En dos semanas escasas de competición es complicado sacar conclusiones del camino que seguirán los Boston Red Sox. Aún abundan los abridores con ERA de 0,0 y los bateadores con promedios superiores al .350. Por tanto no perdamos el tiempo (aún) hablando de estadísticas que necesitan tener muestras mayores para ser representativas.
Lo suyo en estos momentos es hablar de las primeras impresiones que nos están dejando los equipos en estos inicios de la temporada regular. Hablar del desastre anunciado que son y van a ser los Marlins. De que quizás depender tanto del home run no es tan buena idea como habían pensado en el Bronx. De como los Giants están demostrando que los viejos rockeros siempre se niegan a morir. O de que a pesar de que los Eagles han ganado la NFL y los 76ers están dando el callo aún hay algo raro en el aire de Philadelphia que está vez ha afectado al nuevo entrenador de los Phillies.
Sobre los nuevos Red Sox de Alex Cora hay dos cosas que llaman especialmente la atención. Por un lado el buen rollo que parece haber en el vestuario. No es ningún secreto que uno de los principales motivos por los que se prescindió de Farrell fue el mal ambiente que había en el equipo. Parece que Farrell no daba demasiadas explicaciones sobre sus decisiones y trataba a los jugadores jóvenes (que son mayoría en el roster) como si fueran veteranos curtidos que ya conocían los códigos y comportamientos del clubhouse.
Cora es precisamente lo opuesto. Tanto en su experiencia en Houston como con en el equipo nacional de Puerto Rico se ha caracterizado por su gran comunicación con los jugadores jóvenes así como por su capacidad para crear grupo. Ha conseguido, por ejemplo, que Hanley vuelva a sonreír. Cuando Hanley sonríe significa que está disfrutando. Y cuando disfruta es cuando los hits salen de su bate.
También parece haberle dado confianza a Rafael Devers. Nadie dudaba de la capacidad ofensiva del tercera base dominicano pero había muchas suspicacias sobre su defensa. De momento parece que eran totalmente infundadas. Las sensaciones que trasmite en el diamante están siendo estupendas y la estadística avanzada nos dice que solo Matt Chapman de los A’s está siendo mejor con el guante.
Al mismo tiempo parece que está determinado a dar at bats y lanzamientos a todos los jugadores del roster. Esto tiene dos efectos muy beneficiosos: por un lado hace que todos los peloteros se sientan valiosos y contribuye a crear grupo. Además ayuda a que los más habituales no estén tan fatigados.

En los nueve partidos que llevan los Red Sox hasta la fecha se ha dado al menos un juego de descanso a cada uno de los componentes de la “novena de gala (Betts, Benintendi, Hanley, Martinez, Bogaerts, Devers, Nuñez, Bradley y Vázquez)”. El único que no había disfrutado de un día libre era Bogaerts, que lo hará ahora debido a una lesión.
Algo parecido sucede entre los lanzadores de los Red Sox. Farrell exprimía a sus abridores. En 2017 Chris Sale fue el pitcher que más innings lanzó en todas las Mayores y Rick Porcello el séptimo. En 2016 fue David Price quien más entradas estuvo en la lomita mientras que Porcello ocupó la sexta posición. Esto podría ser una posible explicación sobre el decepcionante rendimiento de los aces de Boston en playoffs.
Cora está dispuesto a acabar con esto. En este inicio de 2018 hemos visto como Sale lanzaba solo 11 entradas en dos aperturas. En sus dos primeros juegos del 2017 el zurdo se fue hasta los 14,2 innings. Además parece que está modificando también su manera de lanzar. Todos sus pitchs han bajado su velocidad en un par de millas.
Lo dicho, es muy pronto para sacar conclusiones. Lo que en abril es de color de rosas puede ser muy negro en agosto. Pero lo cierto es que Cora parece dispuesto a cambiar una serie de cosas que habían sido la norma durante la época de Farrell.