Queda poco más de un mes para el final de la liga regular. No sé a vosotros, pero a mí se me ha pasado muy rápido. No es solo por el béisbol, el verano es lo que tiene, se me hace siempre más corto que el invierno. Llegamos ya a septiembre, el mes de los nervios. El mes en el que se deciden las carreras por el banderín de división y los puestos de Wildcard. El mes en el que se pagan, o no, las apuestas que han hecho muchos equipos por conseguir una plaza para octubre.
Cada año que pasa me gusta más este deporte en general y esta liga en particular. Es posible que sea porque me hago mayor y entonces entro de lleno en el target de viejunos que dicen que tiene el béisbol. O quizá es más bien porque en los últimos años me he parado más a saborearlo. De todas las maneras, en todas las competiciones, cuando llega la recta final, siempre hay equipos que tienen una posición cómoda, otros que luchan hasta el final y algunos también que se saben sin opciones. Aquí pasa lo mismo, pero los protagonistas varían de año en año.
Si, es verdad que aunque los Yankees llevan más de una década sin Series Mundiales, son un ente especial que nunca necesitará pasar por una reconstrucción como el resto de equipos. Tienen un pacto con el diablo y muchos dólares como para eso. Han demostrado que pueden pasar años sin tocar el cielo, pero siempre estarán rondándolo. Ahora llevan nueve ganados en línea y aspiran a recuperar todo el terreno perdido. Y si, también están los Orioles, que por cierto van para record con 18 perdidos consecutivos, que están inmersos en una inacabable reforma. Los pájaros naranjas crean un ciclo de vida en el que ponen sus ilusiones en una promesa del futuro sobre la que construir, para después de unos años venderla por otra promesa similar y empezar de nuevo. Ahora dicen que será cuando llegue Adley Rutschman a las Mayores. Pero dentro de tres años lo canjearán por tres chavales distintos y volverán a la casilla de salida.
Pero, en general, de año en año, las cosas cambian mucho y no sabes a qué atenerte. No sabes qué esperar y, salvo que te guste tirar el dinero, no sabes a qué apostar. A estas alturas hay ciertas plazas que ya están muy claras, como los ganadores de las centrales. Brewers y White Sox no tendrán apuros de última hora. Mientras tanto, las luchas que prometen sangre son las de la Americana Este y la Nacional Oeste.
Los Rays un año más siguen sorprendiendo con la receta de la Coca-cola, que solo ellos saben. No sé cuanto les durará, ni cuanto tardarán en irse a Montreal, pero mientras tanto que lo disfruten. Sus integrantes me refiero, porque afición hay poca. Y es normal, en Tampa son el único equipo que no gana los campeonatos y además tienen un estadio feo e inaccesible. A partir de ahora se la juegan contra Yankees, con un calendario ligeramente a favor y una serie final antes de octubre que los enfrenta directamente. Los Red Sox han soltado el pedal y, a pesar de Chris Sale, les queda luchar por el Wildcard. Los Azulejos, otro año más, se quedarán sin opciones seguramente, a pesar de los esfuerzos, muy lastrados por las lesiones, pero han construido un equipo con aspiraciones para lo que venga.
Los “yayos” de los Giants siguen fuertes, ahora con Kris Bryant perfectamente integrado. Y especialmente contentos después de ganar las series de la bahía. Por delante un calendario en el que tienen la mitad de los partidos contra Dodgers y Padres, sobre todo estos últimos. Y todavía más fuertes, los Dodgers, que ya casi les tocan con los dedos. Van tan sobrados que ayer ponían a Cody Bellinger de octavo bate. Perdieron eso si. Pero es el único que han perdido de los últimos diez jugados. Se ha descolgado San Diego, con muchos problemas en la rotación. Qué frustrante debe ser darlo todo para tener un listado de abridores de escándalo para el opening day y aún así que te pase esto. A excepción de Joe Musgrove, todos han jugado por debajo de las expectativas o se han lesionado, o ambas dos cosas. Ahora a pelear por el Wildcard, y el enemigo son los Reds, de los que hablaron el pasado jueves en el podcast largo y tendido.
Astros y Athletics no han dejado sus mejores versiones para el estirón final, pero no creo que los primeros tengan problemas para ganar la división. Más complicado lo tienen los de Oakland, que después de otro año competitivo, van a sufrir hasta el final. Sobre ellos sobrevuelan como buitres unos Marineers que lo están haciendo de fábula para las cartas que tienen. ¿Qué hubiera sido de los Angels con Trout y Rendon sanos este año? No sé, ojalá podamos saberlo en 2022.
La división desastre es la Nacional Este, al menos comparado con las expectativas. No tiene pinta de que vayan a oler el Wildcard ni de lejos allí. La debacle de los Mets es brutal. Anteayer encontraron un cadáver en el Citi Field para completar los “buenos” augurios. A DeGrom ni se le espera casi ya, una pena porque estaba estratosférico. Además, tienen el peor calendario de largo de aquí al final de liga. Mientras tanto, y para mi deleite, los Braves barrieron un road trip de tres series, cosa que no habían hecho desde 1992. Solo le hace falta aprovechar el momentum, sin quitar un ojo a los Phillies, capaces de lo mejor y de lo peor.
Como antesala del show nos llevamos el home run número 500 de Miguel Cabrera. Quedan seis semanas de carrera por los playoffs, seis semanas para disfrutar de la mejor parte de la temporada. El postre siempre es la mejor parte del menú. Somos muy afortunados de tener esta liga.