Era un 4 de enero, cuando la cuenta oficial de la MLB en Twitter nos planteaba un reto: Escoger al mejor bateador de la década entre un elenco formado por Mike Trout, Robinson Canó, Joey Votto, Adrian Beltré, José Altuve y Miguel Cabrera. Como en toda encuesta, cada uno es libre de opinar lo que lo plazca o guste, y bienvenido sea. Y mas, ante tales nombres. Pero ante una elección de este calibre donde pesen criterios mas o menos objetivos, y por tanto se dejen a un lado las bufandas, la respuesta nos tendría que llevar a votar por el jugador de los Angels. Y sin demasiadas dudas, ni aspavientos. Porque aparte de sus números (entre otros logros, 305 de AVG, 285 HR, 752 RBI, 7 Silvers Sluggers y 3 MVP de la AL cosechados en dicho periodo), Trout ha sido, y evidentemente aún es, un jugador devastador que ejerce una sensación de dominio incontestable cuando sale a escena. Tenerlo en tu equipo, es garantía de bate, regularidad o espíritu competitivo. Un alivio, en resumen. Para el pitcher rival, por contra, suele ser un castigo que multiplica las dudas e inseguridades a la hora de lanzar.
Pero en todo este relato, hay un pero. Y no menor. Hasta el momento, y a pesar de Trout, los Angels no han podido, o sabido, aprovechar esta potencialidad para construir un proyecto ganador que aspire no a dominar la MLB, sino que incluso sea competitivo en su propia división. Un dato al respecto: Desde 2011, los de Anaheim solo han tenido una aparición en playoffs, el 2014, y de recuerdo no precisamente halagüeño. Dicho a lo bruto, pues, Trout es una figura mas relevante en las hazañas individuales que colectivas, circunstancia que esencialmente a quien deja mas retratados es a los gestores de su club.
Es cierto que el béisbol, por concepción, es un deporte coral, donde es inimaginable construir un equipo donde todo gire alrededor de una sola y única figura. El ejemplo de los Bulls campeones de todo que Jerry Kruse moldeó entorno a Jordan, aquí no sirve. Las necesidades y piezas a ensamblar son muchas mas, y eso requiere tener en la cabeza una idea muy nítida de que grupo se busca y tiempo para madurarlo. Pero los Angels, con Trout, parece que han perdido mucho. Demasiado. Y ahora, todo son prisas y apuestas de relumbrón, como la de Rendon, que no disipan las dudas que generan el proyecto que los Angels están levantando de cara a 2020 en líneas claves como la rotación. Y, mientras tanto, Trout seguirá esperando que llegue ese momento donde el equipo finalmente le acompañe. Porque los títulos, guste mas o menos, son la guinda necesaria para coronar una carrera de éxito irrefutable. Aún así, si se les plantea el dilema en forma de encuesta, no lo duden. El mejor, es él. Y de calle.
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