Joe Posnanski nos habla en esta ocasión de Roy Campanella.
A veces, al parecer, la historia de Jackie Robinson se cuenta como una historia de «Érase una vez” y “Fueron felices para siempre». Sabes exactamente cómo va este cuento de hadas: Érase un tiempo en que los jugadores negros no podían jugar en las Grandes Ligas. Hubo muchos grandes del béisbol de piel oscura, algunos afroamericanos, algunos latinos, a los que se les prohibió jugar en las Mayores. Se los llamaba perezosos, inferiores y demasiado simplones para jugar con los «grandes» jugadores. Hubo algunos que se dieron cuenta de lo incorrecto e injusto que era esto, pero estaban demasiado callados y en inferioridad numérica para cambiar las cosas. Nadie sabía si alguna vez cambiarían.
Entonces, un día, un jugador de béisbol llamado Branch Rickey, quien muchos años antes como entrenador de la universidad había visto como le negaban una habitación en un hotel a un talentoso receptor negro, fue en busca de un jugador negro con el talento, las agallas y la voluntad de ser el primero en jugar en las Mayores. Encontró a un joven brillante y talentoso llamado Jackie Robinson que estaba jugando su primer año de béisbol en las Ligas Negras. El béisbol fue probablemente el tercer deporte de Robinson, tras el fútbol y el atletismo, pero era una fuerza de la naturaleza en cada partido que jugaba. Y tenía un sentido de la justicia que era difícil encontrar en muchas personas.
Branch Rickey le dijo a Jackie Robinson que debería soportar cosas terribles por ser el primer negro de las Grandes Ligas. Insultos. Amenazas. Lanzamientos de objetos. Rickey le hizo prometer que él los soportaría y que no respondería.
«¿No quiere un jugador con las agallas suficientes para defenderse?», preguntó Robinson.
«Quiero un jugador con las agallas suficientes para no defenderse», respondió Rickey.
Robinson demostró ser un gran jugador desde el comienzo: novato del año en su primera temporada y el jugador más valioso en su tercera, pero fue un símbolo aún mayor. Años antes de que Rosa Parks se negara a ir a la parte trasera del autobús, antes de que Martin Luther King tuviese su sueño, antes de que cuatro estudiantes se sentaran en un mostrador de Woolworth en Greensboro y pidieran ser atendidos, Robinson exigía y se ganaba el respeto. La gente creció para mirar más allá del color de su piel y admirarlo no sólo por su habilidad con el béisbol, sino también por su carácter. Y el béisbol vivió feliz para siempre.
Hay algo de verdad en este cuento de hadas. Pero el cuento de hadas no es cierto. Y la parte menos verdadera es la “de felices para siempre”. Jackie Robinson se convertiría en un héroe estadounidense, se hablaría de él en las escuelas y se harían películas sobre él, y eso es lo que debe ser. Pero el mundo no sólo cambió por su culpa. El béisbol no solo cambió por su culpa. Hay otras historias, no tan conocidas, sobre esos tiempos y sobre cómo destrozaron vidas.
Por ejemplo: ¿sabes quién fue el primer lanzador negro en las Grandes Ligas? Satchel Paige es una buena opción, pero no es la correcta. ¿Has oído hablar de Dan Bankhead? Era de Alabama, uno de los cinco hermanos que jugaba al béisbol, un infante de marina durante la Segunda Guerra Mundial y tenía una bola rápida y una curva tan buenas que el mismo Rickey lo ojeó, que también era un excelente bateador. A diferencia de Robinson, no fue a las ligas menores: fue llamado directamente a Brooklyn desde los Medias Rojas de Memphis de las Ligas Negras. No estaba preparado para la furia. Permitió ocho carreras en su primer partido, aunque también bateó un Home Run en su primer turno al bate en las Grandes Ligas. Nunca consiguió tener un punto de apoyo allí.
«Mira, esto es lo que escuché», explicaba Buck O’Neil, «Dan estaba muerto de miedo por si golpeaba a un chico blanco con un lanzamiento». Pensó que habría disturbios. Dan era de Alabama, escuchaba a todas esas personas llamándolo por su nombre, amenazándolo, y estaba asustado. Había visto como linchaban a hombres negros».
¿Sabes quién fue el primer afroamericano en conectar un Home Run en la Liga Americana? Larry Doby es una buena opción, pero no es correcto. Willard Brown era un jugador extraordinario que podía hacer casi de todo en un diamante de béisbol. En Puerto Rico lo llamaron «Ese Hombre» y se dijo que era el único jugador que podía pegar Home Runs tan lejanos como los de Josh Gibson. Antes de los partidos, Gibson y Brown apostaban sobre quién golpearía el Home Run más largo. Willard Brown ganó alguna de esas apuestas.
Pero cuando se fue a los Browns de St. Louis, él y su compañero de Kansas City, Hank Thompson, fueron juntos y no eran más que un truco publicitario. «Naturalmente, creemos que estos chicos de color nos ayudarán en los partidos», dijo a los periodistas el gerente general de los Browns, Bill DeWitt. No funcionó así. La asistencia no subió. Dos días después de que Brown se unió al equipo, un compañero llamado Paul Lehner no se presentó a un partido en protesta por tener jugadores negros en el equipo. Cuando Brown bateó ese primer Home Run, en realidad usó el bate de un compañero llamado Jeff Heath. Cuando Brown regresó al dugout, Heath destrozó el bate contra la pared.
Brown bateó .179 en sólo 21 partidos y volvió a jugar para Kansas City en las Ligas Negras. Él siempre contaba que allí es donde mejor se jugaba el béisbol. Ahora está en el Salón de la Fama. El punto a destacar es que la pelea no terminó con Jackie Robinson. El punto es que fue difícil, muy difícil durante esos primeros años. No fue un cuento de hadas. Y el efecto de Roy Campanella en el béisbol, aunque quizás menos contundente que el de Robinson, exige ser recordado.
Roy Campanella fue el sexto jugador afroamericano de las Grandes Ligas. Antes llegaron Jackie Robinson, Larry Doby y los ya mencionados Hank Thompson, Willard Brown y Dan Bankhead. Luego Campy. La cuestión de lo exitosos que serían los afroamericanos en la Liga Americana aún estaba abierta a medida que comenzaba la temporada de 1948. Robinson había sido un jugador brillante, por supuesto, pero Doby sólo había bateado .156 en 29 partidos y Thompson*, Brown y Bankhead se habían desvanecido. Aún había quienes decían que la integración nunca funcionaría.
*Hank Thompson, al igual que Brown, fue víctima del desorden y la disfunción de los Browns. Volvió a las Grandes Ligas en 1949 para los Giants y fue un excelente jugador durante las siguientes seis temporadas. Registró 123 OPS + y dos veces obtuvo votos de MVP.
Branch Rickey quería ser cauteloso con Campy. Se habían acumulado tantos prejuicios que cada pequeño paso adelante parecía saltar sobre el Gran Cañón de Colorado. Campy era un catcher. Nunca hubo un receptor negro en las Grandes Ligas. ¿Podría un hombre negro manejar la responsabilidad de estar en el centro de toda la acción? Los Dodgers ya tenían un receptor muy popular llamado Bruce Edwards, que había sido All-Star en 1947. Rickey decidió enviar a Roy Campanella a St. Paul y dejar que las cosas se solucionaran.
Para entonces, Campanella ya tenía 26 años y era el mejor catcher del mundo. Él había enseñado el arte de la defensa al jugador de las Negro Leagues Biz Mackey, probablemente el mejor receptor defensivo del momento. Con quince años Roy debutó en las Negro Leagues. Había pasado muchas horas hablando de béisbol con el jugador de las Ligas Negras Josh Gibson, certeramente el mejor jugador ofensivo de la época. A los 21 años, Campanella ya era tan bueno que los Pirates lo invitaron a una prueba para las Grandes Ligas. Eso fue en 1943, tres años antes de que los Dodgers firmaran a Jackie Robinson. La prueba fue cancelada, como muchas otras.
El año siguiente, 1944, Roy Campanella era de otro mundo. Las pocas estadísticas desenterradas por el Comité de Ligas Negras del Salón de la Fama lo muestran: bateaba para .440. Era increíblemente duro; una vez había atrapado durante cuatro partidos en un día, y rutinariamente atrapaba de dos a tres. Era una dínamo defensiva con una velocidad endiablada en los bunts y una habilidad poco común para coger los pitcheos bajos. Y qué brazo. En sus primeros cinco años lideró la Liga Nacional en la captura de ladrones de base. En su año de novato cazó un 69%, un dato increíble.
Campy también había sido el Jugador Más Valioso de la Liga de Nueva Inglaterra en su primera temporada en el sistema de ligas menores de los Dodgers, por lo que no había dudas de su disposición. Tal vez la parte más notable de esa temporada fue cuando el mánager Walter Alston declaró que si alguna vez lo descartaban para jugar, Roy Campanella se convertiría en el mánager del equipo. Así de asombrado estaba Alston por el sentido del béisbol de Campy. Alston fue expulsado en la sexta entrada de un juego en junio de 1946 y Campy se convirtió en el primer hombre negro en dirigir en el béisbol blanco organizado.
Asique sí, ya estaba listo, preparado, pero lo enviaron a St. Paul de todos modos para esperar un poco más mientras las cosas se calmaban. Campy bateó .325 y un slugging de .715 en 35 partidos que jugó allí. Mientras tanto, Bruce Edward tenía problemas con una lesión. Roy Campanella fue convocado a las Grandes Ligas el 20 de abril para tres juegos. En su primer turno al bate, un lanzador llamado Ken Trinkle lo golpeó en las costillas. Este era el momento. Campy fue llamado de nuevo a las Mayores el 2 de julio y consiguió tres hits en cuatro turnos al bate.
En el Día de la Independencia conectó su primer Home Run en las Grandes Ligas ante Ray Poat y luego, en la parte baja de la novena entrada, con los Dodgers perdiendo de tres carreras, conectó otro cuadrangular, este a Monty Kennedy. Fue un jugador maravilloso de inmediato que, a pesar de que bateó .258 en 83 partidos en la temporada de novato, recibió votos para el MVP.
Jackie Robinson luchó contra los tiempos de una manera que es bastante fácil de seguir para nosotros, de una manera que contribuye al buen cine. Era feroz, agresivo y apasionado, y esto coincidía con los tiempos. Campy era diferente, más difícil de entender. Lidió contra todo con genialidad. Contó historias. Rió a carcajadas. Parecía saber exactamente cómo penetrar y llegar al núcleo sentimental del béisbol. «Para ser bueno», solía decir, «tienes que tener un niño pequeño en ti».
Los periodistas lo adoraron. Ganó tres premios MVP en cinco años. Tuvo temporadas excelentes durante los tres años, por supuesto, pero su extraordinaria popularidad jugó un papel muy importante en los premios. Su compañero de equipo Jackie Robinson fue probablemente el mejor jugador en el primer año de MVP de Campy. Su compañero de equipo Duke Snider fue mejor durante el segundo y el tercero. Campy, sin embargo, tenía el corazón de los periodistas. Era un hombre redondo que parecía más viejo que ellos. El legendario escritor Red Smith solía decir: «El béisbol es un juego para niños pequeños y caballeros de color», y era simplemente irresistible para casi todos. «Pero la redondez del viejo caballero, como la genialidad externa, era engañosa», escribió Roger Kahn en The Boys of Summer. «Cuando Roy Campanella se quitaba su uniforme, no había grasa… Tardaba un segundo en agasajar a un manager y luego negar lo que había dicho. No aceptó ninguna crítica y su amabilidad estuvo marcada por breves arrebatos combativos «.
Kahn cubrió a los Dodgers, por supuesto, y admitió que se desvió hacia Jackie Robinson. ENTENDIÓ a Robinson, compartió su furia, pero Campy era un misterio. Kahn admitió que a él también lo cautivaban las historias de Campy, pero luego veía a Campanella reparar las máscaras de otros catchers después de foul balls, ver a Roy Campanella hablar con bateadores «como si trabajara en la Front Office», ver a Campanella entreteniendo a los periodistas con una historia alegre después de otra y luego negar enojado algo que dijo. Lo confundió. «Hay un pequeño tío Tom en Roy», diría Jackie Robinson.
«Son las dos caras, Carl», se citó a sí mismo diciéndole al lanzador Carl Erskine. «Si quieres ser un tipo despreocupado, está bien. Pero si estás enojado con la sociedad, que los hombres de color tienen todo el derecho estarlo, entonces deja que así sea». «Probablemente todos tenemos muchas caras», respondió Erskine.
Erskine, creo, lo hizo bien. Nadie se compara con Jackie Robinson. Era un hombre que se destacó por su tiempo, un luchador, un pionero. Roy Campanella era otra persona. Se enfrentaba a los mismos desafíos, al mismo mundo injusto, y se sobrepuso riendo, desviándose, ocultando algunos de sus sentimientos y desatando otros. En su segundo año, se convirtió en el receptor de todos los días y trabajó de cerca desarrollando a su amigo Don Newcombe, quien fue el primer bateador negro en la historia del béisbol, y los Dodgers llegaron a la Serie Mundial.
En su tercer año, conectó 30 Home Runs por primera vez y eliminó a dos tercios de los pocos tontos que intentaron robarle una base. En el cuarto año de Campy, bateó .325 / .393 / .590 con 33 Home Runs y ganó el MVP. En su quinto año, ayudó a desarrollar a un lanzador joven, Joe Black, quien ganó el Novato del Año y fue tercero en la votación para el MVP mientras los Dodgers regresaban a la Serie Mundial. En su sexto año, Campanella lideró la liga en carreras impulsadas, conectó 41 cuadrangulares y los Dodgers volvieron a la Serie Mundial. Otro premio MVP. En su séptimo año luchó contra una lesión, pero en su octavo bateó .318 con 32 Home Runs y los Dodgers finalmente, por primera vez, ganaron la Serie Mundial. Tercer MVP. Golpeó dos vuelacercas en esa serie decisiva.
Lo importante es que fue un gran jugador año tras año en tiempos extremadamente difíciles. ¿Cómo supera una persona la discriminación y el rencor? Campanella lo hizo a su manera. Sería un hombre más difícil que Jackie Robinson para hacer una película. Pero, si se hace bien, sería una película increíble.
En 1958, Campanella conducía hacia su casa en Nueva York cuando su auto golpeó un pedazo de hielo, patinó y se incrustó en un poste telefónico. Tenía sólo 37 años en ese momento, jugaba de catcher casi todos los días, y el accidente lo dejó paralítico. Pasaría el resto de su vida en una silla de ruedas. El año siguiente, los Dodgers jugaron contra los Yankees en un juego de exhibición especial para honrarlo en el Coliseo de Los Ángeles. Más de 93,000 personas asistieron.