Antes del Juego de las Estrellas los periodistas le preguntaron a Alex Cora sobre la ausencia de Rafael Devers en el mismo. La respuesta del manager de los Red Sox sintetiza a las mil maravillas el tipo de temporada que esta realizando el tercera base: “No va a estar en el All-Star, pero quizás llega a final de temporada con opciones de ganar otra cosa”.
¿Se refiere Cora al MVP? ¿Quizás solo al Bate de Plata? El primero de los premios parece ya reservado para Mike Trout, así que lo descartamos. Pero el segundo, ese que se da al mejor jugador ofensivo por posición, podría ser para él. Y recordemos que en las esquinas calientes de la Liga Americana juegan, entre otros, dos super clase como Alex Bregman y Matt Chapman. Pues a día de hoy Devers está al nivel de esos dos.
Después de un debut muy ilusionante en 2017 Devers se chocó contra un muro en 2018. Ya sabíamos que era un jugador con tendencia a abanicar mucho, pero esa debilidad se convirtió en un auténtico problema. Su ratio de BB/K se hundió hasta un malísimo 0.47. Su promedió de bateo se quedó por debajo del .250 y verlo en las bases se convirtió en un auténtico exotismo. Por no hablar de su defensa… Cada pelota rodada hacía su posición era susto o muerte.
Devers se tomó la pasada off season con mucha más seriedad que las anteriores. Lo primero fue mejorar su alimentación. Dejo de frecuentar los restaurantes de cierta cadena de comida rápida y contrato los servicios de un dietista. Los resultados no se hicieron esperar. Devers apareció en los entrenamientos primaverales mostrando una perdida de peso evidente. Esto es algo que le ha ayudado a correr mejor las bases y a superar los problemas defensivos que había tenido en las dos temporadas anteriores.
El otro gran objetivo del tercera base fue mejorar su swing. Devers tiene algo de Miguel Cabrera, es de esos bateadores que son capaces de hacer ajustes entre un pitch y el siguiente. Solo así se explica ese home run que un joven Devers de 20 años le conectó a Aroldis Chapman en 2017. Era la primera vez que veía un lanzamiento por encima de las 100 millas y no necesitó mucho para ajustar y sacarla del estadio. A día de hoy ese sigue siendo el lanzamiento más veloz que ha acabado convertido en un bambinazo.
A pesar de ese talento natural Devers demostró en 2017 y 2018 tener cierta tendencia a abanicar mucho. Lo que la mayoría de los entrenadores de bateo han intentando hacer tradicionalmente es disciplinar a sus bateadores. Hacerlos más pacientes. Pero solo hay un Williams, un Gwynn o un Votto cada muchos años. Cuando tienes a alguien como Devers en tu equipo lo mejor que puedes hacer es dejar que haga swing a todo, eso es lo que le hace peligroso. En lo que se tiene que trabajar es en la reducción de la zona de strike y en la técnica misma de bateo.
La tabla de abajo muestra el porcentaje de lanzamientos recibidos por Devers dentro de la zona (Zone%), el porcentaje de swings que han conseguido contacto (Contact%), el porcentaje de swings a lanzamientos dentro de la zona (Z-Swing%), el porcentaje se swings fuera de la zona (O-Swing%), el porcentaje de contacto dentro (Z-Contact%) y fuera de la zona (O-Contact%), así como cuando el primer lanzamiento es un strike (F-strike%) y el porcentaje de swings and misses (SwStr%).
Como vemos Devers no ha reducido su porcentaje de swings de un año para otro, todo lo contrario. Lo ha aumentado en casi cinco puntos en dos temporadas. Dentro de la zona ha subido casi 10 puntos pero también persigue más aquellos lanzamientos que van fuera de la zona. En ambas categorías está muy por encima de lo que FanGraphs considera la media.
Parte del éxito de Devers se está basando en entender cuales son los spots en los que su bate es más peligroso. Para explicar esto resulta muy apropiada una estadística de Statcast conocida como Meatball Swing %. Se llama “meatball” a aquellos lanzamientos localizados en lugares de la zona de strike que favorecen a los bateadores. Son fallos de localización de los pitchers que por lo general se pueden transformar en muy buenos batazos. Devers registró el año pasado un 76.6% en dicha categoría. En 2019 acumula un 87.1%. Es decir, está atacando mucho más aquellos malos lanzamientos de los pitchers.
Alguien podría mirar el BABIP (promedio de bateo para las bolas puestas en juego) y decir que Devers simplemente está teniendo suerte. Su .360 está entre los más altos de la liga. Recordemos que a menudo se suele decir que un BABIP por encima del .300 significa que un bateador está siendo especialmente afortunado. Lo cierto es que el BABIP de Devers es tan alto por dos motivos:
1. está dirigiendo los batazos donde quiere. Los shifts no le afectan en absoluto y sabe como encontrar los huecos que se producen en el infield.
2. está destrozando la bola. Muy pocos peloteros pegan más duro que él.
Es el segundo aspecto en el que vamos a hacer más hincapié. Devers promedia una exit velocity de 93 millas, la sexta más alta en todas las Grandes Ligas. Casi el 50% de sus batazos son contactos duros. Si a esto añadimos que ha conseguido aumentar considerablemente su porcentaje de line drives, del 15% al 23%, nos encontramos con que esto es la norma cuando el tercera base va al cajón…
Hay muchos jugadores que han encontrado en la flyball revolution el camino del éxito. Esta claro que no es la formula adecuada para Devers. Su porcentaje de batazos elevados ha bajado en cinco puntos respecto al año pasado (del 38.6% a 33). Lo mismo ha sucedido con su porcentaje de elevados en el infield (se ha desplazado del 15.7% al 11.2). Para Devers esta disminución de fly balls ha supuesto menos outs fáciles y la oportunidad de poner más bolas en juego.
En eso se está basando el éxito ofensivo de Devers. La combinación de los batazos duros, las lines drives y la capacidad de dirigir la bola a los espacios vacíos le está sirviendo para encabezar las Grandes Ligas en hits y dobles (empatado con Nick Castellanos y Xander Bogaerts) y ser segundo (por detrás de Mookie Betts) en carreras anotadas. Además es segundo de la Liga Americana en promedio de bateo e impulsadas.
La explosión ofensiva de Devers era algo esperable. Siempre se le ha visto como un jugador con un bate privilegiado que fue capaz de causar impacto en la liga cuando tenía solo 20 años. Lo que despertaban más dudas era su guante. Se le llegó a ver como un candidato más que probable para la primera almohadilla o el puesto de bateador designado. Pues eso también se está solucionando este año.
Empezó el año irregular. Siendo capaz de hacer catchs de mucho mérito y enseñando un muy buen brazo pero errando lanzamientos y fallando en las jugadas más ordinarias. Se veía que tenía la calidad pero le fallaban los conceptos técnicos. Desde principios de junio se empezó a ver una mejora evidente.
Al igual que los jardineros deben aprender a medir la profundidad con que les vienen los batazos elevados los infielders deben acostumbrarse a entender los botes y la rotación con que les viene la bola. Devers tendía a atacar de manera muy agresiva cada pelota que iba en su dirección. Se arrojaba hacía ella. En muchas ocasiones la bola salía escupida después de un bote y le sobrepasaba. Ahora Devers ha aprendido que en ocasiones es mejor dar dos pasos hacía atrás, leer bien la trayectoria, cargar y atrapar la bola justo cuando está en su punto más alto. Cuando su recorrido está más establecido. El agarrar la pelota en posiciones más retrasadas hace que los lanzamientos a primera o segunda base sean más naturales, a que tengan ángulos más sencillos y que al atacar la bola con más fuerza se pueda aprovechar la inercia del cuerpo para lanzar más duro.
Esto es lo que hace ahora…
Devers es a día el tercera base con el WAR más alto de la liga. Supera a estrellas más que contrastadas. A Bregman, a Arenado, a Rendon, a Bryant, a Machado…y solo tiene 22 años. Quizás Cora tenía razón. No fue al All-Star, pero le esperan otros premios a final de temporada.