Dentro de una offseason con muy pocas novedades, los Cubs han fichado a Trevor Williams, ex pitcher de los Pittsburgh Pirates, que lleva dos años con unos números decepcionantes, pero los de Chicago esperan recuperar el lanzador que fue en sus primeros años.
En el mismo momento que se anunció su fichaje, su padre Richard Williams publicó esto en Twitter:
“Nací y crecí en Chicago. Vi a Ernie Banks alcanzar el HR número 500 en mayo de 1970. Trabajé de acomodador 4 veranos en Wrigley. Esto es un sueño. Despiértame. Esta foto fue en Wrigley en 2018. Hacía mucho frío esa noche. Siento calor esta noche.”
Debe ser la mejor sensación del mundo, cuando se unen tu mayor pasión, con el inmenso orgullo que sientes por tu hijo. (Algo así como si mi hijo trabajase para Estrella Galicia)
Richard Williams era uno de las 5.264 personas que vieron en directo pegar el homerun 500 a Ernie Banks ese 12 de mayo de 1970.
Lo importante es que estaba allí, pero el como llegó también tiene su letra pequeña. Hay épica hasta en las historias más diminutas:
Richard tenía sólo 13 años, iba a la escuela en octavo grado. Su adorado Ernie Banks llevaba ya 498 HR, y no quería perdérselo por nada del mundo.
Su madre criaba sola a 5 hijos, trabajaba en un Hospital del Condado de Cook, salía temprano y no volvía a casa hasta las 18:00.
Así que en la mente de Richard surgió un plan perfecto: en vez de ir al colegio, iría a Wrigley, (en ese momento todos los partidos eran a las 13:00) nada más terminar cogería el bus y estaría en casa justo antes de que volviese su madre a las 18.00.
Lo hizo el viernes, y en ese partido Ernie consiguió el HR 499, ya quedaba poco. Fue al estadio el sábado y el domingo contra los Reds, pero no llegó el ansiado homerun.
Se empezaba la semana jugando contra los Braves, tendría que volver a faltar a clase, pobrecito…
El lunes no ocurrió nada, pero de repente, el martes:
Volvió el miércoles a la escuela con el cosquilleo todavía recorriéndole todo el cuerpo, pero allí le esperaba una mala noticia. Al no llevar una nota justificando su ausencia…llamaron a su madre.
El resultado: le castigó de por vida.
Unas semanas después, la madre, para saber si había aprendido la lección y se había arrepentido, le preguntó:
-“¿Valió la pena?”
Richard, cerró los ojos en ese momento y se volvió a ver a sí mismo de pie en el estadio, aplaudiendo sin cesar hasta que su ídolo salió del dugout para saludarlo a él y al resto del estadio con la pelota de los 500 en la mano, había sido uno de los pocos elegidos que pudieron verlo en directo…recordaría ese momento de felicidad durante toda su vida.
-“Mamá, valió la pena”
Así que el bueno de Richard amó a los Cubs desde pequeño, pero ese amor no fue correspondido, solo le devolvieron decepciones y sufrimientos a lo largo de décadas y décadas, porque como me dijo una persona muy sabia, para bien o para mal, los amores imposibles no nos dejarán nunca.
En el 2015 le diagnosticaron un cáncer y le dieron unos pocos meses de vida, pero no se vayan todavía, no vengo a contarles una historia triste, que necesitamos alegrías en estos tiempos convulsos. Se sometió a un tratamiento agresivo de quimioterapia y radiación y ganó la batalla.
Los dioses del baseball aprietan pero no ahogan:
Ya recuperado, en el 2016 pudo ver como por fin su equipo ganaban las World Series, tras 108 años de maldición.
Y en este 2021, volverá al Wrigley Field como cuando se escapó del colegio, y cuando un acomodador le diga cual es su asiento, podrá decirle:
-“Chico, yo fui acomodador como tú aquí, y hay magia en este estadio, aquí los sueños se hacen realidad, créeme. A lo mejor dentro de muchos años vendrás a ver lanzar a tu hijo”.
Por cierto, me olvidaba, podrá volver al estadio…si su madre le ha perdonado y levantado el castigo.