
Las sabermetrics han supuesto una forma alternativa de entender el ball game, abriendo una ventana a un mundo nuevo en la forma de entender los resultados. Y esta palabra es muy importante, resultados, porque a la hora de definir un estadístico o metric, éstos históricamente han sido definidos para caracterizar el resultado de algo en concreto: cuántas carreras concede un determinado pitcher, cómo se cuantifica el valor de un home run respecto de un single, con qué facilidad se embasa un determinado pelotero, etc.
Sin embargo, ninguno de esos estadísticos tiene en cuenta cómo se ha llegado a obtener esos resultados. Pongamos un ejemplo muy sencillo, un pitcher que experimente una mejoría en sus lanzamientos tendrá números mejores de ERA y FIP, pero lo que no sabríamos decir es el motivo subyacente de esa mejoría.
De unos pocos años a esta parte, esto ha cambiado con la aparición de programas de medición de parámetros en tiempo real, como es el caso de Statcast. Con ellos, podemos hacer un análisis de causa-raíz, es decir, podemos dar respuesta a por qué los resultados de un jugador son mejores o peores. ¿Que un pitcher baja su FIP? Veamos su velocidad y spin. ¿Qué un bateador incrementa su número de home runs? Veamos su velocidad y ángulo de salida (entre otras cosas).
De esta forma, lo que hacemos es medir el rendimiento, no sólo los resultados. En definitiva, estamos estableciendo un nexo entre la estadística pura (la de los nerds con sus ordenadores mirando numeritos) y la parcela deportiva (no la que pueda representar alguien como Gabe Kapler que tiene todo esto más que interiorizado, sino más bien la de un Tommy Lasorda persiguiendo al Phillie Phanatic). Después de esta pequeña introducción, nos centraremos en lo que hacemos referencia en el título del presente artículo, el bateo.
En los últimos años se ha popularizado el término barrel hasta el punto de que, para una gran cantidad de analistas, éste es el estadístico clave (porcentaje de barrels respecto número de plate appearences). Sin embargo, ¿qué se entiende por barrel?
El barrel
Tal y como hemos mencionado anteriormente, dos de los parámetros más importante a la hora de entender la “calidad” de un bateador, son la velocidad con la que sale la pelota al ser golpeada (Exit Velocity-EV) y el ángulo de salida medido respecto al suelo (Launch Angle-LA).
De pequeños nos decían que para la misma velocidad de salida, si queríamos lanzar algo lo más lejos posible, había que lanzarlo a 45 grados. Sin entrar en detalles, esto es válido para condiciones “ideales”. En la vida real, debido al rozamiento del aire, entre otros factores, ese ángulo óptimo oscila entre los 25-35º. Es el conocido como “sweet-spot”. (Ojo, no confundir con el sweet-spot del bate, ése es otro fenómeno diferente que trataremos en Pitcheos Salvajes en otra ocasión).
Pues bien, como barrel se definen (o mejor dicho, clasifican) aquellos batazos cuya combinación de exit velocity y launch angle incrementa sus probabilidades de convertirse en hits o home runs. En otras palabras, lo que van a llegar más lejos.
En el gráfico inferior (obtenido de MLB.com), se indica en rojo la región definida como “barrel zone”.
Se puede apreciar que en torno a los 30-35º, la franja correspondiente a la “barrel-zone” es un poco más ancha (redondeada en verde), ya que al estar cerca del ángulo óptimo, la velocidad de salida de la pelota puede ser menor (cercana a las 95 MPH) y seguirá considerándose un barrel. Por otra parte, para ángulos pequeños (por debajo de unos 8 grados), incluso para velocidades de 120 MPH no llegaríamos a tener un batazo que se puede clasificar como barrel.
Pasando de la teoría a la práctica, veamos en el siguiente gráfico cómo ha ido evolucionando el porcentaje de bolas clasificadas como barrel (de entre todas las bateadas) a lo largo de los últimos años.
Claramente se aprecia un incremento significativo de los barrels en las últimas temporadas. Este hecho puede tener dos causas diferentes; por un lado, puede deberse a un incremento en las velocidades de salida de la pelota o, por otra parte, a una variación del ángulo de lanzamiento. Las siguientes gráficas, correspondientes a la evolución de la velocidad y ángulo medios, nos darán una pista de cuál puede ser la respuesta.
Tal y como vemos, la velocidad media de salida no ha experimentado una variación significativa, es decir, los peloteros no se han vuelto más “fuertes“, sino que son ahora más “eficientes”. Y esto lo han conseguido incrementando el ángulo de lanzamiento.
Ahora bien, la pregunta que nos puede venir a la mente es la siguiente: ¿qué han cambiado en su mecánica de bateo para conseguir ese incremento en su launch angle?
Pues la respuesta es algo que entronca con uno de los principios fundamentales de la técnica de bateo; esto es, swing-up o swing-down.
Cualquier entrenador que se precie responderá que sólo hay una forma correcta de batear, swinging-down, y que la distancia la conseguirás con calidad en el impacto, de forma que introduzcas el máximo basckpin posible en la pelota (el tema del backspin al batear merece ser tratado en un artículo aparte debido su complejidad y dimensión).
Sin embargo, si echamos un vistazo no sólo a lo que vemos en la MLB a diario, sino que también leemos lo que en su momento Ted Williams nos explicó en su magnífico libro “The Science of Hitting”, puede que nos encontremos con algo ligeramente diferente.
Williams explicaba que el introducir un pequeño uppercut a la hora de finalizar el swing, justo antes del impacto, le ayudaba a lanzar la bola más lejos. Y esto es lo que, si nos fijamos en detalle, podemos apreciar cada vez más en las Grandes Ligas. Para ello, lo mejor es ver una comparativa entre entre un swing-down ejecutado “by the book”, y lo que podríamos definir como un swing con uppercut:
Hay dos efectos claramente diferenciados. Por una parte, en la imagen de la izquierda (swing-down) vemos que el timing del bateador debe ser prácticamente perfecto si quiere impactar con la bola (la línea verde representa la trayectoria de la bola lanzada por el pitcher y la roja el movimiento del bate). Un poco antes o un poco después y no contactará adecuadamente, ya que el bate se mueve prácticamente siguiendo un movimiento vertical.
En la imagen correspondiente al uppercut (derecha), podemos definir una caja (indicada en blanco), donde el bate sigue un cierto movimiento horizontal, de forma que la región donde en bate puede “encontrar” a la pelota es mayor. Es decir, se maximiza la probabilidad de contactar la bola.
El otro efecto está en la salida. En el swing-down, la única forma de conseguir que la pelota salga con un ángulo positivo (hacia arriba) es que en el impacto seamos capaces de “cortar” la bola (en cierta manera es similar a la mecánica de un revés cortado en tenis) imprimiéndole backspin. En el uppercut, con ese ligero ángulo de ataque positivo (se ve que la flecha roja apunta ligeramente hacia arriba), ayudamos a ganar ángulo de salida o launch angle.
¿Significa que estamos bateando hacia arriba o swinging-up? No, ni mucho menos, estamos bateando hacia abajo, pero introduciendo una pequeña corrección en la mecánica de la parte final del swing.
Por supuesto que encontrar el swing plane óptimo no es una ciencia ni exacta ni única, sino que se debe de adaptar a las características de cada bateador; pero con este artículo tan sólo queríamos constatar un hecho, la mecánica del swing está evolucionando, y lo hace empujada en gran medida por la estadística y el análisis.